«Estudié catalán clandestinamente y lo enseñaba a los alumnos»
La profesora del Colegio El Carme explica sus vivencias con la censura del catalán
La profesora Montserrat Herranz entró a trabajar en el colegio El Carme el año 1968, cuando sólo tenía 18 años, con un título universitario en el cual casi no le había dado ni tiempo de secársele la entinta. A pesar de ser de padres castellanos, ella tuvo claro desde bien joven que tenía que aprender el catalán, absolutamente prohibido durante la cruenta dictadura franquista.
«Iba a clases de catalán clandestinas, sólo éramos cuatro o cinco. Las ofrecía el mosén del Morell y yo debí tener unos 12 o 13 años», rememora la docente. Su interés por transmitir a sus alumnos la lengua catalana –especialmente la escritura, ya que muchos la hablaban en casa– la llevó a impulsar una clase que ni entraba dentro de la planificación, ni disponía de material didáctico propio. Herranz tuvo que elaborar íntegramente todo lo que explicaría en el aula. «Al curso de 1977 a 1978 empecé a hacerlas. Las daba a mis alumnos de quinto, una hora a la semana», relata la profesora, ya jubilada.
Aparte de seguir con las clases, tan pronto como pudo, entró en la universidad para estudiar filología catalana, cuando todavía era una carrera minoritaria, «tampoco éramos más de cinco personas en clase», apunta.
Con todo, las primeras maestras no religiosas del colegio El Carme aseguran que en la escuela, la política nunca llegó a entrar. «Nosotros éramos apolíticos», explica Guash. «Aquí no se llegó a cantar nunca el Cara al Sol, ni se daban besos en la bandera», desgrana Esteban. Solé, sí que recuerda que en otros centros eductius era un aprieto habitual.
Si lo pedían, en catalán
Magdalena Esteban tiene todavía a la mente el caso de una niña proveniente del Priorat, que residía en la escuela y que tenía muchas dificultades para hablar y escribir en castellano. «La recuerdo preocupada, diciéndome si había algún problema para que me hiciera el examen en catalán. Yo le dije que lo más importante era saberse la lección, que no se preocupara por el idioma. Creo que se tenía que ser muy tolerante en este sentido, a mí si una alumna me hablaba en catalán, yo le respondía en catalán, sin ningún problema,» explica la maestra, ya jubilada.