«Los canadienses van al cine y a comprar después de cenar»
La pareja de tarraconenses decidió marcharse hacia Toronto para vivir una experiencia en el extranjero y para aprender inglés
Sergi Guasch y Meritxell Ventura son una pareja de tarraconenses que decidieron emprender juntos una aventura. En marzo del 2015, los dos jóvenes se instalaron en Toronto. Meritxell trabaja con niños y también da clases de castellano en una academia. Sergi trabaja de profesor de piano, de guía turístico y compone música para dos productoras canadienses. Responden las preguntas conjuntamente.
—¿Cuáles fueron los motivos que os llevaron a marcharse de casa para ir a vivir en el extranjero?
—Básicamente por dos motivos: la experiencia de vivir en el extranjero y para ir a tomar inglés (todo el mundo sabe que el inglés que se aprende en el sistema educativo es nefasto). Además, el hecho de que haya oportunidades laborales de calidad fue un factor decisivo a la hora de emprender esta aventura.
—¿Cuál fue vuestra primera impresión del país al llegar?
—Toronto es una de las grandes ciudades americanas –es la tercera ciudad mayor de todo norte América–, y aterrizar aquí viniendo de una ciudad de 150.000 habitantes es un cambio bastante grande. Las dimensiones son completamente diferentes, todo es grande y ancho. No tenemos problemas de espacio. Otro hecho que nos llamó mucho la atención fue la amabilidad de los canadienses, son muy correctos. Por último, aunque ya lo sabíamos, hace frío. Ver nevar día sí y día también es un hecho curioso.
—¿Fue muy sorprendente el cambio o fue, más o menos, como esperaban?
—Fue un cambio esperado. Sabíamos que íbamos a una gran ciudad, donde la cultura es completamente diferente de la nuestra. Sin embargo, lo más destacado es que hemos sido capaces de encontrar elementos de Toronto y del Canadá que hacen que nuestra estancia aquí sea más agradable y especial.
—¿Cuáles son las principales diferencias entre Tarragona y Toronto?
—La primera diferencia clara tiene que ver con los horarios y con las comidas. Ellos tienen un cuarto de hora o veinte minutos para comer un snack. Después cenan entre las seis y las siete de la tarde. Después de cenar van al gimnasio, a comprar, en el cine, etc. Otro aspecto que llama la atención es el de la vivienda. La mayor parte de la ciudad está construida con casas y sólo se ven rascacielos en el centro de la ciudad. La forma de vivir es más pausada.
—¿Cuáles son los lugares más característicos de la nueva ciudad de acogida?
—En Toronto, hay que visitar el centro (downtown) con los dos ayuntamientos (City Hall y Old City Hall) y todos los rascacielos. También la CN Tower, una torre de comunicaciones que durante muchos años fue el edificio más alto del mundo. Las áreas más bonitas de la ciudad son Old Town i Distillery District. Finalmente, es necesario ir a ver la isla de Toronto, que está ubicada justo delante de la ciudad y tiene unas vistas panorámicas impresionantes.
—¿Qué destacarían de la manera de trabajar del país?
—En el Canadá se trabaja de una manera más relajada. Eso si, las responsabilidades son altas y la gente responde con profesionalidad. La gente no vive para trabajar y eso se nota a la hora de invertir el tiempo en ocio.
—¿Cuál es la tasa de paro en el Canadá?
—Un seis por ciento. Podríamos decir que casi es un paro estructural. En Toronto, si tienes ganas de trabajar, encontrarás trabajo y con un salario nada precario. Los canadienses dicen que sí que han sufrido la crisis, pero para nosotros, que estamos acostumbrados a ver situaciones muy dramáticas, eso no es nada. Aquí puedes conseguir un buen trabajo, con un buen sueldo y lo más importante: estabilidad. Canadá es un país de oportunidades.
—¿Desde que llegaron aquí, les ha pasado alguna cosa curiosa?
—Una de las cosas más curiosas es comprobar cómo los catalanes estamos repartidos por el mundo. En Toronto hay un Casal Catalán y también un grupo de jóvenes, que nos decimos Tocado, y que hacemos actividades cada mes. Intentamos celebrar nuestras fiestas, como Sant Jordi, Navidad o la Castañada. Por otra parte, también es curioso la diferencia que hay con la perspectiva histórica. Un monumento antiguo en Tarragona tiene más de 2.000 años, y para los canadienses, un edificio antiguo tiene, como mucho, 150 años de historia.
—¿Qué es lo que más echan de menos de vuestra casa?
—Estar con la familia y amigos y, también, algunos ingredientes de nuestra cocina.
—¿Qué costumbre del país actual se llevarían hacia Cataluña?
—Las ganas de emprendeduría de los más jóvenes y, sobre todo, la educación de la gente y la calidad democrática del país.