Diari Més

Berta Mestres Vendrell: De Tarragona a Yokohama (Japón)

«De Japón me llevaría a Cataluña la educación, el orden y la limpieza»

En un cambio de avión en Helsinki una japonesa mayor que no conocía «me invitó a ir a su casa y ahora nos enviamos postales para felicitar la Navidad»

Berta Mestres, en uno de los lugares que visita en el país asiático.

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—¿Cómo ha sido su trayectoria profesional hasta ahora?

—He trabajado a tiempo completo una vez. De profesora de inglés. Estuvo medio año en una escuela internacional en el centro de Tokio. El resto, mientras iba a la universidad y viviendo en Japón, ha sido a tiempo parcial mientras estudiaba. He hecho de profesora de inglés, de camarera y ahora también hago evaluación de redes sociales. Espero poder dedicarme a la traducción o a la interpretación también.

—¿Qué motivos la llevaron a marcharse de casa para ir a vivir al extranjero?

—La primera vez fue por curiosidad. Había acabado segundo de carrera y sentía presión pensando en el futuro. Hasta ahora había caminado un sendero con guía, pero ahora lo que pasara era mi responsabilidad, nadie haría las cosas por mí. Tenía dinero ahorrado de la beca y ganas de hacer algo que siempre había querido hacer, así que me compré un billete de avión y fui a Japón dos semanas que acabaron alargándose. La segunda vez fui por estudios y ahora, la tercera vez, por una historia de amor.

—¿Cuál fue su primera impresión del país?

—Japón es un mundo diferente. Al principio todo me parecía genial y me enamoré. Me gustó tanto que sabía que viviría allí. Una vez pasada la novedad, te das cuenta de que también hay cosas no tan bonitas, como en todas partes. Hay varias cosas qué no estoy de acuerdo, desde actitudes hasta manera de hacer las cosas.

—¿Fue muy sorprendente el cambio o fue, más o menos, tal como se lo había imaginado?

—Creo que mi suerte fue que fui a Japón porque era uno de mis sueños. Aunque, en general, todo es muy diferente, estaba abierta al cambio y era feliz de llegar cada día agotada a casa después de un día de malentendidos y de diferencias culturales. Antes de ir, ya había hecho mucha investigación, así que algunas cosas no me venían de nuevo, pero la mayoría sí.

—¿Cuáles son las principales diferencias entre Yokohama y su casa?

—En general, hay pocas cosas en común. El día en Japón empieza antes, el sol sale muy temprano y todo el mundo madruga y se va a dormir antes. Los hábitos alimenticios también son diferentes. Las raciones de comida son más pequeñas y la manera de cocinar los alimentos más sana en general, si se cocina en casa. Los sabores son sutiles y se nota que la gente se quiere cuidar. Por ejemplo, todo el mundo tiene mucho cuidado de protegerse del sol. Puedes ver mujeres con mallas en los brazos e, incluso, en la cara para que los rayos del sol no toquen la piel. La manera de vestir es diferente. Aquí se lleva más la ropa ancha y no enseñan demasiada piel. Vivo en una casa tradicional donde hay tatamis (tierra de bambú) y futones (un tipo de colchón con el que duermo en el suelo). La gente es muy silenciosa y no le gusta destacar. Siempre empiezan una conversación hablando sobre el tiempo que hace. Preservan las maneras y la tradición.

—¿Cuáles son los lugares más característicos de su nueva ciudad de acogida?

—Me encantan los templos y altares japoneses, estéticamente simples. También los jardines. La naturaleza parece organizada en un balance perfecto. En Yokohama es famosa la Chinatown y, por la noche, Minato Mirai, un área delante del mar. Las luces del parque de atracciones y como se reflejan en el agua lo hace especialmente bonito. En Tokio hay mucho para hacer. Pero sólo caminar las calles ya es interesante. Sobre todo por la noche, los neones y los cables dan una sensación estética que me atrae. Siempre voy haciendo fotos.

—¿Qué destacaría de la manera de trabajar del país?

—En Japón el trabajo es, quizás, la parte mayor de tu vida. Muchos comparan el compromiso del trabajo con un matrimonio (te casas con el trabajo). Lo que quiero decir es que los japoneses se toman el sentido de la responsabilidad muy seriamente. Se espera una conducta profesional en todo momento y equivocarte es un problema. La disciplina se inculca desde que eres pequeño. Primero, muchos intentan entrar en las universidades más reconocidas para después poder trabajar en las empresas más grandes y famosas. Este esfuerzo se nota en todo. No hay ningún servicio mejor que el servicio japonés. Lo que remarcaría como diferencia es que en general, cuando hace falta, las actitudes son mucho más serias que en el Estado español.

—¿Desde que llegó, ha vivido o le ha pasado algo curioso de que no se hubiera imaginado nunca?

—La segunda vez que viajé a Japón empecé una conversación con la mujer que tenía el lado. Yo transfería de vuelo a Helsinki y ella iba con un grupo de turistas. Era una mujer mayor japonesa. Antes de bajar del avión me dio su número de teléfono y me invitó a ir a su casa aquel verano. Me impresionó su generosidad a un desconocido. Al final, cuando fui a visitarla un par de días para conocer su ciudad y el festival local, no me quedé en su casa pero nos vino a buscar en la estación con termos que contenían té frío porque hacía calor, nos guio por la ciudad y nos invitó a una comida. Ahora nos enviamos postales para felicitar el año nuevo.

-­¿Qué es lo que más echa de menos de casa?

­-La familia, los amigos y la variedad y precio de la fruta y la verdura.

—¿Qué costumbre del país actual se llevaría a Cataluña?

—La educación, el orden y la limpieza. Es un placer ver cómo la gente cuida su entorno.

—¿Tiene intención de volver pronto o de momento no?

—Todavía tengo que vivir más experiencias y probar cosas nuevas. De momento, antes de volver iría a otro país, quizás a Hawai.

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