Ferran Boix Pàmies: De Tarragona a Ginebra
«Aquí conviven muchas lenguas y maneras de vivir diferentes y te tienes que adaptar»
Ferran Boix trabaja en Suiza como ingeniero en el CERN, el acelerador de partículas mayor del mundo, que estudia los componentes de la materia
Ferran Boix vive en Ginebra desde junio de 2017. Este tarraconense de 26 años trabaja en el acelerador de partículas más grande del mundo. Este organismo, fundado en 1954, fue uno de los primeros laboratorios conjuntos en Europa y cuenta con 20 Estados miembros, entre los cuales se encuentra España.
—¿Qué hace en Ginebra?
—Soy ingeniero de materiales en el Consejo Europeo por la Investigación Nuclear (CERNE). Estudié Ingeniería de Materiales e Ingeniería en Tecnologías Industriales
—¿Cómo ha sido su trayectoria profesional hasta ahora?
—Este es mi primer trabajo, así que no me puedo quejar.
—¿Qué motivos lo llevaron a marcharse de casa para ir a vivir al extranjero?
—En principio quise hacer un Erasmus, quería conocer sitios diferentes, gente nueva, maneras de hacer diferentes. Al final, estas experiencias han acabado cambiando la manera de entender cómo vivo y me han llevado a seguir viviendo en diferentes países a medida que voy creciendo como persona.
—¿Cuál fue su primera impresión del país al llegar?
—La primera impresión no fue muy diferente que la que tiene un turista cuando visita una ciudad europea en la cual no ha estado nunca. Con el tiempo vas conociendo los rincones que más te gustan y te sientes familiarizado con el ambiente.
—¿Fue muy sorprendente el cambio o fue, más o menos, tal como se lo había imaginado?
—No sé qué es lo que me imaginaba, pero en general las costumbres no son tan diferentes. Una vez superada la barrera del idioma, el cambio no es nada brusco.
—¿Cuáles son las principales diferencias entre Ginebra y Tarragona?
—En general todo funciona mejor, la hora de comer y cena, el horario comercial, la hora que la gente va a dormir, etc. Pero se puede mantener el horario tarraconense sin problema, excepto para ir a comprar al supermercado.
—¿Cuáles son los lugares más característicos de su nueva ciudad de acogida?
—Principalmente el jet de eau, una fuente que tira agua a 140 metros de altura. También es interesante el casco antiguo, la sede de la ONU y, por descontado, el CERN, el acelerador de partículas más grande del mundo. Aparte de la ciudad, las vistas a los Alpes nevados todo el año siempre son bonitas.
—¿Qué destacaría de la manera de trabajar del país? ¿Las conductas son similares o diferentes a las del Estado español?
—No he trabajado nunca en España, así que no me atrevo a hacer comparaciones. De todos modos, trabajar en una institución de investigación puede ser muy diferente a trabajar en el mundo industrial o empresarial. En cualquier caso, lo que si existe en Ginebra es un ambiente muy internacional en muchas de las organizaciones que tienen su sede: CERNE, ONU, las organizaciones no gubernamentales (ONG), bancos internacionales, etc. Al final, los trabajadores se acostumbran a convivir con muchas lenguas y maneras de hacer diferentes que se tienen que adaptar para poder conseguir resultados juntos.
—¿Desde que llegó, ha vivido o le ha pasado algo curioso de que no se hubiera imaginado nunca?
—No se me ocurre nada demasiado especial, excepto que desde que me marché al extranjero siempre tengo que pronunciar mi nombre lentamente varias veces cuando conozco a alguien por primera vez.
—¿Qué es lo que más echa de menos de casa?
—La comida, el buen tiempo y la cerveza barata, pero sobre todo la familia y amigos, como es comprensible, aunque algunos de ellos ahora también viven en el extranjero como yo.
—¿Qué costumbre del país actual se llevaría hacia Cataluña?
—Comida, el queso fundido de vez en cuando vale mucho la pena.
—¿Tiene intención de volver pronto o de momento no?
—Volver a vivir cerca de Tarragona parece que todavía queda lejos, pero nunca se sabe. De todos modos, me gusta pensar que a Tarragona vuelvo para disfrutar, venir de vez en cuando para pasar unos días tranquilamente, comer a gusto con la familia, relajarme con los amigos y dejar atrás las preocupaciones de la vida diaria.