Pep Escoda, el retratista del alma
El reconocido fotógrafo tarraconense ha ganado su 21º Premio Lux, considerados los Oscar de la fotografía
El pasado 22 de noviembre se hizo en Barcelona la entrega de los Premios Lux, un certamen organizado por la Asociación de Fotógrafos Profesionales de España y que son considerados por muchos como los Oscar de la fotografía profesional. En esta 25ª edición del certamen, el fotógrafo tarraconense Pep Escoda recogió su 21º premio Lux, en esta ocasión en la modalidad de retrato, por una serie protagonizada por el actor Christopher Walken, que Escoda realizó durante el Festival de Cine de Sitges del año pasado. «Este premio es un reconocimiento, y me da mucha fuerza, pero sobre todo es un premio compartido, es de toda la gente que me ha ayudado y ha estado a mi lado estos 27 años de profesión como fotógrafo autónomo. Si el trofeo fuera de oro de verdad, lo haría fundir y daría un trozo a cada uno».
Escoda está especializado en retrato, pero también en fotografía de arquitectura, alimentación y reportaje. No obstante, confiesa que es la vertiente de ‘retratista’ la que le gusta más, y rechaza la afirmación que, a pesar de acumular tantos reconocimientos y de que publique por medios de todo el mundo, haga retratos excepcionales. «Aunque es un tópico, sólo busco captar el alma de la persona. Con los personajes famosos, por ejemplo, te encuentras con que son gente que les han hecho muchas fotos y ya tienen una pose. Yo intento llevarlos a mi terreno, muy cuidadosamente, y con mucha psicología, acabo diciéndoles cómo los quiero o cómo los veo». Escoda trabaja el retrato con mucha antelación porque un bueno disparo no es casual: «Christopher Walken es un actor que siempre ha sido vinculado a papeles de acción, y tiene una cara dura, pero en la mirada vi algo más. Antes de la sesión de fotos me miré la película 'El último concierto', donde hace de xelista, un personaje más sensible que sus papeles habituales. Estudié la fisonomía y los gestos, y al día siguiente traté de sacar lo que vi el día antes». Este método lo aplica también en los retratos de personas anónimas que vienen al estudio. «Antes tomamos un café y hablamos. Me gusta más atrapar aquello que es desconocido de la persona que la belleza en sí, aquello que todos tenemos pero no siempre enseñamos».
Pep Escoda, serrallenc de nacimiento y tarraconense hasta la médula asegura que su historia con la ciudad es una historia de amor: «hace unos años decía que su luz me atrapaba, y era cierto, pero vas a Extremadura, a Sevilla o a Miami y también hay una luz acojonante. ¿Y qué me dices de aquella luz de París nublado? Con Tarragona estamos enamorados, aunque a veces no sé si ella está enamorada de mí, todavía no me lo ha acabado de demostrar». Escoda se muestra convencido de que la ciudad tiene un potencial cultural por explotar, y lamenta una falta de autoestima colectiva que hace que ni los propios artistas ni las instituciones hayan apostado por la ciudad. Lejos de lamentarse, sin embargo, Escoda reclama más energía. Él, que tiene a carretadas, la recarga cada día con un paseo desde su estudio, en la calle Comte, hasta la calle la Nau para mirar el mar. «No podría vivir en una ciudad sin mar», concluye.