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Un cuarto de siglo luchando por la reinserción de las personas con VIH

La Casa de Acogida de Cruz Roja Tarragona celebra 25 años de ayuda a los enfermos de sida más vulnerables

Plano americano de la voluntaria Elena Manrique y de dos usuarias paseando por el exterior de la Casa de Acogida de Cruz Roja Tarragona.

Un cuarto de siglo luchando por la reinserción de las personas con VIHACN

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La Casa de Acogida de Cruz Roja Tarragona celebra esta semana 25 años. Se trata de un servicio para personas con VIH que se encuentran en una situación de extrema vulnerabilidad. En la Casa de Acogida pueden vivir el tiempo que sea necesario hasta que consigan una estabilidad personal que les permita reinsertarse en la sociedad y, si es posible, encontrar un trabajo que les dé autonomía. En este cuarto de siglo han pasado 209 personas. Los avances en la investigación de la enfermedad han sido claves para que la asistencia que se da haya evolucionado. Al principio era un acompañamiento en los últimos momentos de la vida de los enfermos, mientras que ahora es una herramienta de atención integral para normalizar su situación.

La Casa de Acogida tiene capacidad para|por unas ocho personas, es el único recurso de estas características que hay en la demarcación y es lo único que Cruz Roja tiene en Cataluña. «El objetivo de la estancia es conseguir la reinserción a nivel social, familiar y laboral. Durante este tiempo se hace un trabajo individual donde los objetivos los marca cada persona, y nosotros hacemos un acompañamiento», explica la responsable del departamento de VIH de Cruz Roja Tarragona, Araceli Otón.

Otón comenta que para los usuarios el VIH es un factor de vulnerabilidad, pero no lo único. «Puede haber cuestiones de salud mental, otras patologías, exclusión social, falta de vivienda, falta de documentación... son factores que se tienen que cubrir porque afectan a nivel emocional y hay que darles apoyo», detalla. La prioridad cuando entran es que reinicien el tratamiento contra la enfermedad y hacer un seguimiento médico. En ocasiones, la situación vital de los enfermos no se lo ha permitido por falta de recursos.

Mejora progresiva

Una de las personas que está en la Casa de Acogida es Maria, que vive allí desde hace un mes. De hecho, esta es la tercera vez que reside en él y tiene claro que ahora estará el tiempo que haga falta. Estoy muy bien. Me he podido recuperar física y psicológicamente. Busco estabilidad a nivel personal, emocional y social», relata. En su caso valora mucho el apoyo emocional que recibe y poder trabajar con una psicóloga para afrontar los problemas. Ahora ya se encuentra en la fase de buscar trabajo y reconoce que le gustaría trabajar en un servicio de atención al cliente.

En una situación similar se encuentra Ferran. Lleva cinco meses en la Casa de Acogida y el tiempo de estancia dependerá de lo que tarde al conseguir un trabajo. «Si encuentro algo y puedo ahorrar un poco, después buscaré la independencia», señala. Para él la enfermedad no es un impedimento para salir adelante. Le diagnosticaron el VIH hace 25 años y asegura que tanto él como su familia lo tienen «más que asumido».

Ferran es una de las personas que pueden hablar con más perspectiva de qué es ser seropositivo y valora que los avances médicos le han permitido ganar calidad de vida. «Al principio me tenía que tomar dieciocho pastillas al día. Ahora en cambio sólo una y no tengo efectos secundarios», expresa con satisfacción. Incluso se muestra esperanzado con las investigaciones y está esperando que pronto le puedan aplicar una vacuna que durará seis meses y que sustituirá el tratamiento diario.

La jefa del departamento lo corrobora y destaca que el VIH hoy ya es una enfermedad crónica gracias a la medicación. «Una persona en tratamiento puede llevar una vida totalmente normalizada y se puede relacionar de manera normal. El virus no se transmite por abrazar, ni por darse un beso, ni por compartir cubiertos», recuerda. Sin embargo, reconoce que «todavía hay estigmatización social» en torno a los pacientes y considera que hay que avanzar para facilitar la reinserción laboral.

La ayuda del voluntariado

Una de las personas que ha roto esta barrera mental es Elena Manrique. Desde hace dos años es voluntaria de la Casa de Acogida. Inicialmente quería hacer un taller de inglés con los usuarios, pero rápidamente se encontró con una realidad más compleja que la obligó a rehacer los planteamientos. «Cuando me pidieron acompañarlos a la playa, al cine o a dar un paseo fue cuando me di cuenta de que tienen necesidades más básicas», indica. Manrique reflexiona que a los usuarios de la Casa de Acogida las acciones cotidianas les producen mucha satisfacción.

Con todo, afirma con contundencia que la principal beneficiada de su voluntariado es ella misma: «Siempre me ayudan más a mí que yo a ellos», asegura. Al fin y al cabo lo ha hecho llegar a la conclusión que «ser voluntario es una cosa egoista«. «Lo haces porque a ti te hace feliz. Si no te hiciera feliz, seguramente no serías voluntario», argumenta.

Gracias a personas voluntarias como Elena Manrique y a los trabajadores de la Cruz Roja, en la Casa de Acogida se respira un ambiente saludable y de normalidad. La usuaria Maria tiene claro que eso es fundamental para su día a día y que los ayuda a recuperarse de su situación de dificultad. También a ser más optimistas. «Todos tenemos una cosa en común, que es que somos seropositivos. Pero somos positivos en todos los sentidos. Cuándo ves a una persona que tiene lo mismo que tú y que lucha, ríe y canta, te olvidas del dolor», concluye.

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