Sanidad Pública
La UCI de Joan XXIII consigue acortar la recuperación de los enfermos
Mediante varios tratamientos innovadores, como la movilización precoz, han podido reducir hasta seis días la estancia hospitalaria
La alarma del monitor de uno de los box del UCI empieza a sonar de forma reiterada. Varias personas que han venido a visitar a otros pacientes, giran la cabeza. «¿Pasa algo grave?», se adivina en su mirada. La Unidad de Cuidados Intensivos del Joan XXIII es un sitio tan frío como sus paredes, pero por suerte, algo está cambiando en este servicio situado en la primera planta del hospital. Sus profesionales, mediante un gran equipo multidisciplinar, están procurando hacer más humana la estancia de pacientes y familiares en lo que posiblemente es uno de los aprietos más duros de sus vidas.
«Humanizar implica muchas cosas, pero no es más que ser persona antes que médico», resume el doctor Ángel Pobo.
La muestra más visible es que la puerta de acceso a la UCI ya no permanece infranqueable durante la mayor parte del día. Los familiares han pasado de tener una hora y media visitas al día (repartidas en mañana, mediodía y tarde) a poder estar tanto como quieran, a excepción de las primeras horas de la mañana, que se dedican a realizar procedimientos y pruebas. Además de la puerta abierta, el equipo de médicos, enfermeras y fisioterapia, trabaja en tres flancos diferentes (movilización precoz, tratamiento del delirio y la sedación y humanización de la estancia), con el fin de avanzar en la recuperación de estos enfermos graves, algunos de los cuales, vueltos a nacer después de severas afecciones.
Es el caso de Scarlat Anca, una paciente de 62 años que en una operación de vesícula sufrió importantes complicaciones. «Ahora hace seis semanas que está aquí en la UCI. Ha estado muchos días estirada y dormida. Hoy, es el segundo día que la hacenm caminar. Me hace mucha ilusión verla así», explica su hija Elena. Anca lo hace gracias a un arnés y una grúa que la sujetan en caso de que pierda la fuerza, pero el esfuerzo lo realiza ella. «Tira, tira,» consigue decir, a pesar de llevar todavía el respiradero mecánico a través de la tráquea, al fisioterapeuta David Moya. Finalmente, consigue dar un paseo entero en torno al mostrador central, donde está el control de enfermería. A la doctora Mònica Magret y la enfermera Judith Mariné la observan con mucho orgullo. Son las responsables, junto con la doctora Paula Perelló, de la Movilización Precoz, un programa pionero de la UCI de Joan XXIII que ha llamado la atención de sanitarios de otros hospitales del Estado y del extranjero, según explica la jefa del servicio de Medicina Intensiva (UCI, Semicríticos y Coronaria), Maria Bodí.
Y es que los resultados, presentados en congresos internacionales, son meritorios. Según el estudio realizado por los mismos sanitarios, comparando la estancia de pacientes que habían recibido el tratamiento, con otros que no lo habían hecho al no estar todavía implementado, se ha conseguido acelerar de una forma notable su recuperación. «Hemos observado que los pacientes tratados, han necesitado dos días menos de ventilación mecánica, un día menos de estancia en la UCI y han podido estar seis días menos ingresados en planta. Además, la proporción de pacientes que se han podido marchar hacia casa después de estar en planta y no han tenido que pasar por el Sociosanitario ahora es del 75% y antes era sólo del 45%», expone la doctora Magret.
Pero para poder ejercitar los músculos (muy debilitados durante una larga estancia en la cama) y al mismo tiempo avanzar en el proceso de recuperación físico y mental, es fundamental que el paciente pueda estar despierto lo antes posible. «Antes, cuando empezábamos a despertarlos de la sedación, quizás pasaban cinco o seis días hasta que estaban conscientes del todo», recuerda al doctor Pobo. «Han ido cambiando los tipos de sedantes y eso nos ha permitido poder poner a los pacientes una sedación más ligera, que al mismo tiempo es más fácil de retirar,» explica la doctora Bodí. En esta etapa de la recuperación, entran en acción a la doctora Vanesa Blázquez y la enfermera Diana Gil, encargadas también, de prevenir y, dado el caso, minimizar los delirios, muy habituales durante el proceso de recuperación de la conciencia. «Cada día que el paciente se encuentra en delirio aumenta el riesgo de mortalidad en un 10%», desgrana Blázquez.
Evitar el delirio con la familia
«Cuando despiertan es un momento en que se agitan porque están desubicados y puede ser un poco brusco», apunta a la enfermera Laia Labad. «Pongamos el caso, alguien que iba a trabajar y ha tenido un accidente y al despertarse se nota un tubo en la boca con un aire que le está entrando a presión, con luces y con ruidos extraños, y además, le hace daño todo y no sabe qué ha pasado», refiere la enfermera Diana Gil. Así, la familia juega un papel clave en la recuperación de la conciencia. «Ayuda mucho si oyen una voz conocida, se les acaricia, se les toca, se les habla con suavidad y se les intenta reubicar», desarrolla Labad. De hecho, dentro de la amplia guía de Atención a los Familiares que han realizado a los profesionales del UCI, se indica expresamente que es positivo llevar al enfermo, por ejemplo, sus gafas, sus audífonos, «un reloj, una radio, un calendario, fotos, diarios o libros». Además, con el fin de no sentirse desubicados, en un proceso posterior, es bueno que puedan disponer de su móvil o el ordenador.