«Abusó de mí y no ha tenido que dar explicaciones a la justicia»
Sara Berga fue víctima de abusos sexuales por parte de su padrastro, que no ha sido juzgado porque el delito ha prescrito
«El delito ha prescrito. Punto final». Este es el último capítulo de la aterradora historia de Sara Berga, una joven de 32 años que hace once que vive en Tarragona. Sara sufrió abusos sexuales durante su adolescencia y, trece años después, decide denunciarlo, públicamente y ante la justicia. Después de una odisea en los juzgados, el magistrado sentencia que el delito ha prescrito, ya que hace más de diez años que ocurrió. El presunto abusador está en libertad y nunca ha tenido que dar explicaciones a la justicia. Pero, para Sara, no es el final. «Seguiré luchando por una justicia más justa y para que ningún niño sufra abusos como lo que sufrí yo», explica Sara Berga.
La Vanguardia reveló la historia de Sara, que empieza cuando tenía 12 años, en Barcelona, donde la pareja de su madre se aprovechó del carácter inocente de la protagonista. «Es un maltratador psicológico. Me manipulaba para conseguir lo que él quería», explica Sara, quién añade que «al principio yo no decía nada. Él me decía que su trato hacia mí formaba parte de la educación. Pero a los 16 años me empecé a plantear la situación». Aun así, Sara no quería romper su silencio, porque sabía que hablar significaría acabar con la estabilidad familiar, y además, tenía un sentimiento de culpabilidad, explica Sara Berga. El presunto abusador controlaba las amistades de Sara. «Sólo tenía tres amigas. No podía tener amigos, porque mi padrastro se enfadaba y estaba una temporada sin hablarse», dice Berga.
«Yo te he dado mucho y tú tienes que corresponder como mujer». Sara tiene estas palabras grabadas a la mente. Según ella, «vi claro que no podía romper con la situación. Me resigné y todo continuó igual».
Pero la pesadilla acabó siete años después de empezar. Sara acababa el penúltimo curso de sus estudios y, con el grupo de amigas, decidió salir de fiesta para celebrarlo y lo comunicó a su padrastro. «Sabía que eso lo cambiaría todo. De hecho, al día siguiente discutió con mi madre y la dejó. A veces he pensado que estaba con ella para estar conmigo», explica, emocionada Sara.
La joven y su familia se trasladó a Tarragona, para empezar de nuevo. Dejó pasar el tiempo con la intención de borrar un recuerdo que hacía daño. Pero después de una ruptura amorosa, Sara se dio cuenta de que la desagradable experiencia le estaba pasando factura. «Es por eso que, ocho años después, decidí coger el coche de mi madre y me planté en casa de mi abusador. Le recordé todo lo que me había hecho y las consecuencias de sus actos». Al volver a Tarragona, Sara quedó con su madre y le explicó todo. «Dos meses después, la persona que abusó de mí se marchó del país», explica Sara Berga.
El calvario de los juzgados
La joven tardó trece años a denunciar los hechos ante la justicia. El 23 de octubre de 2015, la joven acudió a la comisaría de los Mossos d'Esquadra de Campclar para denunciar que fue víctima de abusos sexuales durante su adolescencia, de los 12 a los 19 años. «Me di cuenta de que tenía el deber moral de denunciar, para que se castigue o no se castigue, es importante hacer visibles los casos y luchar contra la justicia injusta», explica Sara, que define con dos duras palabras su odisea en los juzgados. «Fue un calvario, muy inhumano. No sé de quien es la culpa, pero no me han tratado como una persona».
En un primer momento, Sara Berga tuvo que explicar, punto por punto, su historia. «Era la primera vez que ponía palabras en cosas que nunca antes había dicho. Tienes que estar muy preparada», explica Sara. Dos meses más tarde, la joven se desplazó hasta los juzgados de Barcelona, –el expediente fue trasladado–, y le comunicaron que el caso había sido archivado y que, para reabrirlo, necesitaba el servicio de un abogado de oficio. «Aquel día lloré mucho, me sentía frustrada y llena de ira. Después de todo lo que había pasado, me encontraba con qué archivaban el caso porque mi abusador vive fuera del país», explica Sara Berga. Después de la larga burocracia, casi un año después, Sara consigue a un abogado, que más adelante interpuso un recurso para reabrir el caso. Entonces llegó la gran sorpresa. El delito acabó el año 1999 y ya había prescrito.
La mano del arte
«El arte me incitó a denunciar los hechos». Sara es artista y asegura que su proyecto Home Hard Sweet Home fue el punto de partida para superar la historia. La obra está formada por diecisiete imágenes creadas con punto de cruz que reflejan frases que dicen los abusadores a sus víctimas. «Me puse en contacto con otros supervivientes, que de manera voluntaria me ayudaron en el proyecto. Eso me animó a denunciar», dice. Actualmente, Sara hace charlas explicando su historia, con el objetivo de acabar con esta lacra de la sociedad.