Patrimonio
La Arqueológica defiende que el Ayuntamiento adquiera el antiguo local del restaurante Les Voltes para abrirlo al público
La RSAT califica el cierre del establecimiento de una «oportunidad clarísima» porque se trata de un espacio con un valor patrimonial incalculable
El cierre el pasado fin de semana del emblemático restaurante Les Voltes, en la calle Trinquet Vell de la Part Alta de Tarragona, ha abierto un debate hacia cuál tiene que ser el futuro del local. Se trata de unos bajos con un valor patrimonial incalculable. Hasta ahora, platos, tenedores y cuchillos habían convivido durante 38 años con tres vueltas|bóvedas, una cavea y una caja de escaleras|escalas del Circo romano de Tàrraco. Hoy por hoy, se desconoce cuál será el futuro del establecimiento, si el negocio se traspasará o bien si el local estará libre para recibir otro comercio. No obstante, la Real Sociedad Arqueológica Tarraconense (RSAT) considera que es «una oportunidad clarísima» con el fin de dar un uso público en el espacio y establecer una museización en condiciones, donde el patrimonio sea el único protagonista. Para Itinere, el caso de Les Voltes ha sido un ejemplo de la «convivencia» diferencial de Tarragona entre monumentos y comercios, por lo que seguir apostando por esta vía sería una opción viable.
La compra del local, la museización y la apertura|abertura al público es, hoy por hoy, inviable para el Ayuntamiento de Tarragona. Desde el consistorio aseguraban ayer a Diari Més que «no hay capacidad económica ni de recursos humanos» para hacer frente a una hipotética operación de estas características. «No se puede afrontar comprar esta propiedad», sentenciaban. Eso sí, remarcaban que la administración local seguirá siendo exigente a la hora «de supervisar los otorgamientos de licencias» con el fin de asegurarse de que la conservación del patrimonio es óptima.
«La política del Ayuntamiento tendría que ser poner en valor el patrimonio y, en este caso, adquirir el local con el fin de revertir en la ciudadanía y que cada vez se vean más partes del monumento», explicaba Òscar Martín. El secretario de la RSAT defendía que se tiene que rechazar «cualquier actividad no museística y que no sea pública» y que la actividad de restauración «puede conservar el monumento, pero no a largo plazo, ya que es condenarlo». Para Martín, el cierre de Les Voltes es «una oportunidad a fin de que este espacio forme parte del proceso de liberación del Circo iniciado por el alcalde Recasens los años 70», en gobierno del PSC. Desde la RSAT defienden que podría ser «un punto de inflexión» para hacer visible gran parte del monumento «de una vez por todas».
Con respecto a la incapacidad del consistorio para materializar una compra, Martín sugería que hay otros métodos: «Hay unos fondos europeos Next Generation que podrían ser un recurso. Si no hay, se pueden buscar en otros lugares o sacar otras partidas». El secretario de la RSAT añadía que «no hace falta que sea el Ayuntamiento, podría adquirirlo la Generalitat, que ya gestiona otros monumentos». «Mientras sea público y abierto, no creo que sea un problema». En este caso, Martín reconocía que la dificultad es la «coordinación» y, específicamente, «el Circo necesita un plan|plano director». Si hubiera un nuevo negocio, pedía seguir siendo «respetuoso y cuidadoso», tal como lo había hecho Les Voltes. No obstante, Martín reivindicaba que «la única opción es la compra, todo el resto es una pérdida de tiempo».
Tàrraco, «una pequeña Roma»
El hecho de poder comer o comprar entre restos romanos es un fenómeno del cual no demasiadas ciudades pueden disfrutar. «Es un rasgo diferencial de Tarragona, donde vivimos. No es un yacimiento, como Pompeya», indicaba Xavi Mejuto. El gerente d'Itinere ponía en valor el hecho de «presumir una pizca de ser una pequeña Roma». Para Mejuto, «la convivencia diaria con el patrimonio es una cosa muy interesante, hacer vida cotidiana fue un punto positivo para|por la UNESCO» cuando se declaró el conjunto arqueológico de Tàrraco Patrimoni de la Humanitat. En este sentido, Mejuto creía que «haría falta un debate» y dudaba de comprar de primeras el local de Les Voltes, en más de defender que «se tiene que tener en cuenta la opinión de los propietarios». El gerente d'Itinere agradecía que el restaurante hubiera sido «siempre abierto para entrar con los visitantes a observar». Fuera público o privado, Mejuto recalcaba que «la cuestión es tener el espacio vivo».