Sociedad
«Si tenemos que tratar con máquinas, necesitamos que nos lo faciliten»
Tres jubilados hablan sobre el trato de que reciben a las personas de la tercera edad por parte de las entidades bancarias
El trato que está recibiendo a la gente de la tercera edad por parte de las entidades bancarias está levantando polvareda en los últimos tiempos. La brecha digital supone un obstáculo para que este colectivo pueda hacer las operaciones a través de la banca en línea en un momento en que las sucursales físicas cada vez están menos y todos los procesos se han digitalizado.
«Para nosotros es complicado adaptarnos a las nuevas tecnologías, ya no tenemos la cabezapara estas cosas, necesitamos que los trabajadores del banco nos hagan las gestiones», dice María Ángeles Marín, una pensionista de 74 años de origen vasco y establecida en el barrio de Sant Salvador. Marín explica que, «cuando he ido a sacar dinero a mi banco, me han dicho que me tienen que cobrar si me los dan en ventanilla. ¡Para sacar mi dinero a mi banco, tengo que pagar! Hasta donde|dónde hemos llegado»!. La solución que le ofrecen es tener una tarjeta o sacar el dinero con la libreta a través del cajero. «Yo no recuerdo mi PIN y, por lo tanto, lo tendría que traer apuntado, sin embargo, si alguien lo encuentra, me pueden vaciar la cuenta», se queja. «Es vergonzoso lo que está pasando, tendremos que salir a la calle, no nos quedará más remedio», añade.
La otra opción que ofrecen las entidades bancarias para las personas que no sepan operar a través de la banca en línea es pedir cita en la oficina para ser atendidas. Josep Iglesias, de 78 años, explica que «ahora tienes tu gestor, pides cita y entonces te atienden, así y todo este no es un proceso normal para las personas mayores». Antes los bancos eran unas entidades en las cuales confiábamos, llegabas en la oficina y te atendían sin problema. Ahora, todo ha cambiado», añade. En muchas ocasiones, además, la cita no garantiza evitarte colas con el consiguiente tiempo de espera.
Josep Maria Ferran, de 67 años, se queja que «he llegado a hacer una hora de cola teniendo cita y, una vez te atienden, como hay pocos trabajadores, entran y salen continuamente de la oficina para hacer otras gestiones y tú te tienes que esperar». Desde que estalló la pandemia, además, con las limitaciones de aforo impuestas, estas colas se han trasladado a la calle. «He llegado a estar dos horas y media para poder hacer una gestión al banco esperando en la calle, en pleno invierno, con lluvia y frío, mientras había sólo una persona atendiendo dentro de la oficina. Al final, no nos matará la covid, pero lo hará el frío», comenta María Ángeles Marín.
El cierre de oficinas que se ha producido en los últimos tiempos está afectando, de manera todavía más intensa, a los pueblos pequeños. Josep Maria Ferran es de l'Aleixar. «Antes teníamos varias oficinas. Ahora sólo tenemos un cajero automático y, a veces, no funciona», explica. «Los pueblos estamos abandonados», añade. Por eso pide «abrir formas de acceso al dinero en metálico en sociedades recreativas, cafés sociales y culturales y ateneos» como solución a esta situación. Un caso similar es el que se encuentra a María Ángeles Marín: «En el barrio teníamos una oficina y ahora está cerrada. Sólo tenemos un cajero automático que, a veces, se queda sin dinero, y tenemos que movernos hasta Tarragona u otras poblaciones de los alrededores».
Las peticiones
Ante estas y otras quejas del colectivo de la tercera edad, Ferran propone varias soluciones: «Necesitamos referentes profesionales bancarios en los cuales podamos acceder fácilmente, que se acaben los horarios de atención al público prefijados, que puedas ir al banco cuando necesites hacer alguna gestión mientras está abierto, y es necesario que se agilice la cita previa». Una cuestión en que coinciden los tres jubilados es la necesidad de eliminar las comisiones para hacer cualquier gestión. «Viven de nuestro dinero y todavía pretenden cobrar una comisión cuando queremos sacar», se queja Marín. La falta de sitio para sentarse mientras se está esperando es otra de las quejas. «No nos pueden tener esperando en la calle como si fuéramos perros», explica Marín. «Tendríamos que poder esperar sentados en una silla en el interior».
Josep Iglesias es de la opinión que «a los clientes, se los tiene que tratar bien. Cualquier negocio que no trata bien a los clientes acabará cerrando. Con los bancos, en cambio, eso no pasa. Por eso hacen lo que quieren, porque saben que nos tienen ligados de pies y manos». Según palabras de Marín, «a las personas mayores, se nos tienen que facilitar las cosas y ayudarnos cuando tenemos que tratar con máquinas y no con personas, no ponernos más dificultades». «No sé cuál será la solución per a todo –apunta–, pero estamos realmente fastidiados».