Pesca
Los pescadores de Tarragona vuelven al mar entre críticas por la norma de la selección
Veintitrés barcos de arrastre acaban la veda y pescan 6.100 kilogramos
El capitán Javier Vizcarro era uno de los primeros a descargar ayer su género. Pensaba que habría más. Nunca sabes cómo puede ir», comentaba apoyado a la cinta transportadora de la Llotja de Tarragona después de una jornada de trabajo. Después de dos meses parado por la veda, Vizcarro volvía al mar. En total, 23 barcos de arrastre tiraron ayer de nuevo la red al agua una vez transcurrió el tiempo necesario para que las especies se puedan reproducir.
Vicenç Pedrol pescó unos 100 kilogramos de pescado blanco, 80 menos que Vizcarro. Alrededor de las seis y media de la tarde, la lonja había vendido 6.100 kilogramos el primer día de pesca después del paro biológico. Pulpo blanco, merluza y cangrejo, entre otras especies, desfilaron por la lonja durante dos horas ante la atenta mirada de los mayoristas, que, sentados en la grada, adquirían su producto con un mando.
«Ha habido poco pescado blanco. Cuando hay reposo se nota porque hay más blanco, hoy no había mucho», observaba Pedrol, patrón experimentado, con muchos años a las espaldas en el mar. «Han pasado la escoba», explicaba. Para este pescador, las embarcaciones furtivas y los pescadores que no respetan la veda explican la baja cantidad de pescado. Entre caja y caja, Agustí Bondia criticaba lo que es un sentir mayoritario entre los pescadores tarraconenses: el rechazo a la normativa europea que prohíbe tirar por la borda el pescado que no interesa. «Provoca colas en el muelle y a veces pueden reunirse hasta 10 y 11 barcos», explica. Esta normativa ha entrado en vigor este 2019 y obliga a desembarcar todo el pescado que no sirve, ya sea porque no tiene el tamaño suficiente, o bien porque no resulta rentable para su venta. «Es una nueva manera para sacar dinero», se queja un miembro de la Confraria de Pescadors de Tarragona, que prefiere quedarse en el anonimato.
La norma se elaboró pensando en los barcos que trabajan por cuota, es decir, que tienen un permiso para pescar un número de toneladas determinado en un periodo de tiempo concreto. Una vez ha pasado el plazo, tienen que cuantificar el pescado sobrante. Los pescadores tienen que hacer la elección del pescado que rechazan antes de atracar sus embarcaciones. De lo contrario, se enfrentan a multas de hasta 3.000 euros de los inspectores del Ministerio de Agricultura y Pesca.
Bondia y Vizcarro coinciden en que la concentración de barcos en el canal del puerto para clasificar el pescado que rechazan puede provocar una desgracia en el futuro. «No hay tiempo para escoger el pescado antes», señala Bondia, de 54 años, 40 de los cuales, en el mar. Este marinero (durante muchos años capitán) explica que, una vez atracados, resulta mucho más cómodo para hacer la elección. En caso contrario, desde el canal, con el mar más agitado, el trabajo de la elección resulta más aparatoso y complicado para los pescadores. «La normativa es una tontería», opinaba el patrón Joan Sans, que ayer pescó 300 kilogramos de pescado.