Xavier Martí Rovirosa. De Tarragona a Praga
«El transporte público es un orgullo nacional»
Xavier Martí detalla que en Praga «el paro es inexistente» y que no hay el «leitmotiv de queja continua que me encuentro cuando regreso a Cataluña»
—¿Qué motivos le llevaron a marcharse de casa para ir a vivir al extranjero?
—Mi doctorado se acababa. Yo vivía en Barcelona y no encontraba un primer trabajo claro como post-doc (así se cómo se denominan los contratos que se dan a personas que se han acabado de licenciar). Como que mi mujer era checa, busqué por allá, y allá acabamos.
—¿Cuál fue su primera impresión del país al llegar?
—La primera impresión es que es una sociedad donde los académicos son respetados. La suegra corrió a explicar a las amigas del pueblo que su hija salía con un trabajador de la Academia. ¡Era como un privilegio! En España dudo que una mayoría de suegras vieran ser miembro de alguna institución de investigación como un orgullo y motivo de seguridad laboral del marido de su hija.
—¿Fue muy sorprendiendo el cambio o fue, más o menos, tal y como se lo había imaginado?
—En aquel momento, yo ya había viajado ya bastante por ocio y por negocios, de forma que las sorpresas que te puedes encontrar son relativas. En general, todas las diferencias fueron positivas.
—¿Cuáles son las principales diferencias entre Praga y casa suya?
—Las comidas pueden ser a las once y media del mediodía y, las cenas, a las siete de la tarde. Los horarios que son realmente diferentes son los del transporte público, que es un orgullo nacional. Llegan siempre puntuales y cubren prácticamente la totalidad del país. Hace siete años que estoy aquí y todavía no tengo coche… El abono anual de toda la zona metropolitana de Praga cuesta 40 céntimos al día y llega matemáticamente a la hora.
—¿Cuáles son los lugares más característicos de Praga?
—Praga es un destino estrella de fin de semana. Es una ciudad histórica del este de Europa donde hay calles espectaculares con una arquitectura que te deja boquiabierto. La ironía es que, en pocas calles del centro, te puedes encontrar con las cases «colmena» del siglo pasado, que son horribles. Hay mucho de ambiente a los pubs locales y la cerveza local es motivo de culto, como lo serían los vinos en Cataluña.
—¿Cómo se está viviendo la crisis en su país de residencia?
—El paro es inexistente. Hay una cultura de la austeridad muy generalizada en la sociedad checa que he conocido. Como todo por todas partes, hay recortes, pero no hay el leitmotiv de queja continua que escucho cuando vuelvo a Cataluña. Aquí hay un sentimiento que «vamos a más», todo el contrario del que veo en casa.
—-En estos momentos en que las cifras de paro en España no paran de crecer, cree que el país donde vive actualmente es un buen lugar porque los más jóvenes puedan buscar y encontrar trabajo?
—Encuentras trabajo el mismo día. Superar la barrera del idioma y la burocracia local puede ser desesperante, pero es comprensible que mantengan algunas medidas para moderar la inmigración. De hecho, somos vecinos de Alemania. Mucha gente prefiere probar suerte allá y se dejan muchas puertas abiertas aquí. El sector de la Academia está en pleno auge con muchos y nuevos proyectos emergentes.
—¿Le ha pasado algo curioso?
—La de la suegra, sumada a esta: soy un pequeño empresario (tenemos una start-up) y el hecho de venir de la Academia es una garantía de respeto. Cuántas puertas me han abierto para ser de la Academia Checa! No me quiero ni imaginar como sería esto en mi país de origen. Aquí las cosas funcionan o no funcionan. No hay humo, powerpoints...
—¿Qué es lo que más echa de menos de casa?
—Siempre paso por el supermercado y cargo fuet, jamón y queso. El aceite me lo regala un amigo de Juneda.
—¿Qué costumbre del país actual se llevaría hacia Cataluña?
—El horario y precio del transporte público.
—¿Tiene intención de volver pronto?
—Vengo cada dos semanas por motivos de trabajo, pero no tengo planes de volver a vivir de forma permanente. Siempre digo que volveré cuando las suegras valoren la Academia.