«Tarragona es nuestra segunda casa y tiene un lugar|sitio especial a nuestro corso»
Sophie y su familia, del Reino Unido, visitaron ayer el Hospital Joan XXIII, lugar donde nació de imprevisto hace tres años
En los hospitales se acostumbran a vivir situaciones límite. Momentos donde los trabajadores y los pacientes se adentran en una montaña rusa de emociones que, desgraciadamente, no siempre acaba bien. El de Sophie y su familia, sin embargo, es uno de aquellos casos que a la Unidad de Pediatría del Hospital Joan XXIII recordarán siempre. Tanto por el desenlace feliz de su historia, como por la estima que se tienen los unos en los otros.
Justamente ayer, Sophie celebraba su tercer cumpleaños. Y quiso cantar el tradicional Happy Birthday rodeada de todas las médicos y enfermeras que la cuidaron durante su nacimiento, que llegó sobdadament cuando sus padres disfrutaban de unos días de vacaciones a Salou. Este medio recogía su historia hace unas semanas. «Volamos, mi marido y yo, hasta Salou el 21 de junio de 2014. Estaba de vacaciones y quería relajarme, ya que no había tenido problemas durante el embarazo. Pero me puse de parte espontáneamente al cabo de pocos días, el 25 de junio», relataba a Imelda Kelly, la madre de Sophia, desde el Reino Unido. Imelda Kelly se cayó al lavabo de su habitación, en el hotel Solo de Salou, y su marido pidió rápidamente una ambulancia en Recepción. Fue trasladada inmediatamente al Centro de Asistencia Primaria para que le pusieran puntos de sutura, y allí se dio cuenta de qué estaba sufriendo contracciones.
Imelda fue trasladada rápidamente al hospital Juan XXIII. Le tuvieron que inyectar esteroides en un intento infructuoso de detener el nacimiento que se produciría pocas horas después. «No sabíamos si era niño o niña, porque las enfermeras la tomaron rápidamente, pesaba poco menos de un kilo y necesitaba cuidados. Pero se le escapó un grito, y fue una delicia escucharlos. Todas las nuestras temores se desvanecieron», recordaba a la madre de Sophie.
Visitar el equipo de Pediatría del Juan XXIII ya se ha convertido en una tradición. «Intentamos venir cada año, pero hace poco tuvimos otro hijo, y eso nos ha complicado un poco los viajes», relataba Imelda. Sin embargo, este verano han podido volver a la que consideran su «segunda casa». Cada vez que pisan otra vez el hospital, la Imelda y su marido aseguran que se oyen «extraños», porque todavía no se acaban de creer todo lo que vivieron en Tarragona. La madre de Sophie, visiblemente emocionada, expresaba que la ciudad y el hospital siempre tendrá un «lugar especial» en su corazón. Según decía, «el equipo de Pediatría hizo un trabajo fantástico, mucho mejor que el que a veces se realiza en el Reino Unido». Es por este motivo que ayer quiso hacer una donación de 300 euros, cantidad que entregó a la supervisora del Servicio, Elena Mateo.
Mateo y el resto del equipo recibieron a Sophie y su familia con una sonrisa de oreja en oreja. «Estamos encantadas, porque ellos están muy agradecidos con nosotros y lo manifiestan cada vez que nos visitan», expresaba Mateo. Según reconocía, «no se trata de un hecho inusual, porque llegan muchos niños de PortAventura que después vuelven al hospital a vernos». Eso, según decían los miembros del equipo, «significa que estamos haciendo las cosas bien». Por otra parte, manifestaban que «nos gusta mucho ver crecer a las criaturas», y subrayaban que «a Sophie se la ve muy fuerte y muy sana».
La protagonista de esta historia tuvo que pasar unas semanas en la incubadora para solucionar los problemas en sus pulmones, que surgieron a causa de su nacimiento prematuro. Dejó al Juan XXIII en agosto, cuando tenía bastantes fuerzas para viajar hasta el Reino Unido. A partir de aquel momento, y según relataba la madre de Sophie, «sufrió algunos problemas de lateralidad, cuando empezó a andar, pero ahora ya está cuidada del todo y es muy fuerte».
Con una piruleta de fresa a la boca y los labios manchados, de caramelo y de una sonrisa de oreja en oreja, Sophie escuchó cómo el equipo de Pediatría le dedicaba el Happy Birthday delante de la habitación donde nació hace tres años. Después, Georgina, que vio sus primeros momentos de vida, le regaló una muñeca. La estampa era idílica. Los padres de Sophie, emocionados, daban las gracias otra vez a todo el equipo. Después, todos tuvieron que llamarse adiós. No fue un despido triste, porque Sophie y el resto de la familia volverán, a buen seguro, a Tarragona. Incluso el Imelda se está planteando que su hija venga a estudiar en la ciudad. Todavía faltan años por eso. Hasta entonces, sin embargo, tienen claro que volverán a Tarragona, la ciudad que vio nacer su hija.