Menores extranjeros no acompañados
La cocina, un punto y seguido en la vida de los MENA
Una prueba piloto forma los menores extranjeros no acompañados antes de los 18 años
Hamza Kayouri disfruta recreándose en la decoración de los platos. Es lo que le gusta más de su formación en el prestigioso restaurante El Terrat de Tarragona. Kayouri quiere dedicarse al mundo de la cocina, pero, con 18 años, no descarta nada. «Querría vivir en Barcelona y trabajar de cocinero o de lo que sea, no me importa», explica. Su amigo, el Omar Aslouje, tiene más claro que su futuro va ligado a los fogones. Perplejo, hace unos días recibía la noticia. Había aprobado las exigentes pruebas de entrada en el Instituto Escola d'Hoteleria i Turisme de Cambrils con una fuerte demanda de estudiantes. «Fue un sentimiento increíble. Que se me pase eso en mi primer año en España es como un sueño. No me lo esperaba», explica con una sonrisa de oreja a oreja este chico de 17 años.
Kayouri y Aslouje llegaron a España hace un año a bordo de una patera a los 16 y 17 años respectivamente. Viajaban solos. Eran dos de los 3.742 menores extranjeros no acompañados (MENA) que llegaron a Cataluña durante el 2018. Los dos amigos se han conocido en el Centro de Acogida Orión ubicado en el Complejo Educativo. En estas instalaciones viven y estudian a 40 jóvenes sin referentes familiares. Participan en una prueba piloto de la Generalitat que tiene el objetivo de formar a estos jóvenes mientras están debajo el paraguas de la administración para que puedan afrontar el mercado laboral con más garantías cuando cumplan 18 años.
Kayouri abandonó su casa para trabajar y enviar dinero a sus padres y sus cuatro hermanas. «En Marruecos, aunque tengas estudios, es difícil trabajar. Aquí hay muchas más posibilidades», señala. Después de un año, este joven marroquí habla un castellano fluido. «Con el tiempo también hablaré catalán», afirma convencido. Hasta tres clubs de fútbol de la ciudad se han fijado en su talento. Los 15 goles en 13 partidos con los colores del Bonavista confirman el toque del joven que recientemente ha cumplido la mayoría de edad. A partir de septiembre, lo más probable es que empiece a vivir en uno de los pisos que la Generalitat pone a disposición de los ex tutelados.
Durante este verano, los chicos del centro de acogida, la mayoría marroquíes, realizan las prácticas en cocina, jardinería o pintura. «Muchos quieren hacer cocina a las prácticas. Conectan la cocina con la figura de la madre y les gusta», describe Ester Guasch, directora del centro gestionado por la empresa Intress. Después de un año y casi al final de esta prueba piloto, la educadora lo tiene claro. «Ha sido un éxito. Como referentes de estos chicos es un orgullo. Hemos reído, llorado y nos hemos abrazado. Se han hecho grandes con nosotros», apunta.
El Omar coge el autobús cada día a las 6.30 horas hasta Salou, donde da los primeros pasos en el mundo de la cocina en el Hotel Estival Park Salou. Cuando dentro de unos meses abandone el centro, lo esperan dos años de formación culinaria. «Cada uno tiene sus sueños y les tienes que traducir en realidad. Si tienes ganas de ganarte tu futuro, tienes que viajar a España», explica. Por la tarde, participa de algunas de las actividades que los educadores organizan en el centro. Estas semanas, el rato de ocio se concentra en la piscina del complejo. Para Hamza, el lugar preferido de la ciudad es la Rambla Nueva. «Me gusta pasear por la Rambla, también por el lado de la playa», apunta.
El proyecto piloto es posible gracias a la estrecha coordinación de los departamentos de Educación y de Trabajo de la Generalitat. El pasado noviembre, decenas de periodistas y autoridades perturbaban la rutina diaria de los jóvenes en la presentación de este plan, que la Generalitat prevé extender en otros puntos de Cataluña. «Hay mucho orgullo entre nosotros al ver los resultados de un proceso en positivo como este», explica Guasch. Los cursos, una adaptación de los Programas de Formación e Inserción Laboral (PFI) están orientados a intensificar la formación de los jóvenes antes de que salgan de los centros.
La relación de la directora y los chicos es fluida. Se conocen, se leen, se entienden. «Cuando los chicos te dicen que los conoces mejor que su madre, siento que lo que estamos haciendo vale la pena», observa a la educadora. Para los dos amigos, volver a Marruecos no es una opción. «Sólo lo haré con la familia de vacaciones», dice el Hamza. No confían en ninguna mejora en su país. «Hay demasiada corrupción», dice el Omar.
«En todas partes hay racismo»
En los últimos meses, municipios como Rubí, Castelldefels y el Masnou han vivido protestas de vecinos ante centros donde viven los MENA a quien acusan de cometer robos. «No todos somos iguales, no todos los marroquíes somos malos. En todo el mundo ha buenos y malos y todas partes hay racismo, aquí, en el Marruecos, en Francia, etc,» afirma el Hamza. «Tronco marroquí y no estoy orgulloso de que alguien robe. Yo tronco extranjero y tengo que buscarme el futuro de buena manera aquí», expone el Omar.
La Dirección General de Atención a la Infancia (DGAIA) acoge actualmente 3.562 MENA. En mayo llegaron 165 chicos y chicas, una cifra que, previsiblemente, aumentará durante el verano. El Campo de Tarragona acoge al 4,1% de estos jóvenes, la gran mayoría, el 78%, provienen de Marruecos. El 97% son chicos y el 3% restante, chicas.