Diari Més

La Móra ya tiene una plaza dedicada al mosén belga Ernesto Walrravens

Llegó a Tarragona en 1971 y contribuyó a la financiación de la iglesia de la urbanización

El arzobispo Jaume Pujol descubrió la placa con el nombre de plaza Ernesto Walrravens.

La Mora ya tiene una plaza dedicada al mosén belga Ernesto WalrravensCedida

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Los 2013 vecinos de la Móra dedicaron un monolito a mosén Ernesto Walrravens Gilbert, un belga que aterrizó en Tarragona en 1971. El homenaje se produjo dos años antes de su muerte a 90 años. En aquella ocasión, expresaron su deseo de dar su nombre en una plaza de la urbanización. Ayer, el Ayuntamiento la inauguró. El arzobispo, Jaume Pujol, descubrió la placa con el nombre de la plaza y recordó la figura de mosén Ernesto, «a quien conocí y me explicó cómo vio crecer este barrio de Tarragona». «Siempre que pasamos por esta plaza, lo recordaremos», dijo.

Por su parte, el presidente de la Associació de Veïns de la Móra-Tamarit, Francesc Garcia, dedicó unas emocionadas palabras a mosén Ernesto: «Era una persona pequeña, de estatura, pero tenía un gran corazón y se hizo amar por todos nosotros». El concejal de Enseñanza del Ayuntamiento, Francesc Roca, dijo que «este acto es un reconocimiento a los valores de mosén Ernesto, unos valores que son muy vigentes.»

Amigo de la familia real belga

Ernesto Walrravens Gilbert, el padre Ernesto, nació en Bruselas en 1924 y murió el 7 de abril del 2015. Su vinculación con Tarragona empezó a inicios de la década de los setenta, cuando empezaron a llegar los primeros turistas extranjeros en masa, y fue por casualidad. Su hermana tenía una casa a la urbanización la Móra. Aquel mismo año adquirió una a pocos metros de distancia de la de la hermana.

El padre Ernesto pertenecía a una familia acomodada. Su padre fue abogado del Palacio Real de Bélgica y mantuvo una estrecha amistad con la familia real de su país y, en particular, de la reina Fabiola, quien por cierto tenía propiedades en las comarcas tarraconenses. Ernesto tenía cuatro hermanos, de los cuales dos eran curas y dos médicos.

Al cumplir sesenta años, el padre Ernesto se jubiló. El año 1984 volvió a la ciudad y pidió autorización a los arzobispos de Bruselas y de Tarragona para poder ejercer como presbítero y, también, construir una iglesia en la Móra. Dos años después, en 1986, se iniciaron las obras y el 1987 abrió sus puertas. El proyecto fue financiado por el padre Ernesto. Posteriormente, se levantó el campanario y se procedió a ajardinar el exterior. Como curiosidad, los muros que delimitan la iglesia los construyeron boy-scouts belgas.

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