El Arzobispado de Tarragona exhuma los restos de un obispo del siglo VII
Máxima discreción e interés en esta intervención en la tumba de san Cebrià para fecharla y dar crédito a la existencia de una antigua catedral visigótica
El Arzobispado de Tarragona espera expectante el resultado de una exhumación que ha llevado a cabo sin hacer nada de ruido. El Museo Bíblico Tarraconense, junto con el Instituto Catalán de Arqueología Clásica, quiere analizar los restos de san Cebrià, un obispo de Tàrraco de finales del siglo VII, que se conservan dentro de una pequeña urna funeraria medieval, discretamente ubicada detrás del altar de la catedral de Tarragona. En el interior se encontraban restos óseos de, como mínimo, tres individuos más. Posiblemente se trataría de miembros de la clerecía. Pero los restos del obispo son la prioridad y un pequeño fragmento del coxis se somete a la prueba del carbonio-14. La intervención, autorizada por la Iglesia, persigue el doble objetivo de fechar los huesos -sólo será posible si conservan colágeno- y conseguir un nuevo indicio para avalar la teoría que en el siglo VI se erigió una primitiva catedral visigótica detrás del ábside de la actual catedral, hipótesis a día de hoy todavía no confirmada. «Cualquier elemento tardo-romano o visigótico nos lo miramos con lupa», explica el director del museo, el arqueólogo Andreu Muñoz.
Si bien san Cebrià no fue una personalidad de máximo renombre, sus restos son ahora mismo una pista crucial para la investigación ya que son las únicas conservadas de un obispo conocido de aquella época. «Es el único obispo de la época tardo-romana y visigótica del cual conservamos los restos, excepto san Fructuós,» reafirma Muñoz. «Tenemos que repasar las pistas o pocos indicios arqueológicos que nos aparecen nuevos, o revisar los antiguos y volver a excavar; estamos muy atentos a todo eso para poder concretar la hipótesis que existió la catedral visigótica en este espacio», añade el director del museo.
En esta ocasión, la pista que llamaba la atención es el epitafio inscrito en la urna. Se puede leer que está enterrado 'Ciprianus', obispo documentado a finales del siglo VII -participó en dos concilios de Toledo- y que murió en las VIII calendas de mayo -pero no concreta el año. La urna es muy posterior, del XV, cuando un prelado ordenó que se dignificara la tumba, pero el texto presenta formulismos de época antigua, lo cual hace pensar que se habría copiado literalmente de la inscripción de la lápida visigoda original y que, por lo tanto, los restos -o parte de ellas- siempre permanecieron en la catedral.
Epitafio antiguo en tumba moderna
Todo el ámbito quedó en desuso, durante al menos 300 años, cerca la incursión islámica, y el conjunto permaneció abandonado hasta el siglo XII. Pero la inscripción es antigua, con un léxico y una semántica propia de la época visigótica -no medieval-, cosa que invita a pensar, según los expertos, que los constructores medievales se habrían encontrado en la zona una lauda sepulcral con inscripción y que el texto se habría ido transcribiendo a través del tiempo hasta el momento de la dignificación. El Instituto Catalán de Arqueología Clásica, a través del doctor Joan Gómez, lo avala y algún estudio ya se ha hecho eco.
Pero el Museo Bíblico ha querido dar un paso más allá y exhumar los restos para intentar fecharlas por carbonio-14, y también aprovechar para restaurar la urna. No es la primera vez que el sepulcro se abre durante la época moderna, pero nunca se había estudiado a fondo. La Iglesia dio el visto bueno a la exhumación en noviembre para salir adelante uno análisis antropológico con el fin de acreditar que los restos óseos corresponden a san Cebrià. Muñoz asegura que, a pesar de ser una acción delicada, el Arzobispado y el Capítulo Catedralicio han facilitado la investigación. El mismo arzobispo presenció la exhumación.
Cuatro o cinco individuos
Dentro de la tumba se encontraron restos óseas de varios individuos, entre cuatro o cinco, estiman los expertos, mezcladas dentro de una bolsa. A pesar de ser muy difícil individualizarlas, los arqueólogos verificaron que uno de ellos se trataba de un individuo de unos 60 años, que podrían corresponder a las del obispo. La prueba del carbonio-14, encargada en los laboratorios norteamericanos Beta Analytic de Miami, ayudará a afinar mejor la fecha y si realmente se corresponden en el siglo VII. El Arzobispado conserva algunos fragmentos más si hicieran falta nuevas pruebas. El resto se han devuelto dentro de la tumba.
«Esta intervención no responde a simple curiosidad; es otro dedo que nos señala la presencia de una sepultura episcopal que suma posibilidades para verificar la ubicación de la Santa Jerusalem en el espacio de la actual catedral», reitera Muñoz. Entre los restos también se encontró fauna -que habrían podido ir a la tumba durante la época de abandono del área-, así como trocitos de madera y llaves -de una caja colocada cuando se dignificó la sepultura. Se confía tener resultados en un mes y medio aproximadamente. Al mismo tiempo, se ha aprovechado para restaurar la tumba y limpiar los pequeños leones en los pies de la urna hecha de alabastro.