Ucrania
«No podemos mirar hacia otro lado y hacer como si la guerra no existiera»
Una familia del barrio de Campclar de Tarragona acoge en su casa a cuatro refugiados ucranianos, dos madres y dos hijos
Valeriia Voloshko planta flores en el patio con la ayuda de su hijo Mark. Mientras tanto, Ianina Vaselega, madre de Daniil, echa una mano en la cocina. Los cuatro son refugiados ucranianos en Tarragona. Hace unos días llegaron a la ciudad después de un largo viaje obligado por Europa. Se marcharon de su país cuando estalló la guerra y dejaron atrás su gente, su familia, y los padres, como el de Daniil, que está combatiendo en el frente.
Gracias a la hospitalidad del matrimonio formado por Silvia Castellví, policía portuaria, y Josep Balastegui, informático de profesión actualmente en paro, y la madre de Castelllví, Micaela Guzmán, tienen una vivienda temporal donde quedarse mientras esperan que acabe la pesadilla. «Fuimos hasta Cracovia para ayudar. Entonces no pudimos traer a nadie con nosotros, pero pusimos un anuncio en la estación de tren con mi teléfono y empezaron a contactarnos», relata Castellví.
Paralelamente, también publicó su móvil en internet, una decisión que permitió a Ianina, economista, y Daniil encontrar a una familia de acogida. Los dos, originarios de Mikolaiv, salieron de Ucrania vía Moldavia. Después de un periplo por el continente, llegaron en tren a la estación de Barcelona-Sants, donde Castellví y Balastegui fueron a buscarlos hace unos diez días. Atrás dejaron al padre de la familia, Sergey Vaselega, quien está combatiendo a la guerra. «Hablan con él por videoconferencia y cuando acaban se les ven los ojos llorosos», apunta Castellví. Daniil, de 13 años, es un gran amante del fútbol, del Barça y de Oleksandr Zinchenko, jugador ucraniano del Manchester City. Lejos de su país, quiere seguir jugando al fútbol. «Hablamos con el Barça, porque además el chico es muy bueno, pero nos dijo que a esta edad ya no cogían jugadores y que probáramos en elNàstic, desde donde ya nos han trasladado su voluntad de ayudarlo», narra Balastegui.
Mientras Ianina y Daniil se instalaban, Castellví seguía recibiendo mensajes directamente en su teléfono de personas pidiendo ayuda. De momento, ha podido asistir a unas 14 familias más, a las cuales ha podido encontrar una casa. «Estoy en un grupo de Castellón y Valencia donde puedo contactar con familias que quieren acoger», señala Castelllví, quien añade que, sin embargo, no puede ayudar a todo el mundo. «Me rompe el corazónno poder hacer más», expresa. El matrimonio, con residencia en el barriode Campclar, tiene tres hijos, dos de los cuales ya se han independizado.
Una de las otras familias que ayudó fue la de Valeriia, florista, y su hijo Mark, de 6 años. Los dos llegaron hace una semana a la estación de tren de Tarragona y están viviendo en casa de la madre de Castellví. Desde la ciudad de Ukrainka, cerca de Kiev, huyeron con muchas dificultades del país, pasaron una semana en la ciudad de Lviv, y encontraron el anuncio de Balastegui i Castellví enla estación de Cracovia. Después de pasar por Munich y París, llegaron a Tarragona.
El jueves, tienen hora para llevar a cabo los trámites correspondientes de residencia temporal. Ianina y Daniil realizaron el trámite ayer, pero no ha sido fácil conseguirlo, según apuntan Balastegui i Castellví. Paralelamente, los cuatro están dando clases de castellano los martes y jueves.
«Nuestra hija pequeña va a una academia de inglés. Preguntamos a la gente de la academia si podía ayudarles a aprender la lengua y nos dijo que sí inmediatamente», explica Balastegui, quien agradece también la ayuda recibida desde la escuela de la Salle Torreforta, dónde Daniil y Mark podrán seguir de manera gratuita sus estudios mientras estén en Tarragona. Mientras tanto, Daniil está dando clases en línea ensu instituto de Ucrania para conseguir el certificado académico del presente curso.
Durante el día, Castellví detalla que les ayudan con los trabajos domésticos, les acompañan cuando salen e, incluso, les ha dado una copia de las llaves por si por la mañana quieren salir a pasear. «Se están integrando muy bien y tienen mucha facilidad por apredre el idioma», asegura. Además, están buscando trabajo con el fin de conseguir independencia económica mientras vivan en Tarragona.
Sin embargo, conviven con la incertidumbre con respecto al futuro, con la tristeza de sentirse lejos de casa y no poder volver. «Cuando ves la situación por la televisión te entristece, pero cuando ves el drama humano en primera persona es todavía peor», asegura Balastegui sobre la situación que encontró en la frontera de Ucrania y Polónia.
El matrimonio hace un llamamiento a otras familias a acoger refugiados y pone a disposición de quién lo necesite su teléfono: 622 411 325. Balastegui también está trabajando en la construcción de una web que facilite el contacto entre refugiados y familias de acogida. «No podemos mirar hacia otro lado y hacer como si nada», insiste el matrimonio. Mientras tanto, la guerra sigue dejando sin casa a inocentes como Ianina, Daniil, Valeriia y Mark.