«La cultura es la hermana pobre, sólo hay que mirar los presupuestos»
La Sala Trono se despide con una obra teatral llena de simbolismo, que se alargará hasta finales del mes de febrero
Oriol Grau, «nacido en Barcelona pero soy de Tarragona, porque siempre he vivido allí», es una de las personas que ha dado vida en la Sala Trono. Después de 14 años de actividad, el espacio cierra sus puertas.
—Porque cierra la Sala Trono?
—La taquilla no acaba de funcionar, tenemos más pérdidas que ganancias. Además, tendríamos que hacer unos cambios en el equipamiento, como por ejemplo, más lavabos, mejor accesibilidad y una nueva instalación eléctrica. Nos costaría más el relleno que el pollo.
—La sala marca una identidad.
—Sí, es cierto. Hacemos teatro de pequeño formato y eso es una plataforma importante. Pero no lo podemos mantener. Hasta ahora he mantenido el espacio a través de subvenciones y de nuestros trabajos fuera de la sala.
—Qué se hará ahora con la sala?
—El espacio es propiedad del Ayuntamiento. Supongo que Dames i Vells seguirá ocupando este espacio. Ya es cosa del consistorio.
—Qué es lo más importante que se ha hecho en la Sala Trono?
—Hemos sido fieles a nuestro estilo y siempre hemos trabajado con obras contemporáneas, dando voz a los directores jóvenes. También hemos conseguido poner Tarragona en el mapa de las compañías teatrales.
— Cómo se han querido despedir?
—Nosotros hacemos teatro y teníamos que decir adiós haciendo teatro, con una obra que se llama Això és tot. Joan Negrié, el gestor cultural de la sala, fue el impulsor de la idea. El director de la obra es el joven Israel Solà. Entendió perfectamente lo que queríamos.
—Qué quieren transmitir con 'Això és tot'?
—Es una obra simbólica. Son dos hermanas gemelas|mellizas: la Sala y la Trono. Discuten sobre si cerrar la sala o mantenerla y combatir la situación. Finalmente, deciden marcharse y buscar un nuevo espacio. El público es partícipe de la decisión. Queríamos que la obra fuera una fiesta, pero hemos visto que también hay un punto de melancolía y pena. La realidad es que la sala cierra y se barreguen emociones.
—Cómo han estado estos 14 años de Trono?
—Fantásticos. Hemos ido creciendo exponencialmente. Hemos conseguido que 700 personas sean amigas de la Sala Trono. Con eso hemos conseguido que 700 personas hayan afinado su sentido crítico. La sala ha servido para educarnos a todos, teatralmente hablando.
—Qué input reciben de los espectadores?
—Positivos y de duelo. Pero tienen la esperanza de que, tan pronto como sea posible, encontraremos un espacio nuevo.
—Y ahora qué? Se hablaba del Teatro Metropol...
—Hoy por hoy no tenemos nada. Corren voces que podríamos programar el Teatro Metropol, pero nadie ha hecho una oferta en firme. Además, ahora el Metropol tiene termitas.
—Le gustaría la idea?
—Nos tenemos que sentar, hablar y llegar a pactos serios. No puede ser que nosotros programemos la sala y que haya espectáculos fijos, como, por ejemplo, festivales de fin de curso escolares. Por eso es importante negociar bien, en caso de que finalmente gestionemos el Teatro Metropol, que, de momento, nadie nos lo ha ofrecido.
—Una virtud y un inconveniente de la Sala Trono.
—La virtud es que siempre ha primado la calidad y ha sido un escaparate para los directores jóvenes. El inconveniente es que la sala es pequeña e incómoda. Las malas condiciones hacen que no sea operativa.
—Cómo viven estos últimos días en la Trono.
—Con muchas emociones. Contentos, porque el público llena todas las representaciones de Eso es todo. Por otra parte, con tristeza porque la sala cierra y, nosotros, cada vez que hacemos la obra vivimos la ceremonia de cierre. Y eso es duro.
— Tarragona apuesta por la cultura y por el teatro?
—En el ámbito institucional, no. Sólo hay que mirar los presupuestos. La cultura es la hermana pobre. Pero la ciudad reclama cultura y se demuestra cuando hay un acto que vale la pena y la gente va.
—Y Ustedes, como compañía, se sienten valorados?
—Sí, en este aspecto sí. En este último tramo nos hemos encontrado con un concejal que, ideológicamente somos diferentes, pero es una persona receptiva y que nos ha dado apoyo. Josep Maria Prats toma nota de las reuniones, los otros nunca lo habían hecho. Eso dice mucho de él. Nos llama, se preocupa y hace un seguimiento. Él también está interesado en encontrar un espacio.
—Qué le pedirían al concejal de Cultura?
—Que siga buscando un espacio, como nosotros. Somos una empresa privada pero ofrecemos un servicio público. Necesitamos 200 metros cuadrados, como mínimo.
—Qué piensa de los Juegos Mediterráneos?
—No hay ninguna necesidad de hacer estos Juegos. La ciudad tiene carencias graves y no sé si es importante dedicar esfuerzos a este acontecimiento tan artificial. Yo lo invertiría en regenerar espacios y ofrecerlos a las entidades de la ciudad. No sé exactamente cuál es el interés. Tengo la sensación de que se quiere copiar la dinámica de Barcelona y eso es un error.
—Qué piensa del pacto de gobierno de ciudad entre PSC, PP y Unión?
—Me dan miedo estos pactos que miran a la derecha.