Diari Més

«Entrar en una discoteca cuesta un euro, y una jarra de cerveza no llega a los dos»

La joven vila-secana está cursando una beca Erasmus en la universidad de Lublin desde principios de octubre

Anna Montané en Zakopane, en el sur del país, con las primeras nevadas de la temporada.

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La vila-secana Anna Montané se trasladó a Lublin, en el sureste de Polonia, porque tenía ganas de cambiar de aires por una temporada. Está estudiando el Grado de Turismo en Barcelona, y este es su último año de universidad. Es por eso que quería vivir una experiencia diferente, y decidió cursar un Erasmus en esta pequeña ciudad polaca. Anna Montané llegó al país hace un mes, a principios de octubre.

—¿Cuál fue la primera impresión en llegar a Polonia?

—Lo primero que me pasó por la cabeza fue que me costaría mucho poder comunicarme con los polacos. El polaco es una lengua muy complicada, y aquí cuesta bastante encontrar a gente que hable inglés y que tenga ganas de escucharte. Es probable que ellos piensen lo mismo cuando vienen a España, porque allí tampoco es muy usual hablar inglés de forma fluida. Pero la diferencia es que en Polonia, la gente es muy suya y se tienen que saber tratar.

—¿Fueron unos días complicados los primeros?

—No, la verdad es que nada. Quizás tiene que ver con que llegué algunas semanas más tarde que los otros estudiantes Erasmus, y eso supongo que lo facilitó más. Mis compañeras de piso me ayudaron con todo desde el primer día, y los compañeros que venían conmigo de la misma universidad también, así que gracias a ellos fue todo mucho más sencillo.

—¿Le sorprendió el cambio?

—Justo antes de marcharme trabajaba en un hotel en la Pineda, así que, en pocas horas de diferencia, pasé de tratar con turistas que me preguntaban como ir a la playa, a ponerme gorro y bufanda. El cambio más duro ha sido precisamente la climatología: las pocas horas de sol, el frío, la lluvia y el color gris de los días. El tiempo no ayuda a tener ganas de hacer cosas, pero una vez te acostumbras, siempre es muy parecido.

—¿Cuáles son las principales diferencias?

—La más importante y la que más me gusta es el precio de las cosas. La comida, la bebida, el transporte y el alojamiento son muy baratos. Por ejemplo, entrar a una discoteca costa un euro, una jarra de cerveza de medio litro no llega a los dos euros, y, por cinco euros como máximo, puedes comer muy bien. Viajar en tren por todo el país también es muy barato. El clima es otra de las grandes diferencias. Pero ésta, como ya he dicho, no me gusta tanto.

—¿Cómo se está viviendo la crisis en Polonia?

—No hay casi nadie en las calles pidiendo dinero y todo está muy bien cuidado. Es cierto que su sueldo no es muy elevado, pero el precio de vivir aquí es muy barato y queda compensado, por lo tanto pueden vivir bastante bien con lo que ganan. Sin embargo, cuando hablas con gente joven descubres que su ilusión es marcharse hacia otros países de Europa con el fin de ganar más dinero y vivir mejor.

—¿Es fácil encontrar trabajo para un joven?

—Según tengo entendido, Polonia es el segundo país europeo con menos paro. La mayoría de jóvenes polacos trabajan o trabajan y estudian al mismo tiempo. Eso sí, para un joven extranjero, si no conoce el idioma, es muy difícil encontrar trabajo. La lengua es un requisito muy importante.

—¿Qué costumbres de Polonia te llevarías a Cataluña?

—Los horarios. El ritmo de vida que llevan los polacos creo que es mucho mejor que el nuestro. Como el día tiene menos horas de sol, lo aprovechan mucho más y lo empiezan antes.

—¿Qué echas de menos de casa?

—Sobre todo echo de menos a mi gente, la familia y los amigos. Cuando estás viviendo una muy buena experiencia como la que estoy viviendo yo, siempre piensas que te encantaría poder hacer que ellos la vivieran contigo.

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