«No te pierdas por Varsovia en pleno mes de enero, porque quizás no lo explicas»

—¿Qué motivos lo llevaron a marcharse a Varsovia?

—Aquello que el Dr. Krokowski denomina enfermedad.

—¿Cómo lleva haberse instalado en un nuevo país?

—Una vez instalado, te adaptas al biorritmo, te sientes parte del tiempo. El carácter polaco es, en primeras instancias, frío pero más fiable que el latino. La gente da más valor a las palabras. El trabajo me permite conocer gente (un perfil restringido por factores sociales y económicos, eso sí) y eso acelera la adaptación.

—¿Fue muy sorprendente el cambio o fue, más o menos, tal como se lo había imaginado?

—Las condiciones generales que me ofrece Varsovia se ajustan bastante a mi concepción de «felicidad». Así que fue mejor de lo que esperaba. Pienso que la brusquedad de un cambio se puede salvar abriendo la mente, voluntad, respeto y con una dosis de autocrítica (muy pequeña) a tu tierra.

—-¿Cuáles son las principales diferencias entre Varsovia y su casa?

—Polonia es un país frío y, consecuentemente, no hay una fobia generalizada a estar en casa. La noción del tiempo es menos escurridiza y se hace más fácil aprovecharlo, pero los días también se parecen más entre sí. Es un estilo de vida poco romántico y pragmático.

—¿Cuáles son los lugares más característicos de su nueva ciudad de acogida?

—Varsovia ofrece ambientes para todos los públicos. Con Internet todo es más fácil y previsible. Benjamin decía que para conocer una ciudad uno se tiene que perder. Pero, si es posible, no te pierdas por Varsovia en pleno mes de enero porque quizás no lo explicas.

—¿Cómo se está viviendo la crisis allí?

—Bien, el gobierno actual polaco es una mezcla paranoica entre el nacionalismo recalcitrante y las políticas económicas sociales populistas. La sociedad está dividida, especialmente teniendo en cuenta que hay un desfase muy alto entre las ciudades metropolitzades y el resto de Polonia, así como la influencia del pasado comunista relativamente reciente. Los agentes culturales viven un periodo de revisionismo histórico del siglo XX de una marcada tendencia autocrítica. Por otra parte, la Iglesia ostenta poder jurídico y moral. La tradición cristiana está arraigada entre la sociedad. Como la de cualquier otro territorio, la cultura polaca es interesante.

—En estos momentos en que las cifras de paro en España no paran de crecer, ¿cree que el país dónde vive actualmente es un buen lugar para que los más jóvenes puedan buscar y encontrar trabajo?

—Polonia es un país de contrastes económicos muy marcados. Los contratos por obra y servicio sin cotizar son frecuentes en el país, que se encuentra en un proceso de expansionismo económico neoliberal que pretende atraer a las grandes multinacionales. En cambio, la educación pública es gratuita (vaya, que es pública). Los sueldos son más bajos. En Varsovia, la mentalidad dominante entre los jóvenes es pragmática y de esfuerzo, realista pero no conformista.

—¿Desde que llegó ha vivido o le ha pasado algo curioso que no se hubiera imaginado nunca?

—Que pueda hablar español y catalán sorprende a muchos alumnos, como Ciudadanos.

—¿Qué es lo que más echa de menos de casa?

—La mama y Júlia, la familia, las cervezas al Petit Tarraco con Marc y el resto del grupo, las películas del domingo con Jordi, la cajera simpática del Bon Preu, la camaradería exacerbada del estanquero del barrio (aunque he dejado de fumar), Fariñas y compañía en Constantí, el Nàstic... En fin, aquello que hace que un lugar sea una casa.

—¿Qué costumbre se llevaría hacia Cataluña?

—Leer en el metro. Aparte de eso, mejor dejar la mercadotecnia a Amazon.

—¿Tiene intención de volver pronto o de momento no?

—Todavía no me lo he planteado.