Urbanismo
El géiser del Serrallo, el gran ausente de la reforma del 2007
Hace diez años dejó de funcionar por la sal y por pequeños caracoles que obturaban el mecanismo
Hace diez años que el géiser que se instaló en aguas del Serrallo dejó de funcionar de manera definitiva. El manantial estaba situado a una cincuentena de metros del Moll de Pescadors, justo delante de la calle de Sant Andreu, y tiraba un chorro de agua de mar hasta una altura de 25 metros. El géiser estaba llamado a convertirse en uno de los elementos simbólicos del Serrallo y formó parte de la profunda remodelación que se hizo en este sector del barrio, donde la antigua lonja y elementos vinculados al mundo de la pesca, como el muelle donde se construían barcas y la explanada donde se reparaban las redes, fueron sustituidos por el paseo actual.
El nuevo espacio urbanístico surgió de la construcción del puente móvil del Puerto, una infraestructura que sacó los centenares de camiones que cada día circulaban por la principal calle del barrio marinero, con los inconvenientes que este hecho representaba en el día a día de las personas residentes en el barrio y los visitantes. La reforma supuso una drástica transformación urbanística de esta zona de Tarragona, que ganó como punto de referencia gastronómica de la ciudad, entre otros muchos factores que favorecen el turismo.
Una vida efímera
El géiser se inauguró en octubre del 2007. Poco tiempo había transcurrido cuando empezaron los problemas con el sistema que hacía posible que brotara el agua hasta los 25 metros de altura. Uno especialmente preocupante provino del medidor de viento, que hacía que el agua proveniente del manantial llegaba en las barcas amarradas al muelle y al suelo con ráfagas fuertes.
Después de unos meses en que se tuvo que hacer diferentes reparaciones, el géiser volvió a la actividad en julio del 2009. El hecho de que el manantial estaba dentro del mar hizo que el agua salada se convirtiera en uno de sus principales enemigos. Esta no fue la única causa por la cual, poco tiempo más tarde, el géiser dejara de funcionar y, finalmente, se optara por la solución más drástica, como fue proceder a su desmontaje. Además de la corrosión ejercida por el agua salada en el mecanismo del manantial, se añadieron unos pequeños caracoles marinos que hay en el puerto, que se introducían en elementos básicos para el funcionamiento del géiser y que taponaban las salidas del agua. La aventura del manantial duró poco tiempo, un hecho que muchos tarraconenses lamentaron, ya que su presencia contribuía a dar una imagen singular del barrio.