La recuperación del Circo ha tenido que superar muchos obstáculos desde los 80
El último hallazgo ha sido una roca alisada cerca de las carceres, ubicada en el espacio de la arena del monumento romano
El pasado 14 de noviembre se anunció la que, hasta ahora, es el último hallazgo vinculado al Circo de Tarraco, veinte metros de roca recortada que formaría parte de la arena y que fue localizada en el curso de unas obras que se llevan a cabo en la calle Salines. Un día después, la concejala de Patrimonio, Begoña Floria, convocó una rueda de prensa in situ para informar del descubrimiento. Hace unos años, la situación era más bien la inversa: se intentaban esconder los hallazgos. La política dirigida a poner a la vista de todo el mundo restos del monumento en algunos sectores del gran edificio de Tarraco, como la Cabecera, se enfrentaba a medidas contrarias, destinadas a ocultar otros aparecidos en lo mismo monumentos, pero en otros sectores. Desde los años ochenta, sin embargo, la evolución ha sido favorable al monumento, que ahora se conoce mejor y, sobre todo, se ha hecho más visible.
Hay que ir unos años atrás, cuando el presidente del Ayuntamiento de Tarragona era el alcalde Josep Maria Recasens, para establecer el inicio de la recuperación del Circo, a pesar de algunos obstáculos que surgieron y que, finalmente, no prosperaron. La primera actuación fue la recuperación de la Cabecera, la muralleta medieval y la Torre de las Monjas con la demolición de dos cines y de un edificio donde había, en la parte inferior, una gasolinera, en la Rambla Vieja. El siguiente paso fue la desaparición de inmuebles en la Bajada Pescadería para dejar al descubierto un sector de las gradas de la curva norte y la Puerta Triumphalis.
Con la recuperación de esta zona, Tarragona empezó a disfrutar de unos de los sectores más importantes del monumento. Años después, en el tráfico de un siglo en el otro, se pusieron al alcance del espectador nuevos sectores, unas acciones que no estuvieron exentas de encendidos polémicos. La primera surgió en la calle Trinquet Vell, donde había la conocida como Casa de los Militares. La idea inicial era construir en el mismo solar, pero el proceso de desmontaje del inmueble puso al descubierto importantes evidencias de las gradas del Circo. Finalizados los trabajos, se comprobó la potencia de los restos y se rehusó sacar adelante la nueva construcción. Una vez limpiada y acondicionada la zona, el resultado fue el tramo que actualmente se puede ver desde Trinquete Viejo y Enladrillado.
El caso de Cedazos
El segundo capítulo especialmente polémico siguió unas pautas similares a las de Trinquell Vell. Afectó al sector del Circo de la plaza de los Cedazos. Los restos ahora visibles y en las que actualmente se está actuando para colocar unas gradas simuladas, habrían desaparecido en buena parte de ejecutarse un proyecto del Patronato Municipal de la Vivienda para construir un bloque de viviendas protegidas. Todo estaba decidir y el Ayuntamiento, dirigido por el alcalde Joan Miquel Nadal, aprobó la edificación de un inmueble, pero a causa de la reacción ciudadana que se produjo, finalmente desistió de sus intenciones y el resultado fue la preservación de este espacio que contribuye a entender mejor como era el Circo. En todos los casos, el posicionamiento de la Reial Societat Arqueológica Tarraconense, partidaria de conservar y recuperar el monumento, jugó un papel fundamental.
Uno de los últimos hallazgos vinculados al Circo y de los cuales se informó se localizó el interior del Palau Municipal. A inicios del 2007, las obras para la instalación de un ascensor pusieron al descubierto elementos correspondientes a la carcera de l'edific romano, el punto donde se reunían caballos y carruajes antes de las pruebas y donde estaba situada la línea de salida.
En el siglo XVIII ya había noticias de la posibilidad de que en esta zona de la plaza de la Fuente se pudieran encontrar las carceres del Circo, gracias a comunicados y escritos del padre Flores. Las noticias más evidentes llegaron, sin embargo, a los años 30 de la mano de Josep Maria Nogués con un libro que habla de las piedras de Sant Fructuós, donde ya se decía que en el actual patio de Jaime I había un muro que podía corresponder a una carcera. Estuvo precisamente en este punto donde se encontraron restos que confirmaron la hipótesis.