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Los estudios de tatuajes de Tarragona, preocupados por no poder abrir los sábados

El número de personas a las cuales se tatuó por primera vez aumentó considerablemente después del confinamiento total

Carlos Latorre, del estudio Chopper Ink Tattoo, tatuando el tobillo de una chica en su local del Cós del Bou la semana pasada.

Los estudios de tatuajes de Tarragona, preocupados por no poder abrir los sábadosGerard Martí

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Los estudios de tatuajes de Tarragona están preocupados por su futuro a raíz de la prohibición de aperturalos sábados de los negocios no esenciales. La respuesta por parte de la clientela fue buena después del confinamiento total de la primavera e, incluso, el número de personas a las cuales entonces se tatuó por primera vez se multiplicó. Cuando menos, las restricciones ligadas a la segunda y tercera ola de la pandemia están dando la lata a los tatuadores de la ciudad, que ante la imposibilidad de abrir los sábados, han visto cómo la facturación está cayendo en picado. Además, los últimos meses la popularidad de tatuar en casa, sin licencia, ha crecido entre particulares, hecho que todavía dificulta más el trabajo en los estudios de Tarragona.

Los tatuadores de la ciudad ven peligrar su futuro después de muchas semanas sin poder abrir los sábados. «Acostumbraba a ser un día muy bueno, ya que llegábamos a hacer 200 o 300 euros y nos venía gente de fuera», lamentaba Mik Zion, del estudio en la calle de Armanyà que lleva el mismo nombre y lleva 24 años abierto. Las perspectivas tampoco eran esperanzadoras para Ismael López. El propietario de The Power Ink detallaba que, desde el inicio de la segunda ola, «la clientela ha bajado un 80%». En más, el tatuador del local ubicado en la calle Méndez Núñez criticaba que «las ayudas que la administración da no son compatibles con los estudios de tatuajes», y que lo que gana ahora mismo entre semana no le sirve ni para cubrir los gastos, por lo que quizás tendré que cerrar en marzo».

La situación preocupante se extiende a la mayoría de estudios de tatuajes de la ciudad. «Últimamente tenemos bastantes cancelaciones», admitía Clara Castillo. La tatuadora del estudio RoseNoire, situado en la plaza de las PeixateriesVelles, también lamentaba el hecho de tener cerrado los sábados y aseguraba que había sido «un año caótico con las medidas higiénicas, anulaciones y sólo poder aceptar clientes con cita previa». Además, el poder adquisitivo de los clientes fieles y de los potenciales ha perdido empuje los últimos meses, tal como lo notificaba Carlos Latorre, tatuador del estudio Chopper Ink, en la calle Cós del Bou: «La gente ahora mira mucho más el dinero y, si se tatúan, se les hacen más pequeños».

La amenaza de los particulares

El momento complicado que viven los estudios de tatuajes, sin embargo, no está coincidiendo con la época dulce para los amantes de la tinta. El incremento de personas que se han tatuado los últimos años ha ido acompañado del crecimiento del número de particulares que llevan a cabo la actividad en su casa. «No tienen ningún tipo de titulación y han comprado las máquinas a internet», denunciaba a Clara Castillo. La tatuadora del RoseNoire detallaba que «la gente que ha empezado a tatuar desde cero en su casa nos está perjudicando económicamente», e incidía en el hecho que «no pagan alquiler ni tienen que seguir las mismas medidas sanitarias que nosotros». En el mismo sentido, Carlos Latorre hablaba de la calidad y explicaba que «mucha gente que se les hace en casa acaba viniendo al estudio a arreglárseles».

Crece el atrevimiento

La cara positiva del 2020 por los estudios de tatuajes de Tarragona fueron los primeros meses después del confinamiento total de la primavera. «Después de la primera ola vino mucha gente nueva, y el 80% de los clientes fijos volvieron», recordaba Ismael López. Desde entonces, «hay gente que se ha hecho cada dos semanas», puntualizaba Carlos Latorre. Las ganas de tatuarse crecieron a la vez que pasaban los días cerrados en casa, y mucha gente se atrevió «a hacerlo por primera vez, sobre todo con diseños pequeños y simples», aclaraba Clara Castillo. Cuando menos, los tatuadores de la ciudad coincidían en que la pandemia no había sido una temática recurrente entre los tatuajes del 2020, excepto los nombres de personas próximas muertas.

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