Diari Més

Rancho Grande

«Hace 15 años que no vivía con la tranquilidad con la que vivo ahora»

Los vecinos del Serrallo han notado un giro en la convivencia 38 días después de que los ocupas del Rancho Grande fueran desalojados

Ahora hay 16 pisos habitados en el Rancho Grande, después de que el 20 de agosto echaran los ocupas.

«Hace 15 años que no vivía con la tranquilidad con la cual vivo ahora»Gerard Martí

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Ya hace un mes y una semana que un extenso operativo policial acabó con las ocupaciones ilegales en el número 2 de la calle Sant Andreu del barrio del Serrallo, conocido como Rancho Grande, y, después de este tiempo, sólo sale una palabra de la boca de los vecinos: tranquilidad. Si bien la situación había empeorado en los últimos meses, con un incremento de episodios de violencia como peleas y discusiones entre los mismos ocupas, de la venta de droga y, en consecuencia, de la inseguridad de los vecinos, todo viene de lejos.

«Hacía 15 años que no vivía con la tranquilidad con la cual vivo ahora», asegura a DiariMés la propietaria de una vivienda en el Rancho Grande, que durante estos años ha tenido que convivir con los ocupas con todo lo que comporta. «Ya no tenemos aquella desazón y aquel miedo que teníamos cuando teníamos que salir o entrar en casa, pusieron una puerta de hierro en la entrada del edificio y nos sentimos más seguros», añade la vecina, que, no obstante, reconoce que «sí que sufrimos por que no vuelvan a venir a ocupar pisos, ahora estamos más al acecho cuando entra alguien que no conocemos y nos preguntamos entre los vecinos si viene a casa de alguien».

Con respecto al estado del edificio, la vecina, que prefiere mantenerse en el anonimato, explica que ha mejorado a nivel de suciedad, ya que se han limpiado todas las zonas comunes donde los ocupas lanzaban la basura. En cambio, todavía no se ha avanzado mucho en el arreglo de los cristales de las barandillas de los pasillos que dan al interior del edificio, la mayoría de los cuales estaban rotos, ni tampoco en la rehabilitación del edificio en general, que desde hace tiempo presenta problemas estructurales. «A través de la Inspección Técnica de Edificios y del arquitecto, iremos haciendo», señalaba la vecina, que reconoce estar «descansada» por una parte pero «con miedo que vuelva a pasar» por la otra.

Oriol Tomàs es un joven que trabaja en Efectos Navales Ortiz SA, en el local situado en el mismo edificio número 2 de la calle Sant Andreu del barrio de pescadores. Tomàs celebra también estar «mucho más tranquilo» desde que los ocupas fueron expulsados del bloque. Explica que «había problemas diariamente, ya que pinchaban la luz y el agua y teníamos goteras cada día aquí en el local». Lamenta que mientras estaban no había nadie que se hiciera responsable de estos problemas de mantenimiento.

Por otra parte, Ana Rodríguez, una mujer mayor que vive en la calle Callau, coincide en que el barrio está mucho más calmado. «Se nota que no están, antes todo eran abroncadas y ahora la cosa está más tranquila, antes tenía mucho miedo y me sentía insegura cada vez que salía de casa». De la misma manera, otra vecina de la calle Sant Pere, que también prefiere no dar la cara, señala que «ya no hay conflictos ni peleas, nos sentimos más seguros». Quien también explica cómo ha cambiado el barrio en estos 38 días desde que no hay ocupas es Marcelino Recasens, vendedor de la ONCE en el Serrallo. «Estoy mucho más tranquilo, claro, porque yo hacía todo el recorrido por el barrio y cuando pasaba por la zona más próxima al Rancho Grande me daba respeto. Gracias a Dios nunca me pasó nada, porque también intentas evitar los problemas, pero me daba miedo que me pudieran venir 5 o 6 a la vez y me intentaran robar», sostiene Recasens.

El cambio radical del Rancho

El edificio del Rancho Grande cambió radicalmente a lo largo de quince años, aproximadamente, pasando de ser una zona de confianza en ser todo el contrario. Según explican Antonia Cutillas y Rosa Sanz, dos vecinas del Serrallo de toda la vida y que habían vivido 37 años en el número 2 de la calle Sant Andreu, había mucha confianza entre todos los vecinos del bloque. «Nos conocíamos todos y vivíamos con las puertas de casa abiertas, y entrábamos en los pisos de los vecinos si necesitábamos alguna cosa, era todo mucho más familiar», relata Sanz. Nada más lejos de lo que ocurrió al cabo de unos años. Por su parte, Cutillas, reconoce que «ahora estamos mucho más tranquilos aquí en el Serrallo». Sanz añade que «cuando iba a comprar y pasaba por allí delante me aterraba que no me tiraran nada en la cabeza y, cuando cruzaba por debajo del puente, tenía miedo de que no me robaran, que a una mujer ya la atracaron allí».

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