Patrimonio
Descubren tramos del acueducto romano del Francolí en torno al Pont del Diable de Tarragona
Investigadores del ICAC intentan averiguar el trazado de unos quince kilómetros que llevaba agua hasta Tàrraco
De la otra, el acueducto del Francolí, que es el que están buscando ahora. De momento han empezado por el entorno del Pontdel Diabley ya han hecho los primeros hallazgos. Son restos complicados de identificar en medio de la montaña, campo a través y en lugares de difícil acceso, cubiertas de vegetación y de capas del suelo que se han ido acumulando con el paso de los siglos. Así, el recorrido se ha tenido que reponer en base a pequeñas pistas, como recortes en la roca o fragmentos desmenuzados de muro o de la cerámica que recubría el pavimento y que se encuentran esparcidos por los alrededores donde estaba la construcción.
El recorrido concreto del acueducto se adapta a la orografía del terreno. En algunos tramos serpentea, en lugarde ir recto. El motivo es que era más barato hacerlo así que construir puentes para salvar los desniveles. Las grandes construcciones, como el Pontdel Diable, se usaban únicamente en casos extremos donde había que superar grandes barrancos y no había otra alternativa.
Construcción cubierta
Para localizar el trazado los investigadores también se ayudan de la cota, que les permite seguir una cierta lógica a la hora de ubicarlo. «Los romanos hacían las canalizaciones de agua con un desnivel de un 0,2%», comenta López. Eso hacía que el agua circulara sin estancarse y al mismo tiempo sin coger una gran velocidad que estropeara el interior de la construcción, ya que los acueductos romanos eran cubiertos, ya fuera con una bóveda o con bloques de piedra. «Como aquella agua era para beber, los cubrían para que no le tocara el sol ni le cayera basura», especifica.
Los únicos tramos cubiertos de los quese tiene constancia son, paradójicamente, en el centro de Tarragona. Elque está mejor conservado es entre dos edificios de la avenida Catalunya. Hace unos 25 metros de longitud, poco más de un metro y medio de altura y es de piedra compactada con mortero. Periódicamente, en todos los acueductos entraban trabajadores de mantenimiento para limpiarlos de la cal del agua que se acumulaba o de suciedad. Una vez dentro de la ciudad, se distribuía canalizada hasta las fuentes públicas -donde se abastecía la población- y hasta las termas.
Pero el gran misterio actualmente es saber en qué punto se hacía la captación. Los investigadores del ICAC no tienen claro si estaba en la zona de Vallmoll o del Rourell. «Por la topografía pensamos que el agua puede ser que no venga tanto del Francolí sino del torrente de Vallmoll, pero todavía no lo sabemos. Tenemos que seguir encontrando restos para saber donde nos llevan, sino nos quedaremos en el terreno de la especulación», reconoce López. La zona inicial transcurre bastante paralela al río y los científicos lo explorarán durante las próximas semanas.
Tampoco se conoce el nombre del acueducto. La denominación de Francolí es contemporánea, pero López indica que no hay ningún documento que indique cómo se llamaba en época romana. Lo que claro está es que «todos tenían nombre», afirma. En el caso del acueducto del Gaià se ha sabido recientemente que se conocía como Aqua Augusta, un nombre en honor al emperador August. Los científicos tampoco saben cuánto tiempo se necesitó para construirlo ni cuándo entró en servicio.
Pedreras en el entorno
Otro elemento característico del acueducto del Francolí es que se han localizado una docena de pedreras en torno al Pontdel Diabledesde donde se extraía el material para construir esta obra de ingeniería civil. De estas, una la han descubierto el equipo de científicos del ICAC. La mayoría están cubiertas de vegetación y son difíciles de identificar. Pero hay dos que son bastante particulares, ya que se encuentran dentro de dos cuevas, conocidas como las Covesde la Pedrera. Gutiérrez explica que «los romanos buscaban piedra de calidad y lacogían de donde hiciera falta». Además, las Coves de la Pedrera tienen la particularidad que el acueducto pasa justo por encima, con lo que el ahorro de energía en el transporte de la materia prima era evidente.
No obstante, López defiende que haría falta que las administraciones hicieran un esfuerzo por dignificar los diferentes hallazgos arqueológicos, protegerlos y hacerlos comprensibles para los visitantes. «No podemos musealizar restos donde no hay nada conservado», como en muchos de los casos del acueducto, reconoce. Pero sí cree que «valdría la pena excavar los restos de la conducción y hacer un camino paralelo para que la gente la pueda ver». También propone recuperar las pedreras, a partir principalmente de limpiar la vegetación y señalizarlas, y «hacer una ruta que permitiera verlas».