De Tarragona a Mannheim (Alemania)
«Mannheim es una ciudad industrial fea y sin luz»
Sonia Garcia se marchó de Tarragona a Mannheim en octubre de 2017 por amor y pero no dominar el idioma le está supuesto un gran obstáculo
— ¿Cómo ha sido su trayectoria profesional hasta ahora?
— Desde que estoy en Alemania mi trayectoria se ha visto estancada, ya que no hablo alemán y mi nivel de inglés es el B1, así que no he podido encontrar ningún trabajo cualificado. He tenido que aceptar trabajos por debajo de mi calificación.
— ¿Qué motivos la llevaron a marcharse de casa?
— Fue por amor a mi pareja. Él hacía tiempo que buscaba trabajo en Tarragona, hasta que en el foro de empleo de la URV ofrecían hacer un curso dual que consistía en estudiar un grado superior y después hacer las prácticas en una empresa en Alemania. Si aprobabas el curso, te hacían un contrato indefinido. Entregamos nuestro currículum pero sólo lo llamaron a él y se fue a Alemania. Después de dos años separados, dejé mi trabajo y vine con él, sin saber nada de alemán, a la aventura total.
— ¿Cuál fue su primera impresión del país?
— La ciudad donde vivo es muy fea, no me gustó la primera vez y menos ahora. Es una ciudad muy industrial, sin luz y donde el 40% de la población es inmigrante. En el centro hay un gueto turco y parece Turquía. Yo vengo de una ciudad preciosa como Tarragona con vistas al mar. Cuando vi mi futura ciudad, casi que me echo a llorar. Vi mucha pobreza, gente borracha a las doce del mediodía, en el parking me encontré a un chico pinchándose... Fue una mala experiencia. Por suerte, hay otras ciudades cerca de Mannheim que son bonitas con bosques y con cuidado y respeto por los animales.
—¿Cuáles son las diferencias entre Mannheim y su casa?
—Ellos comen sobre las 12 de la mañana y cenan a las 6 de la tarde. Los alemanes tienen la costumbre de quitarse los zapatos cuando van a hacer una visita a casa de los amigos. Me pareció gracioso cuando la primera vez que vinieron dos alemanes a mi casa y me preguntaron donde dejaban los zapatos mientras los llevaban en la mano. Son más respetuosos con el medio ambiente. Aquí las bolsas son de papel y las de plástico de un solo uso están prohibidas. Tienes que pagar un importe extra cada vez que compras botellas de cristal o plástico y después te devuelven el dinero cuando las depositas vacías en una máquina que hay en los supermercados. Por otra parte, a la hora de adoptar un gato, tuve muchas dificultades. Iba a los refugios y casi no tenían. Tuve que pasar una gran entrevista, pero nos hicieron una visita a nuestra casa para después entrar en una lista de espera ya que había mucha gente interesada. Además, tienes que adoptar dos gatos obligatoriamente, no uno sólo. También es legal el minijob que consiste en trabajar sin estar dado de alta: los empresarios aprovechan este contrato para hacer medias jornadas y no darte de alta. La sanidad es privada, así que, no sé cómo se lo hace la gente que no tiene ni trabajo ni nada. Los cursos de alemán sueño muy caros: 800 euros por dos meses.
—¿Cuáles son los lugares más característicos de su nueva ciudad de acogida?
—Lo único bonito es el Wasserturm, pero no se nada del otro mundo. Hay una gran fuente y vegetación, que sólo funciona en verano. Cerca está la ciudad de Heidelberg, que es muy bonita.
—¿Qué destacaría del país?
—Los alemanes son muy serios y, cuando hablan, me dan miedo. La manera que tienen de trabajar es mejor a la de España, el ritmo de trabajo es más tranquilo. Si trabajas en una buena empresa tienes de todo, pero si trabajas en empresas como las que he estado yo, es una pura explotación. Además, vayas donde vayas, hace falta gente, así que creo que la gente que no trabaja, es porque no quiere.
—¿Volverá pronto?
—Y tanto que quiero volver y cuanto antes mejor.