El Parc Francolí disfruta de sus primeras fiestas de barrio «con cara y ojos»
La respuesta de los ciudadanos supera las expectativas de la asociación de vecinos
Después de cerrar la venta de tickets para lafideuá, todavía había una treintena de personas que estaban interesadas en apuntarse a la comida. «Hemos tenido que decir que no puede ser», detallaba ayer al presidente de la asociación de vecinos del ParcFrancolí, Jordi Miguel. «Esperábamos ser 50 personas y nos hemos reunido 80», añadía. Con estas palabras, Miguel ejemplarizaba el éxito de las fiestas del barrio, las primeras que se han podido celebrar desde el estallido de la pandemia de covid-19 y las cuales han tenido lugar a lo largo de este fin de semana.
Cuando más de un centenar de personas se reunieron el viernes para presenciar una exhibición de perros de la raza pastor belga malinois, una actividad organizada a última hora y que, de manera improvisada, dio el pistoletazo de salida a las celebraciones, ya se empezaba a soñar con que el esfuerzo había valido la pena.
En este caso, fue cierto que lo que bien empieza, bien acaba. «Estamos muy contentos del éxito que hemos obtenido con estas fiestas. La respuesta de los vecinosha sido increíble y muy por encima de las expectativas que teníamos a la hora de organizarlas», apunta a Miguel. «Te hace coger fuerzas para encarar más actividades», añade.
Al clímax de las fiestas se llegó la noche del sábado. Una fiesta de la espuma, una clase de Zumba y una cena de fiambrera fueron el preludio a la llegada de la orquesta Jamaika Band y de Disco La Marxosa, que hicieron que todo el mundo que se hubiera acercado al barrio bailara al ritmo de la música. «Hubo un momento que quizás se reunieron unas 250 o 300 personas», declara el portavoz vecinal. Si no fuera por las limitaciones horarias, la gente todavía movería el esqueleto.
Con sólo cinco años de vida, la asociación de vecinos del Parc Francolí pudo celebrar, por fin, unas fiestas de barrio «con cara y ojos». Antes de la llegada de la covid, se pudieron hacer unas celebraciones inaugurales, pero estas fueron, en palabras de Miguel, «bastante humildes» y «un poco para probar». En los años intermedios, «no era el momento» de hacer juerga y fiesta. Una vez superada la expansión del virus y recuperada la deseada normalidad, la cantidad de actividades programadas se ha doblado respecto al precedente que se había establecido.
Estas fiestas llegaron en un momento dulce para el barrio. «No tenemos ningún tema que trastorne la convivencia y estamos bastante tranquilos», detalla Miguel. Y es que parece que se está trabajando para resolver todos los quebraderos de cabeza que históricamente han afectado a la población, desde el Foro Judicial hasta el escape de agua de la calle de Josep Pont i Gol. «Ya estamos esperando el año que viene para organizar unas fiestas todavía mejores», concluye el representante vecinal.