De Tarragona a Lexington (Kentucky)
«El caballo es sagrado y, las cuadras, mansiones de lujo»
David Cortés está cumpliendo un «sueño» viviendo en Kentucky
—¿Cómo ha sido su trayectoria profesional hasta ahora?
—Antes de llegar aquí toda la experiencia profesional que tenía era en aulas de repaso y haciendo trabajo de extraescolar como profesor y entrenador. Pero la experiencia, hasta el momento, es inmejorable. Soy el profesor de dos clases de español a nivel universitario y enseño niveles bajos e intermedios, lo que sería hasta B1. Tenía mucho miedo al principio, tienen casi la misma o la misma edad que yo y quizás no podría tener buen ambiente con ellos, pero al contrario, las clases van genial y me lo paso muy bien y me gusta pensar que ellos también.
—¿Qué motivos lo llevaron a marcharse de casa para ir a vivir al extranjero?
—Hice un intercambio en Charlotte, EEUU el curso 2016-17 y mis profesores me convencieron para que volviera al país a hacer un doctorado. En Cataluña es fácil encontrar master y posgrados, pero un doctorado ya es más difícil. También hizo mucho la posibilidad de poder ser profesor universitario con 23 años. Es lo que siempre había querido hacer: enseñar estudiantes no nativos al máximo nivel posible. En casa eso es imposible.
—¿Cuál fue su primera impresión del país al llegar?
— Lexington –y en general Kentucky- es una ciudad totalmente diferente a lo que había visto de los EEUU y a Tarragona. Lo primero que me saltó a la vista fue la importancia de la universidad en la ciudad. La universidad marca toda la vida de Lexington: todos los locales están llenos de estudiantes, los días de partido toda la ciudad sale a la calle a verlo, todo se tiñe de azul durante el curso –color de la universidad–, etc. Me sorprendió mucho que todo se moviera en torno a ella.
—¿Fue muy sorprendente el cambio o fue, más o menos, tal como se lo había imaginado?
—El cambio más inesperado fue el del clima, seguramente. Por lo que había mirado por internet, Lexington tenía un clima parecido a lo que pueden tener en el centro de España. Pero el invierno pasado fue duro, con varias nevadas con gruesos de hasta 30 centímetros de nieve y una semana a -25 grados. Me había informado mucho y me sorprendieron pocas cosas, pero el clima me sorprendió mucho.
—¿Cuáles son las principales diferencias entre Kentucky y su casa?
—Los horarios son muy diferentes. Comen a las 11/12, cenan antes de las 20 y a las 18 todo ya está cerrado. También a la hora de salir de fiesta, ¿odos los bares cierran a las 2! Otra cosa que me sorprende es que, para muchos americanos -o como mínimo aquí-, ir a la universidad quiere decir independizarse. Todo el mundo vive lejos de los padres, por mucho que vivan en la misma ciudad. Aquí entienden que ir a la universidad es el momento de independizarse y vivir solos; por lo tanto, hay muchísimas residencias de estudiantes y bloques de apartamentos exclusivamente para estudiantes.
—¿Cuáles son los lugares más característicos de su nueva ciudad de acogida?
—En Kentucky hay tres religiones: los caballos, el bourbon y el baloncesto universitario. Como ya he dicho, la universidad lo es todo aquí y tenemos el mayor pabellón de baloncesto de todos los Estados Unidos, el Rupp Arena, que tiene unos 8.000 asientos más que el Palau Sant Jordi. Las otras visitas obligadas son las destilerías de Bourbon y, o bien una cuadra de caballos, o bien una carrera. Aquí el caballo es un animal sagrado y las cuadras son auténticas mansiones de lujo. A veces los llegan a vender por millones. De hecho, dicen que Lexington es la capital mundial de los caballos.
—¿Qué destacaría de la manera de trabajar del país?
—Seguramente destacaría las oportunidades que se dan a los jóvenes. Aquí es muy común encontrar trabajo bien remunerado justo cuando acaban el grado. Es verdad que hay muchos trabajos precarios, como en todas partes; pero las posibilidades que ofrecen a los jóvenes son incomparables y, sobre todo, muy basadas en la meritocracia. Me parece que se alejan mucho de la endogamia y «enchufismo» que tenemos en el Estado español.
—Desde que llegó, ¿ha vivido o le ha pasado algo curioso que no se hubiera imaginado nunca?
— El año pasado, en el mes de enero hubo una ola de frío que vino del Canadá y provocó muertes en la ciudad de Chicago (seis de la mañana en el norte). Nunca me habría imaginado que recibiría un correo diciendo que anulaban las clases por ... ¡Peligro de congelación humana! Después vi que era si alguien estaba mucho rato expuesto al frío, pero me sorprendió muchísimo y recuerdo que al día siguiente hacía mucho sol y decidí salir al balcón a ver si hacía tanto frío como decían. ¡Con un segundo fuera me sobró para comprobar que no podía estar fuera!
—¿Qué es lo que más echa de menos de casa?
—La comida y la vida en la calle. La comida es obvia, ¡en ningún sitio de come como en casa! Y echo de menos la vida en la calle: sentarse en una terraza de la plaza de la Font y estar de palique durante horas. Aquí son más cerrados, se sientan dentro de los bares o directamente en casa y pocas veces tienen la intención de simplemente pasar un rato. A veces echo de menos las terrazas llenas a la hora del vermú o para cenar los viernes, y todavía más en invierno.
—¿Qué costumbre del país actual se llevaría hacia Cataluña?
—No me llevaría ninguna costumbre, pero sí que me gustaría que las universidades consiguieran ser un punto tan importante y central para la sociedad como lo son aquí. Es más una utopía que un deseo, porque aquí las universidades son exponencialmente más caras y reciben dinero de muchas más fuentes de ingresos; pero creo que aquí la universidad es al mismo tiempo un centro intelectual, académico y social. Eso crea, muchas veces, un sentimiento de pertenencia que no se crea en Cataluña y que hace que la gente de la ciudad acuda a los acontecimientos de la universidad: deportes, charlas, festivales, etc.
—-¿Tiene intención de volver pronto o de momento no?
—Primero acabaré mi doctorado y entonces veré qué hacemos. La intención es volver una vez acabe. Aquí estoy cumpliendo un sueño, pero como casa no se está en ningún sitio.