«Nunca nos vengaremos bastante del franquismo y sus descendientes, ahora al poder»
El escritor de Perpiñán ha ganado el Premio Sant Jordi con su última novela, ‘Yo soy aquel que mató a Franco’
—Ha explicado que los versos de Pere Quart «Desconfía de la historia. Sueñala y rehazla» son la génesis de la novela. ¿Por qué?
—Es una chispa muy lejana. Hay que ir hasta 1979, cuando tenía dieciséis años. Hacía caminatas, y un día, por el regazo del Canigó, vi un monolito con una inscripción que deja eso, sin nombrar al autor. Me impactó mucho, era una frase muy potente, y además estaba escrita en catalán. Me la apunté y me acompañó, de vez en cuando pensaba. Años más tarde descubrí que eran unos versos de Pere Quart y me impactó todavía más. Me imaginé que estaban como unos mandamientos que alguien había dejado en la montaña para que yo los encontrara. Y como soy novelista, no encontré otra manera de obedecer estos tres mandamientos que haciendo una novela.
—Su novela se mueve en el terreno de la ucronía. ¿En qué se diferencia de la historia-ficción?
—La ucronía es diferente, porque cambia el sentido de la historia. La historia-ficción sería poner a unos personajes ficticios en un entorno histórico concreto y real. En la ucronía la historia acaba un camino diferente. Encuentro que es interesante porque activa la imaginación no sólo del autor, sino también del ciudadano, hace pensar «qué habría pasado si...» o «qué habría hecho si...». Un día pensé que podría hacer una, e inmediatamente decidí que si hacía una ucronía, tenía que ser para pelar a Franco. Porque me pareció la cosa más natural del mundo: si eres catalán y demócrata, tienes dos razones muy potentes para desear que Franco hubiera muerto antes de su plazo biológico real.
—Tuvo claro desde el primer momento cómo quería que fuera esta muerte?
—De hecho, en la novela, en ningún momento afirmo que Franco muere. Lo afirma el narrador. Sin embargo, el mundo de los humanos está lleno de mentiras y de medias verdades y, por lo tanto, prefiero dejar una cierta incógnita para que el lector pueda entrar en la novela sin prejuicios. Lo que me planteó un problema real era como hacer chocar a dos personajes que no tenían ninguna posibilidad de encontrarse, Franco y un corrector catalán tuerto, originario de Solsona, que no ha tocado un arma en su vida.
—En su libro, este verdugo de Franco es un catalán apasionado por la lengua, y la última frase que oye al dictador es en catalán. Es una venganza literaria en toda regla.
—Me he preguntado mucho qué habría pasado con Franco, si hubiera declarado la guerra a los aliados como a la novela. Seguramente se habría extinguido hacia el 44 o el 45, lo habrían cerrado o ejecutado. Yo lo que habría querido es que lo hubieran cerrado en una prisión y que todos sus carceleros hablaran sólo vasco o catalán. Pero más allá de eso, sí que esta novela es una venganza. Creo que no nos vengaremos nunca lo suficiente de Franco, del franquismo, de los franquistas y de los descendientes de los franquistas que ahora mismo tienen el poder en España.
—Recibió el Sant Jordi y el libro lleva|trae el logotipo de Òmnium a la portada. ¿Qué ha significado, todo eso, para Usted?
—Significa mucho. He tenido el extraño privilegio de ser el primero y de momento único ganador del Premio Sant Jordi que no ha podido hablar con el presidente de Òmnium Cultural. Eso es muy doloroso. Con Jordi Cuixart hemos intercambiado alguna carta, pero la llamada para anunciarme el premio me la debe. Sin embargo, en parte, el Sant Jordi significa mucho porque mi historia personal se me había alejado totalmente del catalán. Estaba programado por la escuela francesa para no saber nada de Cataluña ni del catalán, y durante muchos años mi relación con Cataluña era un hilo muy tenue que se habría podido romper en cualquier momento. Partir de aquí y llegar a tener el Premio Sant Jordi ha estado muy importante, como escritor y como ciudadano catalán.