Diari Més

Ponen en marcha en Tarragona un programa que prioriza el tratamiento de los adolescentes adictos a las drogas

En el Centro de Atención y Seguimiento (CAS) están abiertos a la atención de jóvenes a partir de 12 años que consumen cannabis o cocaína y ya tratan 11 casos

Plano medio de las dos psicólogas del CAS, Carme Casas i Noemí Vivas, en una entrevista con el ACN. Imagen publicada el 26 de junio de 2018

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El Centro de Atención y Seguimiento (CAS) a las drogodependencias de Tarragona ha puesto en marcha un programa dirigido a los adolescentes, de entre 12 y 23 años, con adicciones en sustancias. El proyecto, que hace unos dos meses que ha empezado, ya atiende once casos, de momento. La mayoría son por consumo de cannabis y cocaína, aunque también hay éxtasis o anfetamina. El programa trata a los jóvenes como usuarios preferentes. «Son más vulnerables y pensamos que los podemos coger más a tiempo y hacer que las cosas no vayan a peor», ha explicado Carme Casas, una de las psicólogas del CAS, de que apunta que es clave hacer una buena intervención cuando están «al principio de su posible carrera adictiva». El programa trata de cambiar la relación del adolescente con las drogas para intentar que deje el consumo, aunque el primer paso es la toma de conciencia de los problemas asociados a las sustancias. El CAS de Tarragona atiende usuarios del Tarragonès, Alt Camp y Baix Penedès.

La mayoría de jóvenes llegan al caso derivados por el médico de cabecera, urgencias o psiquiatría, aunque también hay de otros que llegan llevados por los padres o por los centros tutelados. Entre los 11 casos atendidos en el periodo de un mes, tres jóvenes son menores de 18 años, cuatro tienen entre 18 y 22 años y cuatro son mayores de 22 años. Según las psicólogas, cuando un joven llega con un problema de consumo a sustancias, aquella droga no es el único factor problemático que tiene alrededor: «puede estar en un ámbito familiar o en el entorno, pero no hay un consumo y ya está, siempre va ligado a algún factor de riesgo más», señalan.

Con respecto a las sustancias, los jóvenes que se tratan al caso no suelen consumir una sola, sino que hay una mezcla de sustancias, encabezadas por el cannabis y sumadas a otros, legales y más accesibles, como el alcohol y el tabaco. «Siempre hay una sustancia que les lleva más problemas y a la qué ellos sienten que están más enganchados y que ven que los tiene atrapados», explica Casas.

Áreas de impacto

Aunque no se ha detectado que se haya adelantado la edad de consumo de sustancias -se mantiene estable entre los 11 y 12 con respecto al alcohol y el tabaco, y los 13 por el consumo de marihuana- sí que se ha detectado más accesibilidad en el cannabis. Esta sustancia se ha popularizado mucho y los jóvenes tienen la percepción que no es una droga ilegal, como podría ser la heroína. Aparte, se suma el componente socializador de esta sustancia: «es un rasgo más del grupo, de pertenencia, y está arraigado con el sentimiento de grupo, junto con la manera de vestir o lo que hacen», apunta Vivas, que señala que suelen consumir en grupo y casi nunca de manera individual, a estas edades.

Según las psicólogas del programa, el alcohol y el tabaco, conjuntamente con el cannabis, dan el paso a otras drogas: «se acercan a las personas que venden, a los sitios donde se consume, y el joven, que es curioso, no tiene percepción de riesgo y prueba cosas». Normalmente, la primera vez se produce en un contexto de fiesta, en fin de semana, y cuando ya ha bebido mucho alcohol y no controla tanto las decisiones. «Si lo prueban y no se los pone bien, es un revulsivo; pero si lo prueban y se lo han pasado muy bien... ya está», concluye Casas.

En los adolescentes, no se centran en el patrón de consumo, ya que este es muy incipiente. En cambio, la atención se centra en las áreas en que ha repercutido, como la escuela, la familia o el trabajo. «No por consumir cada día tiene por qué ser peor», explican, «hay que explorar la gravedad del impacto que tiene en su vida». Además, remarcan que, en gente muy joven, cualquier consumo, aunque sea sólo de fin de semana, ya es de riesgo.

