Pobreza
La demanda de alimentos en Càritas se dispara a causa de la crisis económica
Voluntarios de la organización aseguran que se ha multiplicado el número de familias que acuden
En las últimas semanas y meses se ha disparado el número de personas que cada semana acuden a la parroquia de Sant Joan Baptista de Tarragona en busca de los alimentos que reparte Càritas Parroquial en 13 iglesias de la ciudad. Si bien cuando empezó la pandemia estalló la crisis económica que dejó sin trabajo a mucha gente, desde la organización aseguran que nunca había habido tanta demanda como la que hay actualmente. Sobre todo entre las familias, gente que por primera vez se ve obligada a ir a pedir comida para poder vivir.
Es el caso de Dulce Verònica Cantorno, que explica que desde que estalló la pandemia de la covid se quedó sin trabajo, y tiene una hija de 11 años y un bebé de nueve meses. «Es la primera vez que me encuentro con que la única opción que tengo para sobrevivir es pedir alimentos», explica Cantorno, que asegura que, hasta ahora, siempre había trabajado. Lamenta que no encuentra trabajo y que tampoco recibe ninguna ayuda, en su caso porque no tiene documentación. «Nos toca aguantar lo que hay, y veo un futuro muy complicado, sobre todo para mis hijos», comentaba, y reconocía que con los alimentos que recibe de Càritas «no me llega». Explicaba que, de la misma manera, ha pedido ayuda a la Cruz Roja, dónde también le han dado comida.
Neus Ibern, una de las voluntarias que preparaba ayer los paquetes con alimentos, aseguraba que «en marzo eran unas siete u ocho familias y hoy, por ejemplo, son 12 los que han solicitado comida. En cuestión de dos o tres semanas ha incrementado mucho». En este sentido, otra de las voluntarias señalaba que mucha gente trabajaba en trabajos temporales en verano y ahora se han vuelto a quedar sin ingresos. Entre los alimentos que reparten desde Càritas, predomina la pasta, las legumbres, el arroz, el aceite, la leche y las galletas, comprados por la misma organización por medio de las donaciones que recibe. Las voluntarias destacaban también que el Gremide Pastissers de Tarragona regala cada semana 150 panes.
Aparte de las familias, quien también acude a las parroquias semanalmente son los sin techo y los jóvenes extutelats que se han visto en la calle y sin ingresos una vez han cumplido los 18 años y nadie se ha hecho cargo de ellos. Pablo Martín, de 55 años, es un sensesostre de Tarragona. Ayer esperaba también en la cola de la parroquia para llevarse una bolsa con comida. Explicaba que la semana pasada había estado en Lérida, «donde el Ayuntamiento pone duchas a disposición de los que viven en la calle, y también un comedor para ir dos veces al día, y en Girona igual». Martín lamentaba que, en cambio, «aquí en Tarragona han cerrado las fuentes y las duchas del albergue de la Parte Alta». «Me hace gracia que los vecinos de Tarragona se quejan de que con las fuentes cerradas las palomas no pueden beber agua, pero¿y las personas?», se preguntaba.
El sensesostre, lamentaba que su asistenta social del Instituto Municipal de Servicios Sociales de Tarragona no le llama desde junio. «Me tenía que llamar en agosto para ver cómo estaba mi renta garantizada, y no lo ha hecho», denunciaba. Lamentaba también que en el albergue «sólo nos dan un bocadillo pequeño con que tenemos que subsistir todo el día y tengo que venir aquí esporádicamente, y nos dan una lata de atún».
Finalmente, otra realidad al reparto de alimentos en las parroquias de Tarragona. Ahmed, un joven marroquí explicaba que una vez cumplió los 18 años se encontró solo en la calle. Se vio obligado a ocupar un piso en la ciudad, donde vive actualmente, y, desde hace un año, cada semana va a la parroquia de Sant Joan Baptista a buscar comida.