Autor de 'El fill de l'italià' (Columna / Planeta)
«Me documento mucho, pero escribo dejando que fluya la imaginación»
El periodista y escritor ha ganado el premio Ramon Llull con una novela ambientada en Caldes de Malavella durante la Segunda Guerra Mundial
—Su novela, que está basada en hechos reales, nos relata la búsqueda del padre por parte de un hombre, Mateu, nacido en Caldes de Malavella después de la estancia de un batallón de marineros italianos que se refugian en plena Segunda Guerra Mundial. ¿Cómo le llega, esta historia?
—Durante un club de lectura a Caldes. Un hombre me preguntó si me gustaría conocer la historia de mil marineros italianos que, el año 44, se refugiaron en el pueblo. Aquel hombre estaba muy bien documentado, porque era el juez de paz de Caldes, además de ser un historiador aficionado. Me enamoré de la historia, y me atrapó todavía más cuando me explicó que la estancia de los marineros había acabado con tres matrimonios formales, pero que la rumorología decía que en el pueblo había un rastro mucho más amplio de esta estancia en forma de lo que entonces se llamaban «hijos ilegítimos». Me quiso presentar a una persona que, ya de mayor, había decidido buscar a su padre. Nos conocimos y me explicó su vida, ayudándome a construir al personaje central de la obra.
—Estamos hablando de Mateu, hijo de Joana, una mujer de Caldes que el año 44 hace amistad con Ciro, uno de los italianos. ¿Cómo fue su vida en el pueblo?
—Mateu es el tercero de cinco hermanos, y se cría en la casa más pobre de Caldes, él dice que eran la chusma del pueblo. En casa había gritos y violencia, pero desde pequeño siempre se había sentido diferente. Con diez años se pone a trabajar, con once tiene dos trabajos y los tenderos del pueblo lo acosan para que pague las deudas del padre y los hermanos. Y al cabo de poco, se da cuenta de que no sólo se siente diferente, sino que también lo es, porque oye los comentarios de las mujeres del pueblo, que dicen 'Mira que simpático que nos ha salido el italianet’. Eso no le preocupa mucho, su principal preocupación es dejar atrás los gritos y la miseria, y lo consigue, trabaja y prospera y acaba convertido en uno de los hombres más acomodados de Caldes. Hasta que un día una vecina le enseña una fotografía a su mujer. En la foto se ve un equipo de fútbol de marineros italianos a Caldes el año 1944, y en medio hay un joven que se parece a Mateu. Ella se lleva la foto a casa y se la enseña. Mateu queda chocado, pero no quiere saber nada. Hasta que muere su madre, y entonces decide empezar a buscar al padre a partir de aquella fotografía.
—La búsqueda del padre, que es la búsqueda de la propia identidad, cierne sobre toda la historia.
—Sí, cuando Mateu resuelve las cuestiones materiales, se da cuenta de que tiene un rompecabezas por completar. Ve a las hijas y las nietas, pero cuando mira atrás le falta alguna cosa, y eso le lleva a pensar que sin un pasado claro no hay futuro. La investigación no es tanto para saber si el padre era italiano o ruso, sino por saber quién era, cómo era, qué sentía, e incluso si él es hijo de una aventura o de un enamoramiento apasionado. Ciro, el marinero italiano que podría ser su padre, también se encontró dudando entre si la familia real era la de los amigos o la familia de sangre. Se trata no solamente de encontrar tu identidad, sino también de ver quiénes son los tuyos, y si al final acabas volviendo a la familia de sangre o bien son más importantes las personas que te acompañan en cada momento. Yo pienso que son realidades sucesivas, en un momento dado los más importantes son los de fuera, pero siempre acabas devolviendo a la familia, porque hagas lo que hagas, nunca falla.
—La novela también es una historia de amor y ternura entre dos personas que se encuentran en unas circunstancias imposibles, Joana y Ciro. Y los dos son muy conscientes.
—Lo he querido plantear así porque, en aquella época, Joana es una perdedora de la guerra. No por razones ideológicas, sino por razones de género. Sabe que, como mujer, no tiene ninguna posibilidad de reponerse de un matrimonio equivocado con un bosquetà violento. También es una perdedora de guerra por razones de clase, es muy pobre, y por mucho que trabaje no podrá salir de la miseria. No se atreve ni a soñar, todo lo que tiene son unos claveles de poeta que planta dentro de latas de olivas. Ciro la trata diferente, la respeta, es educado y le canta canciones. Todo aquello la trastorna, y aunque no sueña que se marchará, hace un viaje interior y descubre que habría podido ser diferente, y de hecho durante unas semanas se ve diferente.
—En su libro ficción y realidad se van encabalgando. ¿En qué momento el periodista dejaba paso al escritor, y viceversa?
—No he hecho un libro de historia ni una novela histórica. He hecho un trabajo de investigación y me he documentado mucho, he viajado a Italia y he conocido supervivientes del barco de los marineros italianos. Pero cuando me pongo a escribir lo aparco todo, he digerido la documentación y utilizo sólo lo que me ha quedado en la memoria. Escribo cosas que han pasado o que habrían podido pasar, que estén muy bien documentadas, pero dejando que la imaginación fluya al servicio de la construcción de los personajes y las pasiones humanas, que es lo que me interesa describir.