De la guerra del Norte del s. XVIII a la Marina Port Tarraco de Tarragona

Marina Port Tarraco acoge, hasta mañana por la mañana, una réplica exacta del barco ruso Shtandart, fuselaje que hizo construir al zar Pere el Gran el año 1703, y que participó en acciones militares a la guerra del Norte. Esta recreación fue un sueño llevado a cabo por el capitán de la nave, Dmitry Ryabchikov, quien contó con la ayuda de varios «soñadores como yo» y de algunos patrocinadores, según relataba él mismo en aguas tarraconenses. Después de su paso por la ciudad, el Shtandart se dirigirá a Francia y a Italia, desde donde partirá en países como Portugal, Bélgica u Holanda. Y es que el objetivo de este fuselaje es transmitir la historia del barco, que participó en más de una decena de batallas entre los años 1703 y 1719. «Vamos a todos los países que tuvieron vinculación en el barco y explicamos a la gente qué pasó», detallaba el baches capitán.

Ryhabchikov recordaba con una sonrisa de oreja en oreja que la creación del barco fue una «auténtica locura». «La madera la conseguimos después de firmar un contrato con un bosque ruso. Nosotros limpiábamos el bosque y, a cambio, nos llevábamos el material», decía. Después, llegó la ayuda de empresas como Volvo, que han patrocinado la creación de esta réplica.

El Shtandart acostumbra a atracar en dos puertos cada semana, aunque también hace pausas de hasta dos meses por el mantenimiento de la embarcación. Su tripulación está formada por cinco marineros profesionales y una quincena de voluntarios, que llegan al fuselaje para aprender y compartir experiencias, a la vez que ayudan en las tareas de mantenimiento. «Hemos llegado a tener 14 nacionalidades diferentes encima del barco, es fantástico», apuntaba Ryhabchikov.

Esta réplica, «completamente exacta», cuenta con todo tipo de detalles y con una tecnología moderna que «nos permite sobrevivir en grandes tormentas como la que sufrimos mientras cruzábamos el océano Atlántico hace algunos años». El Shtandart empezó a tomar forma el año 1994, 300 años después de que el zar Pere el Gran firmara un edicto que obligaba a preservar el barco como si se tratara de un monumento. Ahora, Ryhabchikov y el resto de la tripulación viajan por todo el mundo y participan en recreaciones históricas. «Allí nos disfrazamos como a la época y hacemos ver que luchamos con los cañones», añadía.