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María José Figueras: «Estamos a punto del colapso económico»

La rectora de la URV pide más implicación política para impulsar las universidades

La rectora de la URV, María José Figueras, en su despacho.

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La rectora de la Universitat Rovira i Virgili (URV), María José Figueras, alerta que las cuentas de la universidad han llegado a «una situación límite» después de la última no aprobación de presupuestos de la Generalitat. «Estamos a punto del colapso», reitera. En una entrevista, la rectora hace balance de su primer año en el cargo en el cual ha apostado por fomentar la investigación e impulsar el papel y reconocimiento de las mujeres en la vida universitaria. Además hace un llamamiento a los ayuntamientos del territorio para que den becas a los jóvenes de sus municipios para que puedan estudiar en la URV y defiende que la universidad es un espacio donde tiene que haber libertad de expresión.

La fragilidad económica de las universidades catalanas preocupa a Figueras, que considera que no se siente «una prioridad» por parte de la administración. «Se han buscado dinero para médicos, enseñanza o sanidad; ahora es nuestro momento», reivindica. «Aumenta la luz o el lPC, y nuestro presupuesto sigue congelado. ¿Y la aportación a la que podemos aspirar es para los aumentos salariales? La gente se desanima y se va al extranjero», expone en referencia a los profesores e investigadores. Figueras asegura que los últimos dos cursos ha habido unos aumentos de costes salariales de seis millones de euros que la URV no podía asumir, una problemática que también ha afectado a las otras universidades públicas del país y que ha obligado a la Generalitat a poner 42 millones de euros de urgencia.

En los últimos años la URV ha perdido músculo financiero. En el 2010 tenía un presupuesto de 116 millones de euros, mientras que este año es de 104. La subvención de la Generalitat se ha reducido considerablemente. De 79 millones en el 2010 a los 66 actuales. De hecho la partida de personal se ha mantenido estable durante este tiempo en torno a los 71 millones de euros, eso hace que la aportación del gobierno no sea suficiente ni siquiera para garantizar los salarios. La carencia se ha compensado, en parte, por el incremento de ingresos por matrículas. Una subida que en cierta manera es consecuencia del aumento de matriculaciones pero especialmente por el encarecimiento de los precios. La rectora valora que «el 30% de las tasas han servido para pagar las nóminas, cuando eso lo tendría que garantizar el Estado». «Necesitamos que el gobierno se conciencie, con todos los partidos involucrados, de que la universidad ahora tiene que ser una prioridad y apuesten poniendo dinero», reclama.

Reformas en Sescelades

Con todo, durante este primer año de mandato la rectora ha constatado que «la autonomía universitaria es muy limitada». «Presupuestariamente no puedo decidir ni sobre el personal, y cuando no tienes dinero las políticas propias son pequeñas acciones que puedes hacer en base a tu ahorro», señala. Con estos pequeños remanentes a partir del verano se iniciarán las obras de remodelación de la facultad de ciencias de la Educación y Psicología, en el campus de Sescelades, en Sant Pere i Sant Pau. Unos trabajos que en realidad son un plan B, ya que la inicial era construir un nuevo edificio en el Campus Catalunya con una inversión de 17 millones de euros. Las obras empezaron y después de haberse ejecutado una primera fase se detuvieron por falta de financiación por parte de la Generalitat.

Los trabajos que se harán tendrán un coste de unos 4 millones de euros y durarán unos dos o tres años, ya que no se quiere interferir en la actividad docente. Las obras permitirán resolver problemas de inundaciones, de electricidad, seguridad y mejorar el Aula Magna de esta facultad que se encuentra muy deteriorada.

Mejorar la relación con el territorio

La relación con el Camp de Tarragona y las Terres de l'Ebre es otro de los aspectos importantes para la mandataria. Según datos de la universidad tarraconense, el 50% de los estudiantes de la demarcación que aprueban la selectividad se quedan en la URV, mientras que el otro 50% se marcha a estudiar fuera, principalmente en Barcelona. Figueras aspira a decantar la balanza a favor del centro que rige con la complicidad de las administraciones locales y cree que sería positivo para la zona. Si estudian en nuestra universidad no necesitarán marcharse porque cuando acaben volverán a sus lugares de origen. Lo que no queremos es despoblar el territorio para enviarlos a Barcelona porque aquí no se pueden ganar la vida. Tenemos que hacer que la gente se gane la vida aquí con un nivel de vida elevado», sentencia.

