Vecinas del Rancho Grande: «Vivir aquí es una angustia constante, es horroroso»
Tráfico de drogas, peleas y destrozos de los ocupas es con lo que conviven cada día los propietarios del número 2 de la calle Sant Andreu del Serrallo
El edificio número 2 de la calle Sant Andreu del barrio del Serrallo, conocido popularmente como el Rancho Grande, vive una situación insostenible. De las 32 viviendas que hay, la mitad están ocupadas ilegalmente, mientras que en la otra mitad viven allí vecinos del barrio, propietarios que pagan su hipoteca y sus impuestos como cualquier otro habitante de la ciudad. Según explican dos vecinas del bloque, los ocupas llegaron por primera vez en el Rancho hace cerca de 10 años, pero entonces no eran conflictivos. Con los años, estas ocupaciones han ido aumentando y, con ellas, la delincuencia, principalmente el tráfico de drogas, las peleas y los destrozos de los espacios comunes.
«Vivir aquí es vivir con una angustia constante, siempre con el 'ai al cor', es horroroso», asegura una de las dos vecinas, que llevan toda la vida viviendo en el 2 de Sant Andreu y prefieren mantenerse en el anonimato. Explican que actualmente hay tres bandas que ocupan los pisos: los rumanos, los marroquíes y los gitanos, y señalan que las peleas son la consecuencia de discusiones entre los grupos, sea por un tema de drogas o por querer entrar en pisos ya ocupados por otra parte. Además, comentan que «hay una mafia, que es la que golpea las viviendas y después los vende».
Las dos propietarias lamentan que la situación ha llegado al extremo, hasta el punto que el tráfico de drogas es a todas horas y las peleas se han convertido en el pan de cada día. «Yo tuve que ir a vivir de alquiler unos meses porque no podía más», reconoce la otra vecina, que dice pero que «tenía que venir cada día para asegurarme de que no me habían ocupado el piso». Ambas coinciden en el hecho que «da miedo salir de casa y, cuando oímos quefuera en los pasillos hay ruido, no salimos hasta que se calma», y reconocen que «no podemos traer nunca a nadie a casa porque nos da vergüenza, y eso te condiciona mucho la vida, al fin y al cabo.»
De cara a encontrar una solución, aunque aseguran que a nivel policial siempre se ha trabajado, lamentan que si los bancos, que son los propietarios de los pisos ocupados, no denuncian, no se puede hacer nada. «A los bancos les da igual, porque a ellos no les crea ningún problema que sus propiedades estén ocupadas ilegalmente», sostienen las vecinas, que son al final las que sufren las consecuencias. «Lo que no es lógico es que, si no pagas tu hipoteca, los bancos vienen a desahuciarte rápidamente sin embargo, estos mismos bancos no hacen nada cuando hay ocupas en sus pisos», critica una de las vecinas, que explica que fue a un juicio por una ocupación de un piso del bloque, propiedad de un particular que había denunciado, y «el juez sólo les puso una multa, no les echó». «Es en este momento cuando te planteas si la justicia está bien hecha o bien aplicada», dice la vecina.
Además, descartan totalmente la opción de marcharse del edificio, «porque es nuestra casa y no nos echarán, sería como rendirse, perder la batalla. Nos quedamos por honor». Explican que al principio arreglaban los destrozos que provocaban los ocupas cuando se peleaban, «pero llegó un punto en que desistimos porque al día siguiente se volvían a pelear y lo volvían a romper», y añaden que «más de una vez nos habría podido caer un cristal en la cabeza». En esta misma línea de inseguridad dentro de su propio edificio, aseguran que tienen contraseñas para entrar en casa de alguno de los vecinos, de manera que se pueden asegurar de que no se trata de los ocupas.
Las vecinas confían en que, tarde o temprano, se solucionará el problema, pero mientras tanto tendrán que seguir viviendo esta situación «insoportable». Según dicen, por la noche duermen con tensión y no pueden descansar. «Ayer me desperté porque oí un ruido y pensaba que ya me habían entrado», explicaba, preocupada, una de ellas, mientras que la otra aseguraba que «cada vez que nos marchamos de casa lo tenemos que cerrar todo, porque algún día nos los encontraremos dentro. A mí ya me han saltado varias veces en el balcón y me han cortado el cable de la televisión».
Suciedad por todas partes
Las dos vecinas también se compadecen de que los ocupas tiran basura por todas partes. «Mi balcón toca al lado de la vía del tren, donde lanzan toda la porquería, igual que en la calle y, a veces, incluso, me he encontrado en mi tendedero, no puedo ni tender la ropa». Por su parte, la otra vecina lanza que «decirles cerdos es despreciar los cerdos».
En el patio interior, hay una reja donde lanzan todo tipo de basura, desde plásticos, como botellas y otros utensilios, hasta paquetes de tabaco, ropa, maderas y bolsas. Suciedad también hay en cada pasillo y cada rellano, e incluso en la entrada del bloque, donde la puerta también está rota y siempre abierta. Las dos vecinas no se quieren ni imaginar cómo deben estar los pisos por dentro, aunque una asegura haber visto uno hace unos años y todavía se pregunta «cómo pueden vivir allí».