Santa Tecla 700
La Catedral se ilumina y se llena de música para despedir Santa Tecla
El espectáculo 'Vesperae Tarraconensis' acogió a 1.600 personas, repartidas en dos conciertos, para poner punto final a las fiestas
Vesperae Tarraconensis llenó la catedral de sonido para despedir Santa Tecla. Y la llenó dos veces, ya que se llevaron a cabo las dos funciones previstas, una programada para las 20.30 horas y, la otra, para las 22.30 horas. Unas ochocientas personas, primero, y otras ochocientas, después, disfrutaron del colofón de las fiestas con un espectáculo en el que participaron más de 150 personas, repartidas entre cuatro coros, doce instrumentistas de viento, órgano y dos solistas.
Pasadas las 20.30 horas, llega la oscuridad. El silencio. Casi dos millares de ojos esperan... Y vuelve la luz. Pero continúa el silencio. Todo el mundo está en su sitio. Todo el mundo espera... Espera... Espera... Espera el inicio del fin de Santa Tecla. Y el fin empieza lento, suave, suave porque no quiere acabar. La luz roja ilumina ligeramente las paredes y rodea al director de la obra, Xavier Pastrana, antes de que los instrumentos y las voces llenen todos los rincones de la Catedral gracias a la ubicación de los coros y el consiguiente sonido envolvente.
El sonido envolvente se generó a raíz de la distribución de los cuatro coros en cuatro puntos de la Catedral (delante del retablo, en los laterales del creuer y en el cadirat de la nave central), con la finalidad de que el sonido fuera cambiando de origen y, cuando todos cantaran al mismo tiempo para crear una atmósfera que permitiera el público percibir la música desde los 360 grados.
En algunos momentos, la Catedral de Tarragona revivía la magnificencia de la religión, de las creencias, de la vida en la Roma de La grande bellezza, la obra magna de Paolo Sorrentino. Y la luz se iba de nuevo, y el espectador se quedaba solo con la música para despedir en soledad las fiestas de Santa Tecla, para cerrar el capítulo de una historia que no continuará hasta el próximo año.
El cambio cromático de la iluminación iba abriendo nuevas fases de la obra y otorgaba dinamismo a un espectáculo que aumentaba y ralentizaba el ritmo, subía y bajaba pulsaciones. Aunque la baja intensidad predominaba en la mayoría de la pieza musical, el movimiento de los brazos de Pastrana marcaba el ritmo cardiaco de los asistentes, y de la Catedral, y de Tarragona.
Las voces latinas de Vesperae Tarraconensis, obra del compositor Josep Vila, tenían acento tarraconense, ya que Ensemble O Vos Omnes, Cor de la URV, Cor Da Capo, Cor In Crescendo y Cor Ciutat de Tarragona formaron una gran masa coral que a veces actuaba como unidad y otras de manera individual. Por otra parte, los solistas Marta Mathéu y Roger Padullés sumaron sus voces a la plantilla, completada por el grupo instrumental de vientos, dirigido por el director de la Banda Unió Musical de Tarragona, Jordi Masip, y el órgano de la Catedral, con Juan de la Rubia.
Después de una hora, los decibelios subían en la Catedral, el ritmo aumentaba. La pieza musical alcanzaba su punto álgido. Todas las voces cantaban al unísono. El público aguantaba la respiración. Entonces, Pastrana dejó de mover los brazos. Y el silencio volvió de nuevo. Los aplausos llenaron la Catedral de la misma manera que la música lo había hecho durante una hora, mientras los 150 miembros de la plantilla de Vesperae Tarraconensis recibían el agradecimiento del público.
Porque los asistentes no dejaron de aplaudir, no sólo por las sensaciones que habían experimentado durante una hora, sino por las emociones que han vivido durante dos semanas. «Una auténtica maravilla, una clausura fantástica para el 700 aniversario», definía el alcalde, Pau Ricomà quién también ponía en valor el nivel musical de la ciudad. Ahora sí: ¡Santa Tecla, hasta el próximo año!