Para conseguirlo propone que los ayuntamientos den becas para que los jóvenes se formen en la URV e insta a los dirigentes políticos a mejorar el transporte público para que los alumnos de ciudades como Tortosa, Valls o Montblanc tengan más facilidades para llegar a clase.

También responde las peticiones de acoger estudios de la URV que en las últimas semanas, coincidiendo con la campaña electoral, han llegado de ciudades como Valls o Salou. Figueras remarca que «no tenemos que hacer volar palomas» y afirma irónicamente que si algún municipio «paga los edificios, el mantenimiento y es capaz de poner dinero sobre la mesa, tiene las puertas abiertas del rectorado». Además, pide que las propuestas «encajen con la necesidad social del territorio», tengan calidad y sean interesantes «para atraer gente de fuera». «Si es sólo por gente del territorio, no tiene sentido», observa.

Ejes prioritarios

A pesar de las dificultades para impulsar nuevos proyectos y equipamientos, María José Figueras ha procurado implementar novedades y mejoras. Uno de los ejes prioritarios es potenciar la investigación. Por esta razón el próximo curso se pondrán en marcha 50 becas que hagan la función de contratos para el personal que hace una tesis. «Tenemos que pensar cómo podemos potenciar la producción científica porque entendemos que nuestra profesión es docente e investigadora», señala la responsable de la institución. De la vertiente docente, la rectora destaca que se trabaja al mejorar la empleabilidad y adelanta que tienen encima de la mesa un proyecto para crear una aceleradora que ayude a las empresas en los inicios. Además, desde febrero hay en funcionamiento una nueva oficina de captación de recursos europeos que actualmente ya gestiona 44 proyectos.

Otro de los motores de cambio que quiere poner en valor Figueras son las mujeres. Tiene la voluntad de investir en más mujeres como doctoras honoris causa, que se encuentran en clara minoría respecto de los hombres. También trabaja para tener un consejo social paritario, si bien sabe que no será fácil. «Para conseguir la paridad nos tienen que acompañar los hombres», señala. Para conseguirla, la URV trabaja en el tercer plan de igualdad y en despertar vocaciones científicas entre las chicas, un campo en el que la presencia de los hombres es mayoritaria.

De todos modos, para la rectora «la igualdad pasa por defender tanto el rol de la mujer como el del hombre, y nos encontramos con un problema en la inversa: no tenemos educadores de infantil y primaria», diagnostica. A su parecer si no está «el modelo de hombre cuidador, no queda reflejado en la sociedad que el padre puede hacer las mismas funciones que la madre». Por esta razón apostará por buscar educadores hombres a fin de que vayan a los institutos a animar a los jóvenes a dedicarse a estas profesiones.

Libertad de expresión

Coincidiendo con las elecciones generales la URV, como institución pública, fue denunciada por algunas formaciones ante la Junta Electoral por falta de neutralidad política. Estudiantes habían colocado lazos amarillos y pancartas pidiendo la libertad de los presos independentistas y la JEC los hizo sacar. A raíz de la polémica, Figueras anunció que pedirían no volver a ser centro de votación, un hecho que todavía no se ha producido. Sin embargo, la rectora considera que es «una guerra absurda». «Mientras estamos sacando lazos dejamos de hacer otro trabajo. Inventamos lazos de todos los colores y que todo el mundo ponga el que le dé la gana», reclama. Además, reflexiona que vivimos en la época «con más formación y somos menos capaces de llegar a acuerdos. Alguna cosa no hacemos bien. Por favor, pongámonos de acuerdo», pide.

Según ella, en el interior de la comunidad universitaria la libertad de expresión tiene que ser la máxima «mientras no se destroce material ni se hagan pintadas que cueste repintar». Además considera que hay que respetar las manifestaciones, siempre que sean cosas autorizadas y que no nos saltemos la ley a la torera. «Defiendo la libertad de expresión de todo el mundo», concluye.

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