Diari Més

Derechos Sociales

Sólo un 20% de los solicitantes del grado de dependencia se benefician de este en Tarragona

Un total de 1.308 vecinos del Tarragonès han pedido hasta septiembre el reconocimiento, pero solamente 250 han recibido la ayuda

Les dades exposen que menys d'una de cada cinc persones se'n beneficia.

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Un total de 1.308 habitantes del Tarragonès solicitaron ser reconocidos con un grado de dependencia durante los primeros nueve meses del año. Se trata de personas que alegaban que necesitan ayuda para llevar a cabo actividades como cambiarse de ropa, ducharse o comer a causa de la edad, una enfermedad o una discapacidad. No obstante, solo 250 peticiones han estado, hasta ahora, satisfechas: un 19,11%. Menos de una de cada cinco personas.

Desde que el año 2006 se aprobó la ley de Dependencia, son 24.089 los vecinos de la comarca que han pedido ayuda a la administración para obtener el grado de dependencia. Hoy en día, hay 5.218 tarraconenses que son beneficiarios de las prestaciones.

El presidente de la Fundación La Muntanyeta, Francesc Tarragona, tiene claros los motivos que han derivado en este contraste entre las solicitudes y las ayudas distribuidas: «que hay demanda» y «el incumplimiento por parte del estado español». Tarragona detalla que con la entrada en vigor de la legislación, los ejecutivos español y catalán acordaron cofinanciar la asistencia a los dependientes a partes iguales, pero la voluntad tropezó enseguida con unos presupuestos infradotados y la crisis económica del 2008. «La Generalitat invierte casi el 80% del dinero de las plazas en las residencias», explica.

La dependencia se divide en tres niveles según la necesidad de ayuda que tiene un individuo para efectuar actividades básicas. Las personas de grado II –dependencia severa– o III –gran dependencia– tienen derecho a solicitar el acceso a una residencia especializada para su correcta atención. En el caso de los ciudadanos con parálisis cerebral, Tarragona comenta que, desde que se pide el reconocimiento del grado hasta que este se adjudica, pueden pasar entre tres y cinco meses, pero señala que el quid de la cuestión se sitúa en si hay plazas o no para ubicar a los usuarios. «El sistema no puede abarcar todas las solicitudes de plazas porque hay mucha demanda», declara al presidente de La Muntanyeta.

«Una plaza en una residencia de personas mayores cuesta en torno a 2.000 euros y una plaza de discapacidades, como requieren más apoyostécnicos y humanos, se va hasta los 4.000. Se tiene que hacer una inversión importante y, además, se tiene que tener en cuenta que estas plazas ya no desaparecen, sino que cada año están incluidas dentro del presupuesto», añade. En caso de no recibir acceso a la residencia, el solicitante tendría que ser compensado con una ayuda ensu domicilio.

La Muntanyeta acoge a 23 ciudadanos con parálisis cerebral, «pero sabemos que hay demanda en Cataluña», reconoce el presidente. Es por este motivo que ya se está trabajando para abrir una residencia en Bonavista con 60 plazas.

El caso de las personas con alzhéimer es mucho más lento. A finales de septiembre, la psicóloga de la Asociación de Familiares de Alzhéimer de Tarragona, Helena Vega, detalló a DiariMés que pueden pasar entre seis meses y un año desde que se inician los trámites y las pruebas hasta que se obtiene el grado de dependencia. Vega calculaba que entre un 30 y un 40% de las personas con esta enfermedad neurodegenerativa todavía no ha recibido el diagnóstico.

La «laguna» del Asperger

Diferente es la situación de las personas con síndrome de Asperger o trastorno del espectro autista. La directora de Aspercamp, Laura Recha, detalla que son pocos los miembros de la asociación que han recibido el grado de dependencia porque no suelen cumplir con los requisitos. «Las personas con Asperger, en algunos casos, sí que necesitan acompañamiento. No es que no se sepan vestir solos o ducharse. Saben hacerlo, pero si no hay nadie que vele por ellos y que se lo recuerde, quizás no lo harán», comenta.

Es por este motivo que considera que existe un «vacío» o una «laguna» para cubrir las necesidades de las personas con síndrome de Asperger y, por eso, pide que se dé «una vuelta» al planteamiento de las ayudas, de manera que las discapacidades «que no son tan evidentes» también reciban el apoyo necesario.

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