«Es importante no hablar seriamente, de la seriedad salen pocas cosas»
El ganador del Premio Sant Jordi del 2015 por ‘La vida sin Sara Amado’ vuelve con una novela sobre cuatro hombres que buscan su sitio en el mundo
—Quienes son los metecs?
—Son un grupo de extranjeros o forasteros sentimentales y espirituales. Metec viene de la mítica canción de Georges Moustaki Le métèque, de la cual Marina Rossell hizo una versión, El metec. Ella tuvo la audacia o el atrevimiento de mantener el nombre, a pesar de ser una palabra poco conocida. Casi se podría decir que he escrito esta novela para poder ponerla al título.
—Y los cuatro metecs de su novela?
—En el libro están cuatro, pero en el fondo son muchos más. Los metecos son aquel grupo de padres que llevan a los niños al mismo cole, que se han hecho amigos a base de cafés y de decir tonterías, y que se sienten desplazados en relación al padre o el hombre que son. A veces, digo que la novela habla de la búsqueda del padre que es uno mismo, y de cómo esta búsqueda se vuelve un poco alocada.
—Uno de los lemas de sus metecos es no hablar nunca seriamente. Pero hay veces que es casi inevitable.
—Es importante no hablar seriamente, porque de la seriedad salen pocas cosas, en cambio de todo aquello que no es serio pueden salir chispas de verdad. A los metecs a veces se les escapan pequeños dramas personales, pero siempre pasan por el filtro de la ironía.
—La historia empieza con una frase que podría haber sido el título: ‘Ayer volví a Les Voltes’, y es una idea que se va repitiendo a lo largo de la novela. La idea de retornar al pueblo forma parte de su paisaje literario.
—En realidad no es un viaje de retorno, sino de ida. Otro de los leitmotivs de la novela es que no se puede devolver: tú haces el gesto de volver, pero te das cuenta de que ni el lugar ni tú sois los mismos, por lo tanto sólo haces el viaje de ida. Y en este caso es muy explícito, el personaje principal, Mario, un uruguayo que habla catalán y castellano, a quien la mujer acaba de abandonar y se oye|siente muy desvalido, hace el viaje al pueblo de su infancia para distraer el dolor del presente. Lo hace con la condición que no lo reconozcan, porque es muy vergonzoso. Al principio, no lo reconocen, hasta que llega a casa de una de las niñas de su infancia, la Caterina Jou, y por primera vez tiene la sospecha que lo han reconocido. La mujer es importante como origen y también como destino, es el contrapunto de estos metecos hombres. La novela tiene una apariencia muy masculina, con puntos y opiniones casi misóginos, pero las mujeres que lo han leído dicen que tiene un corazón femenino.
—Otro de los metecos, Pere, es un escritor que hace unos años ganó un premio importante. Es casi inevitable ver a Pep Puig.
—Sí, pero también tengo muchas cosas de Mario. Es una novela biográfica, pero no autobiográfica. A los padres los conozco, y el libro se ha ido retroalimentando con la vida real. Pero al final la novela tiene una autonomía propia.