Societat
Fonoll: «Si Dios me quiere llevar, que lo haga, pero prefiero quedarme más»
La monja más veterana de la comunidad del Sagrat Cor hace hoy 100 años después de haber superado el coronavirus en un brote que afectó al centro
Emília Fonoll es la monja más veterana de la comunidad del SagratCor de Tarragona. Nacida junto al Monasterio de Poblet el 18 de febrero de 1921, hoy se convierte en una abuela centenaria. A pesar de una vida llena de obstáculos y sustos –acaba de superar el coronavirus-, Fonoll llega a los 100 años con la clarividencia intacta y avisa: «¡Tengo mucha fuerza!». A diferencia de muchas de sus compañeras, la monja pobletana disfruta de bastante independencia y ha encontrado en un andadorsu mejor aliado.
Un brote de covid-19 afectó a la comunidad de monjas del SagratCor el pasado enero. Algunas monjas no pudieron superar la enfermedad, pero la más veterana de todas venció el coronavirus con el fin de plantarse a las puertas de los 100 años. «No tuve miedo, pero sí angustia», comenta Emília Fonoll, que confiesa que lo pasó mal cuando estuvo «aislada en una habitación que no era la mía, sin poder hablar con nadie ni poder andar por el pasillo». Fonoll tan sólo sufrió síntomas leves, ya que sólo estuvo «muy chafada». Como buen regalo de centenario, las monjas del SagratCorrecibieron el lunes la primera dosis de la vacuna contra la covid-19.
«¿Tú sabes qué son 100 años? Yo tampoco lo sé», ironiza Emília Fonoll. La monja nacida en Poblet confiesa sentirse «muy afortunada de poder hacer el centenario, que son muchos años», pero matiza que «les hace más ilusión al resto de monjas que a mí, yo me dejo llevar». La comunidad, que le regaló una blusa, una falda y una chaqueta, hoy está de celebración. Con la ausencia obligada de visitas familiares, las monjas del SagratCor se han esforzado en regalar a Fonoll una fiesta de cumpleaños como es debido.
72 años de monja
Después de pasar la infancia en Poblet, toda la familia se trasladó a Tarragona por motivos laborales. Los Fonoll eran cinco hermanos, de los cuales ya sólo sobreviven dos. Curiosamente, las mayores y las dos mujeres: Emília, la primogénita, y Carme, que también fue monja. Dos de los otros hermanos, Josep Maria y Lluís llegaron a la vejez, mientras que el más pequeño de todos, Quico, murió muy joven. Francesc Fonoll era una gran promesa del fútbol español, llamado a ser el nuevo Zamora –tal como lo bautizaron los medios–, pero murió a los 18 años a raíz de un golpe en el riñón el día que debutaba como portero titular del Nàstic, el 1953.
Después de vivir unos cuantos años en Tarragona, la vocación picó en la puerta de Emília Fonoll: «Tenía 28 años cuando me hice monja, ya era muy grande». Fue a Vic a hacer el noviciado, y ya se quedó allí. En la capital de Osona estuvo 38 años, donde Fonoll confiesa que fue «muy feliz». En Vic, la monja pobletana ejerció de maestra, y fue la profesora de Literatura de una pequeña Pilarín Bayés, de quien explica que la pasión por la ilustración ya le apareció de bien pequeña: «Escuchaba en clase, pero mientras tanto ella iba dibujando».
Después de pasar más de un tercio de vida en Vic, Fonoll hizo las maletas para volver a casa. «A los 56 años volví a Tarragona», explica la monja, «ya que mi madre estaba en una residencia en Valls y no quería que estuviera tan sola, por lo que si estaba cerca la podía ir a ver a menudo». De esta manera, en 1977 volvió a la ciudad y, desde entonces, ha formado parte de la comunidad del SagratCordurante casi medio siglo de vida.
Superando obstáculos
Haber llegado a los 100 años es toda una recompensa para Emília Fonoll, que las ha visto de todos colores. Aparte del recientemente superado coronavirus, ha sufrido varios sustos a lo largo de su vida. El más grave se produjo a raíz de un accidente de coche. Yendo de Vic a Valls con su hermana Carme, quien conducía, «cogimos una salida hacia Lleida, pero un camión que venía por detrás chocó contra nosotras a la hora de adelantarnos». Aunque el vehículo hizo un montón de vueltas de campana, las dos hermanas sobrevivieron. «Me acuerdo perfectamente, fue un accidente muy grande», rememora Fonoll, que después estuvo ingresada y sedada un mes en la unidad de cuidados intensivos en Tarragona.
Emília Fonoll se convierte hoy en centenaria habiendo superado todavía más obstáculos. Hace poco perdió la vista del ojo derecho, tiene que utilizar una mascarilla de oxígeno un rato antes de dormir y, los últimos años, se ha sometido a una operación de espalda y a una de esófago para tratar un cáncer que finalmente no lo era. A todo eso hay que sumar la guerra civil. «¡Y tanto si me acuerdo!», exclama Fonoll. Todavía en Poblet, tenía 15 años y asegura que aprendió «a disparar o a subir a caballo». Incluso hizo de secretaria por el ejército republicano, y así aprendió a escribir a máquina. Ha pasado tiempo desde entonces. «Para hacer 100, supongo que Dios me ha querido mucho», pero Emília Fonoll avisa: «Si me quiere llevar, que lo haga, pero prefiero quedarme un poco más».