Economía
«Ahora los padres me dan más dinero por el aumento de precio de la luz»
Los estudiantes con piso de alquiler en Tarragona buscan fórmulas para paliar el incremento de los gastos
Pasear por el centro de Tarragona entre semana implica encontrar a un gran número de jóvenes cargados con una mochila. Los estudiantes son uno de los colectivos que da vida en la ciudad. Aquellos que viven fuera tienen dos opciones: desplazarse en vehículo cada día hasta el centro educativo o alquilar un piso en la ciudad y, probablemente, compartirlo con otros compañeros. Este último grupo es uno de los principales afectados por la subida de precios de la luz y de diferentes productos del supermercado. «Ahora es todo muy caro», se lamenta Noelia Campaña, estudiante de tercero de Psicología en la Universidad Rovira i Virgili.
Campaña, como muchos otros alumnos, tiene que combinar trabajo y estudios con el fin de hacer frente a los gastos del piso, el cual comparte con tres compañeras. «Al recibir la última factura de la luz, tuvimos que pagar el doble que en octubre», comenta. Para intentar paliar la situación, ahora vigilan más el uso de la electricidad. «Utilizamos más mantas y menos la estufa para combatir el frío», ejemplariza Campaña, trabajadora a tiempo parcial, 12 horas a la semana, en una tienda del Parque Central. Sin embargo, apunta que sus padres tienen que ayudarla. «Me dan comida y dinero. Antes me daban cada dos meses y ahora lo tienen que hacer con más frecuencia», relata Campaña.
Un caso similar es el de Maria González, estudiante de Inglés enla Escuela Oficial de Idiomas y del Curso de guion de ficción para cine y series en la Escuela de Cine de Reus. González vivecon su pareja en un piso de alquiler de la Parte Baja de Tarragona y también ha sufrido el aumento del precio de la electricidad. «La propietaria nos trae la factura cada dos meses. La última vez tuvimos que pagar casi el doble. No lo preveíamos», explica González. Afortunadamente, la empresa donde trabaja le permite combinar los horarios de trabajo con los estudios con el fin de trabajar a tiempo completo. «Si no fuera así, sería un problema. No he necesitado que mi familia me ayudara, pero ahora el dinero ahorrado es menos», afirma González, quien ahora aprovecha una tarifa que le permite utilizar la electricidad durante dos horas al día de manera gratuita. Con respecto a la subida de precios en algunos productos del supermercado, a raíz de la guerra de Ucrania, afirma no haber notado tanto el cambio como con la luz: «Cuando voy a comprar me gasto más o menos lo mismo, pero hay productos que sí son más caros. Ahora casi no hay diferencia entre el aceite de girasol y el aceite de oliva».
En este sentido, Pau Royo, estudiante de segundo de Comunicación audiovisual en la URV, añade que, como todo el mundo, no le dejan «coger más de cinco litros de aceite en el supermercado». Hasta ahora, Royo recibía ayuda de sus padres para hacer frente a los gastos del piso de alquiler, pero a raíz de la subida de precio de la luz, ha decidido combinar las clases con un trabajo de fin de semana en un hotel. Uno de sus compañeros, Roger Lacroizette, estudiantede Periodismo, explica que una parte del dinero que necesita pertenecen a una beca: «Este dinero lo doy a mis padres y ellos me los van devolviendo para pagar el piso».
Con respecto al aumento de precio en diferentes productos del supermercado, Campaña afirma que «al principio de curso llenábamos la nevera con 50 euros, mientras que ahora con el mismo dinero sólo compramos cuatro tonterías». El aceite, el pan o incluso el agua son algunos de los productos más caros que menciona Campaña, quien también se lamenta porque desde hace dos años no le conceden la beca general. A pesar de la difícil situación actual, afirma que el curso que viene tiene la intención de seguir viviendo en un piso de alquiler debido a la distancia de su casa, en Barcelona, hasta el campus universitario.
Además de la distancia, los estudiantes sin piso que utilizan un vehículo particular para llegar a Tarragona han sufrido el aumento de precio de los carburantes. «Mi chico ahora intenta coger el coche el mínimo a veces posible», expresa González sobre uno de los otros problemas actuales.