Diari Més
Teresa Carreté Castellví

Jefa de estudios y profesora de Biología del Institut Campclar de Tarragona

Ensenyament

«Necesitamos escuelas e institutos dignos, que todo el mundo sienta que forma parte»

Teresa Carreté ha sido reconocida con el III Premio Docente del Año, otorgado por La Fundació Jordi Sierra i Fabra y la Editorial Cruïlla

Carreté este martes durante una clase en el instituto Campclar.

«Necesitamos escuelas e institutos dignos, que todo el mundo sienta que forma parte»Gerard Martí

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Teresa Carreté nació en los Guiamets, en el Priorat, y se define como «una niña de escuela rural». El Premio Docente del Año tiene el objetivo de hacer un reconocimiento público al trabajo de los maestros y profesores en Cataluña que, con su tarea, se ganan el agradecimiento y la estima popular en sus centros, barrios y poblaciones.

—Ha sido escogida Mejor Docente de Cataluña. ¿Cómo ha recibido este reconocimiento?

—Estoy muy contenta y me siento muy querida y valorada. Pero siempre me había sentido así, antes del premio también. Todo fue un enredo de los compañeros del instituto, que presentaron mi candidatura sin que yo lo supiera. Montaron un vídeo donde explicaban quién era y lo que había hecho, y escribieron una carta muy bonita explicando los motivos por los que me tenían que dar el premio. También recogieron firmas, y lo enviaron todo. Participó todo el mundo: profesores, alumnos, personal del PASO, las señoras de la limpieza... Yo no lo supe hasta que ya estaba hecho.

—¿Qué cree que les convenció, de su candidatura?

—En las dos ediciones anteriores habían premiado personas con una trayectoria importante. Yo no tengo nada de todo eso, si incluso soy interina... Pero Jordi Sierra me dijo que vieron que toda la gente que presentó la candidatura estaba de acuerdo en que represento el trabajo que se hace cada día, sea flores y violas, o no. Pero yo pienso que el premio es un trocito de todos, así que el 29 de mayo iremos todos a buscarlo a Barcelona.

—El premio le reconoce haber sido impulsora de un cambio pedagógico que se inició en el instituto en el 2014. ¿En qué consistió, este cambio?

—La primera vez que vine al Institut Camplcar fue en 2005, a hacer una sustitución en primero de ESO. Me encontré con que los grupos eran homogéneos, agrupando a los alumnos desde los muy buenos hasta los que no lo eran tanto. Volví en 2006 y después en 2013, y ya me quedé. Entonces la situación había degenerado mucho y surgió una nueva dirección que apostó por los grupos heterogéneos. Tuvimos muchas reticencias pero fue muy bien. Después, también fuimos cambiando la metodología, apostando por el trabajo cooperativo y los proyectos.

—También han destacado su labor por la integración del alumnado de orígenes y etnias diferentes y la relación con sus familias.

—Somos un centro de alta complejidad, pero aquí tiene que caber todo el mundo. Y todo el mundo tiene un nombre y un apellido. El conflicto, los problemas de convivencia, vienen cuando no nos conocemos. Tenemos una técnica de inserción social que ahora está de baja, y me temo que ya no tendremos antes de que se acabe el curso. Ella se dedica a llamar cada día a las familias de los niños que no vienen, y gracias a eso hemos disminuido el absentismo, que era un problema muy grave, sobre todo con los alumnos de etnia gitana. Con los árabes nos pasa también que no conocen nuestro sistema, y algunos padres y madres no conocen el idioma. Antes teníamos un traductor y ahora no lo tenemos, nos espabilamos con un alumno de bachillerato que nos ayuda. Y vamos haciendo así. Pero sobre todo lo que queremos es que las familias vean la educación como un valor más, y por eso siempre tenemos las puertas abiertas para que vengan y vean lo que hay.

—¿Qué lecciones ha aprendido, como maestra, en estos años?

—Lecciones de dignidad y de humildad. Necesitamos unas escuelas y unos institutos dignos. Que todo el mundo se sienta que forma parte de un sitio. Si te sientes bien y querido sacarás lo mejor de ti, y eso es lo que intentamos hacer aquí. También he aprendido mucha humildad, y a valorar la suerte que tengo de venir de una familia como la mía. Y, finalmente también pienso que este trabajo tiene que ser vocacional, te tiene que gustar mucho, y quizás la manera en que hoy se accede no es la más acertada. Yo algún día tendré que hacer oposiciones, pero a mí las oposiciones de momento me las están dando los chiquillos, las familias y los compañeros del instituto.

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