«No he escrito la novela para hablar de buenos y malos, sino para hablar de reconciliación»
En su última novela el escritor de origen ampurdanés establecido en Tarragona habla de las historias familiares silenciadas a causa de la guerra
—Su novela se articula alrededor de dos historias entrelazadas en el tiempo y el espacio. ¿Qué nos explican?
—Son dos historias en dos planos temporales: por una parte el presente y de la otra el pasado, después de la guerra española y el Holocausto alemán. Y trata sobre el silencio que nuestros padres y abuelos mantuvieron, o se vieron obligados a mantener, después de los hechos sucedidos en estas dos guerras.
—La idea de base son estas historias del pasado, que todavía ahora restan escondidas en muchas familias. ¿Por qué ha puesto la mirada en estos silencios?
—Hay dos hechos que me han llevado aquí. Uno es de cuando era pequeño y nos venía a visitarun pariente de Francia. Mi abuelo tenía un hermano y una hermana en Francia, y yo no entendía por qué se habían ido, por qué vivían allí y como habían llegado. Este es un hecho que siempre he tenido presente, así como el porqué de este silencio, por qué nuestros padres no nos hablaban de lo que había pasado. El segundo motivo para escribir la novela es un suceso que pasó en el pueblo donde viví de pequeño: los primeros días de la guerra hubo unos hechos sangrantes por parte de aquellos que decían el anarquismo, y a la gente del pueblo, familias que estaban con la república, aquello les supo muy mal.
—En la novela, los protagonistas quieren averiguar los hechos sucedidos. En la historia plana la pregunta de sí se tiene que remover el pasado, cuando eso puede hacer mucho mal. Ellos llegan a una conclusión. ¿Cuál es la suya?
—El pasado se tiene que conocer para no repetir los errores. Es evidente que sí. Seguramente no conseguiremos descubrirlo todo, pero al menos hará que nos concienciemos y podamos evitar que hechos como aquellos vuelvan a pasar. Aunque tal como está todo ahora, viendo lo que pasa en los Estados Unidos o en Europa con la ultraderecha, todo da un poco miedo.
—El libro se titula El llarg silenci dels botxins, pero en el texto también se maldice el silencio de los vencidos. Los dos silencios están en un mismo plano, no hay buenos ni malos.
—Exactamente, he hecho la novela con la intención de no hablar de buenos ni malos, sino de reconciliación.
—En cambio no hay matices cuando habla del Holocausto. Aquí sí que se esfuerza en dejar muy claro que aquello es el mal absoluto.
—En la historia explico los hechos que pasaron en un campo de concentración bastante desconocido, situado en Francia. En esta cuestión no hay medias tintas. Aquello fue algo bestial, inconcebible. En el libro me hago la pregunta, igual que se lo han hecho otros antes, si nunca llegaremos a ser humanos, viendo que pasan estas cosas.
—¿Piensa que, de alguna manera, las generaciones actuales tenemos la responsabilidad de recuperar toda esta memoria antes de que se pierda para siempre?
—Sí, ahora es el momento de hacerlo. Si no, perderemos la posibilidad. Ya quedan muy pocas personas vivas que vivieran el Holocausto, y de la guerra de España sólo quedan algunos testigosque son muy mayores y que, cuando aquello sucedió, eran muy pequeños.
—Hay novelas que, por los temas que tratan, tienen repercusión más allá del hecho literario. ¿Se ha encontrado con lectores que, a través de su libro, hayan revivido hechos similares?
—Sí. Yo dedico la novela a la tía de Francia y al primo Floreal. Pues bien, una persona me explicó que había empezado a leer el libro y que él también tenía una tía de Francia. Me estoy encontrando con eso porque hago memoria de hechos que han pasado. Hablo por ejemplo de la retirada, en la que medio millón de personas travesaron la frontera, y por lo tanto hay muchísima gente que se puede sentir identificada con los hechos que se explican.