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Pesca

Un tercio de la flota de pescadores de Tarragona está dispuesta a dejar la actividad

La Cofradía explica que tiene una lista de entre 10 y 15 barcas que se han interesado en unas ayudas de la UE para retirarse del mar

La gamba i l'escamarlà són dos dels pocs productes del mar que conserven un bon preu de mercat.

Un tercio de la flota de pescadores de Tarragona está dispuesta a dejar la actividadGerard Martí

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«Un oficio que a mí me gustaba, y todavía me gusta, ha llegado a un punto en el que lo estoy aburriendo», explica Andreu Domènech. «Te lo hacen aburrir», matiza. Hijo de pescador, salió al mar por primera vez con 14 años. Cuatro décadas más tarde, esta llama se ha ido apagando y no precisamente por combustión interna.

En la actualidad, el precio del combustible –que se ha doblado en el último año– y la bajada de valor del pescado complican la vida del marinero, pero no son los únicos obstáculos que se encuentra a la hora de adentrarse en el horizonte. «Somos los malos de la película», comenta Domènech, crítico con la administración, cada vez más exigente. La misma desilusión comparte Gerard Solé. Hace 26 años que navega en el Mediterráneo con el objetivo de llevar pescado al muelle. «El mar es lo que más me gusta y lo que he hecho toda la vida», comenta, antes de decir que el oficio «ya no es lo mismo». Inspecciones, controles, sanciones... «Ir al mar es ir a sufrir», asevera.

Según Maria Rosa Sans, secretaria de la Cofradía de Pescadores de Tarragona, no son dos casos aislados. Revela que reina una «desmoralización total» entre la flota de la ciudad, hasta el punto que ya falta personal. Los patrones tienen que dedicar la mayoría de los ingresos a cubrir los gastos –entre un 30% y un 40% se destinan a pagar el gasóleo, cosa que ha llevado a los marineros a ganar entre 1.000 y 2.000 euros menos al mes en comparación con la temporada anterior, según detallan Domènech y el también pescador Ramon Budesca-.

Tan dramática es la situación que, según informa Sans, hay una lista de entre 10 y 15 barcas (de un total de 35) que han mostrado interés en inscribirse a las ayudas del Fondo Europeo Marítimo y de Pesca para la paralización –definitiva o temporal– de la actividad, que no se han vuelto a convocar, sin embargo, desde el 2018.

«Cuando Bruselas dice que en el Mediterráneo hay una sobreexplotación, se abren unas partidas en que pones tu nave a una lista de paralización. Es como si te compraran la licencia de pesca y aquella barca desaparece», especifica. Cansados de la «precaria» situación que viven, muchos armadores estarían dispuestos a retirar sus embarcaciones del mar y jubilarse, según comenta Sans.

La temporada de pesca, que arrancó el 1 de julio, está siendo positiva y los pescadores coinciden en calificar el volumen de capturas de «bueno». A pesar de todo, las preocupaciones surgen al hablar del futuro. Los dos meses de veda y el hecho de que las flotas de Castellón y Sant Carles de la Ràpita estén amarradas ayudan a empezar con buen pie, pero la bajada del precio del pescado –gambas y cigalas son de los pocos productos que se mantienen– y el incremento del coste del carburante ponen en duda que se generen beneficios a partir de septiembre. Solé va más allá y ruega para que el tiempo los acompañe. Si el invierno es crudo y viene acompañado de fuertes vientos, tendrá que hacer un pensamiento. «Total, para lo que vas a ganar, vale más quedarte en tierra», concluye.

DeSenegal a Tarragona

Seck es un caso diferente. Oriundo del Senegal, llegó a Europa en el 2006 en patera. Empezó a trabajar en Tarragona en barcos del sector de la luz y, ahora, se centra en la captura del pez espada. Reconoce que el año no está siendo tan bueno como en el 2021, pero es feliz. «Estoy contento de trabajar. Me estoy ganando la vida. Pude traer a mi familia aquí y ahora estamos bien», declara.

«Desapareceremos los pescadores, los campesinos y el sector primario»

«Somos los malos de la película. Destruimos el Mediterráneo; con las barcas de arrastre, vamos a hacer daño... Después nos tiraremos de los pelos porque desapareceremos nosotros, los campesinos, el sector primario, y llegarán contenedores de fuera cargados de pez y fruta». Maria Rosa Sans es contundente con el diagnóstico del futuro de la pesca. «Hacen más daño al mar las grandes petroleras, las químicas, las playas, pero es más fácil cargarte al pescador y al campesino», añade.

El presidente de la Asociación Forestal de las Comarcas de Tarragona, Joan Llagostera, también es crítico con la administración, que siempre ha decidido apostar por el turismo y la industria en lugar del sector primario, según su punto de vista. «Los políticos se llenan la boca con los productos de kilómetro cero, pero, al final, las huertas no se trabajan ni los pastores están en las montañas», detalla.

Llagostera especifica que la gestión de los bosques de la provincia hace 40 o 50 años que no es idónea, una situación todavía más «exagerada» que en el resto de Cataluña, puesto que es un negocio que no es rentable. Esto favorece la expansión de las masas arbóreas en detrimento de los cultivos, cosa que facilita que un incendio forestal se extienda hacia otros municipios.

Llagostera considera que la administración «no está a la altura» y que no cesa de poner trabas a los propietarios que buscan llevar a cabo alguna gestión sostenible en sus terrenos –el 75% de los bosques en Cataluña son privados–. «Años atrás, tardabas entre uno y dos días para gestionar los permisos; ahora necesitas un año. Los propietarios se cansan y no piden nada», señala.

También critica el poco valor que tiene la madera, que imposibilita una correcta cura del bosque. «Un campesino que durante dos años vende por debajo del precio de coste, acaba bajando la persiana. No hay ningún negocio que pierda dinero y que no baje persianas», comenta, antes de concluir que los propietarios tendrían que tener una compensación económica para que continúen con ganas de cuidar sus bosques.

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