La alianza con el adolescente, clave

La línea iniciada por el CAS a Tarragona sigue las recomendaciones del plan director de salud mental y adiciones, que contempla como objetivo establecer alianzas estratégicas y distribución de flujos en el propio territorio para hacer un abordaje asistencial de las sustancias psicoactivas y trastornos mentales asociados a los que el menor presenta o puede llegar a presentar. Con este programa, se quiere tratar de optimizar el proceso y anticiparse para evitar que la situación vaya a peor. El trato de prioridad lo reciben también las gestantes y aquellos consumidores que entran por el programa de mantenimiento de metadona. «Todos los casos son complicados, pero la adolescencia lo es más: se encuentran en un momento vitales y la familia se resiente». explica Casas.

El tratamiento en adolescentes se centra en el trabajo de los psicólogos, aunque hay otros médicos disponibles para atender en caso de que el joven venga del servicio de urgencias con una medicación concreta, o que necesite una desintoxicación. La estrategia a seguir pasa por lo que los expertos denominan la alianza: «hacer que el paciente vuelva a venir, que confíe y la consulta sea un espacio de seguridad». Hay situaciones en que conseguir este acuerdo es más difícil porque hay jóvenes que han sido atendidos previamente en otros servicios y hay cierto «cansancio», según las psicólogas. «Tienes que intentar ir a su tiempo», comenta la psicóloga Noemí Vivas, que afirma que el rodaje con los jóvenes es más lento que con los adultos.

De entre los jóvenes atendidos, hay que se incorporan al programa forzados por los padres, que «los llevan de la oreja, enfadadísimos», y eso puede complicar la manera como el paciente sigue el tratamiento. «A veces dicen que si entra el padre no entran ellos, entonces hacemos turnos», detalla Vivas. Con todo, Casas afirma que hay adultos que también van obligados, muchas veces por la pareja. Incluir el entorno familiar es una de las piezas que hay que encajar para avanzar, como en otra medida lo es también el entorno de amigos, un colectivo que a estas alturas no se incluye en el tratamiento pero sí que se tiene en cuenta en tareas de prevención, hechas sobre todo en centros escolares.

Cuatro años para alejarse de las drogas

El CAS hace una buena valoración de las personas que han atendido a lo largo de los años, aunque eso no significa que todos hayan acabado dejando el consumo de drogas de lado. «Quiere decir sólo que aquella persona ha aumentado la conciencia que tenía y han podido empezar a funcionar de otra manera», afirma Casas. El proceso de alejarse de las sustancias es largo, de una media de cuatro años. En el centro, una parte de las personas tratadas han vuelto más tarde: «vienen a dejar alguna sustancia, como la cocaína, y al cabo de unos años vuelven para dejar el tabaco o el cannabis», detalla Vivas.

El centro

El CAS de Drogodependencias de Tarragona, integrada en la Red de Atención a las Drogodependencias de Cataluña, tiene más de 30 años de trayectoria profesional. Ofrece tratamiento ambulatorio especializado a las personas con trastornos por uso de sustancias psicoactivas desde un abordaje biopsicosocial y a su familia.

El conocimiento del servicio del CAS por la ciudadanía afloró con el programa de sanciones, una alternativa a la multa a los menores de edad denunciados por una infracción relacionada con el consumo o tenencia de drogas ilegales. El equipo del CAS lamenta que haya dejado de estar vigente en los más jóvenes, ya que el programa permitía acercar al adolescente a un centro médico y, posteriormente, poder retornar para tratar de dejar las sustancias definitivamente.

«Hay que habían venido hacía dos años por sanciones y que después de dos años volvían porque lo querían dejar, bien porque habían empezado a trabajar o que se habían sacado el carné de coche y no querían tener problemas», detalla Casas. «Es una lástima perder a esta gente que venía: hacíamos grupos, veían que no nos comemos a nadie, se conocían entre iguales y entre ellos se ayudaban», se queja Casas. Así, al reducir la edad para acceder al programa de sanciones, el CAS ha visto como también ha disminuido el número de gente que se ha acercado al centro, que ya no lo hacen tanto si no reciben nada a cambio.

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