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Historia

Recuperando la memoria robada por los nazis en los campos de concentración

Antonio Muñoz, que imparte clases en la URV, ha devuelto a una veintena de familias objetos confiscados por los nazis

Fotografía de Paquita González, un objeto de su padre confiscado por los nazis ahora hace 80 años.

Fotografía de Paquita González, un objeto de su padre confiscado por los nazis ahora hace 80 años.Robin Towsend

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Desde hace seis meses y gracias a la obstinación del historiador Antonio Muñoz, una veintena de familias españolas han recuperado «un trocito de su propia historia» grabada en los objetos que los nazis arrancaron de cuajo a sus parientes al ingresar en los campos de concentración a los cuales fueron trasladados más de 10.000 españoles.

Esta misma semana, Muñoz ha entregado a Paquita González, una mujer de 86 años, las últimas pertenencias de esta memoria robada: varias fotografías de cuando era pequeña en blanco y negro, que su padre llevaba con él al llegar al campo de Dachau (Baviera, sur de Alemania) y que le fueron arrancadas y archivadas con un número de serie, según ha explicado a Efe el historiador.

La búsqueda

Muñoz realiza esta tarea al lado del Arolsen Archives de Kasel (Alemania), un centro de documentación sobre deportación y crímenes de la Segunda Guerra Mundial que cuenta con más de 30 millones de documentos e información sobre 17 millones de personas, y que guardaba 69 objetos de españoles.

Este archivo, antes conocido como a Servicio Internacional de Rastreo (ITS, por sus siglas en inglés), fue fundado por los aliados al final de la Segunda Guerra Mundial y desde 1948 ha devuelto relojes, fotografías o cartas a los familiares de los deportados en los campos de concentración.

Con la ayuda de otros voluntarios, Muñoz ha emprendido la búsqueda de los objetos de los prisioneros españoles, ya que asegura que desde las instituciones españolas «no ha habido nunca interés por participar en un proyecto de estas características».

El historiador, que imparte clase en la Universidad Rovira i Virgili de Tarragona, critica que se haya trabajado tan poco en este campo en España y que, a diferencia de los que sucede en otros países como Francia o Gran Bretaña, no haya una lista completa de deportados y exiliados.

Además, lamenta que «sólo se hable del campo de Mauthausen (Austria) obsesivamente, cuando hubo 2.500 españoles en otros campos de concentración, como es el caso de Neuengamme en Hamburgo, al cual llegaron más de 500 en 1944».

Y destaca como es de complicado que es encontrar a los familiares de estas personas de las que normalmente «sólo tienes un nombre y un apellido: imagina buscar a una persona que vivió hace setenta años y que se llamaba José García».

El experto ha agradecido el trabajo de los que se han sumado a esta iniciativa «por su cuenta» y que, con la ayuda de historiadores locales y métodos de investigación alternativos, van localizando los familiares poco a poco.

Objetos del pasado

Este proyecto, con «historias muy emocionantes que despiertan memorias sobre la deportación», como comenta el historiador, ha desenterrado historias increíbles, como la de Braulia Cánovas, una republicana española que trabajó para la resistencia francesa durante la Segunda Guerra Mundial.

Cánovas, más conocida como Monique, nació en Murcia durante los años veinte, fue detenida en 1943 por la Gestapo y encarcelada en prisiones francesas, antes de ser deportada en Alemania, donde pasó casi dos años en campos de concentración alemanes, uno de los cuales fue el de Ravensbrück (a 90 kilómetros en el norte de Berlín).

Allí vivió en «condiciones inhumanas, pero con una capacidad de resistencia increíble», según el relato de su hija, Marie Christine, que ha explicado a Efe que posteriormente fue trasladada a Hannover para trabajar en una fábrica que producía máscaras de gas para la industria japonesa, hasta que el 15 de abril de 1945 fue liberada por las tropas aliadas.

Monique murió en 1993 y no pudo recoger el anillo y el reloj que le habían requisado los nazis, pero sí que lo hicieron su hija y otros familiares, «en medio de una gran emoción para recibirlos».

«Fue posiblemente uno de los días más felices de mi vida. Sientes alivio porque es una forma de reconocimiento y, aunque me habría gustado que hubiera sido mi madre, fue impresionante», comenta Marie Christine.

A pesar de estos afortunados finales, estos mensajeros del pasado todavía tienen mucho trabajo a hacer, pues hay muchas memorias silentes en busca de propietario como la foto de una mujer y una niña en la que se puede leer, «A mi querido hermano Francisco de Guevara», que espera salir de los archivos que recuerdan el terror del nazismo.

Imagen de archivo de la torre de vigilancia del campo de Dachau.

Recuperando la memoria robada por los nazis en los campos de concentraciónPixabay

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