Bienestar social
Tarragona atiende además de 150 mujeres víctimas de violencia de género
Durante el 2019, el equipo de Servicios Sociales ESVioM que evalúa a todas las familias con entornos de violencia ha detectado 28 casos nuevos
Los tres miembros del equipo tienen, como explican ellos mismos, mucha paciencia y una gran capacidad para escuchar. «Cada uno tiene sus razones y lo que intentamos trasladar es que los chiquillos que están en medio no tienen la culpa del comportamiento de los adultos», asegura un trabajador social del equipo ESVioM (Equipo Socioeducativo de Atención a la Violencia Machista), un servicio especializado de los Servicios Sociales municipales que desde julio monitoriza y evalúa los casos de violencia machista. Desde entonces, han abierto en la ciudad 153 expedientes familiares, la mayoría de los cuales con hijos que viven en entornos de violencia.
«La peor pregunta que le puedes hacer un niño es preguntarle si ama más a la madre o el padre. La mayoría quieren que los papas estén juntos», afirma este hombre. Como el resto de educadoras sociales del equipo, prefieren mantener el anonimato. «Trabajamos con material sensible. Hay gente a quien les caemos muy bien, que te ve como una ayuda, pero otros nos ven como un equipo de control, de vigilancia, también a algunas víctimas», comenta.
El muro que aparece en muchos casos en el trabajo del ESVioM es el del reconocimiento de la situación de las víctimas. «Ponerle nombre es difícil. Hay mucho estigma y es una verdad muy dura», explica una educadora, quién explica que la violencia de género es transversal y no entiende de clases sociales. «Muchas no se sienten identificadas con el perfil de maltratada que aparece a los medios. Nos dicen: ‘Soy una mujer fuerte, formada, no soy el tipo de gente que debéis tener aquí’».
La violencia tampoco es cuestión de religión ni tampoco de edad. A las denuncias que aparecen entre menores, el equipo cree que en los próximos años se incrementarán los casos entre las personas mayores que se han criado con la preocupación del «qué dirán mis hijos». «Tenemos que reeducar a todo el mundo y dejar de crear hombres potencialmente agresores y mujeres potencialmente víctimas», observan.
Anna I. Martínez coordina este equipo que, este 2019, ha abierto 28 nuevos expedientes. El año pasado, el Ayuntamiento acogió a 12 mujeres con 11 menores a cargo en diferentes pisos de acogida. «Vivimos en una sociedad machista donde se aceptan ciertas conductas como normales y donde la mujer no reconoce que hay maltrato», explica. La violencia sexual, social y económica donde, por ejemplo, un hombre decide que es él quien lleva el dinero a casa y que la mujer tiene que cuidar del hogar, también se tiene que tener en cuenta, apunta a Martínez.
En ocasiones, hacen un trabajo conjunto con la pareja y mantiene diálogo directo con el posible maltratador, siempre que no existe una orden de alejamiento. «Intentas convencer con la palabra, pero el cambio tiene que salir de ellos», explica el trabajador social.
Una de las dificultades mayores con las que se encuentran estos educadores es el chantaje del hombre hacia la mujer con el objetivo de retirar la orden de alejamiento. El pago de la hipoteca a la víctima es uno de los instrumentos de coacción.
El equipo critica la cobertura mediática de los casos. «Parece que sólo se publican los casos más espectaculares. En lugar de llenar horas y horas con algún caso se podrían hacer campañas de sensibilización», apunta uno de los miembros. Otra apunta que informar sobre el país de procedencia no es relevante y rechazan los detalles «morbosos», que, a veces, se dan de las circunstancias de un asesinato. El riesgo, alerta, es que los periodistas «tiren por el suelo» todo un trabajo que hacen estos profesionales encaminados a «romper estereotipos y perjuicios», entre la sociedad.