Autor de 'París érem nosaltres' (Columna Edicions)
Libros
«Quería escribir sobre la vida del hombre, no del héroe»
El periodista y escritor ha ganado el Premio Ramon Llull con una historia que desgrana la historia del padre
—La novela arranca con tu nacimiento, en Acs (Francia). Su padre, loco de contento, sale disparado a avisar de la noticia a uno de sus amigos más queridos: Pau Casals. ¿Es el libro más personal que ha escrito?
—Sí, de lejos. Es una novela íntima y personal que me ha interpelado mucho. Tanto desde el punto de vista literario, porque he tenido que encontrar la voz y la manera de hacer que todo fuera verosímil, como desde el punto de vista personal, porque cuando escribes sobre el padre y la madre, estás escribiendo sobre ti mismo. Pero no querría que todo se quedara en eso, porque lo que explico es lo que le pasó a tanta gente que atravesó un periodo terrible, entre el 36 y el 45. Para los que se exiliaron, estuvieron diez años perdidos. Mi padre, que con la guerra se había endurecido mucho, tuvo la suerte de conocer a su segunda mujer, que le ayudó. Cuando me preguntan de qué va la novela, me gusta decir que es una historia de superación, en la que el amor y las relaciones juegan un papel importante. Franco había ganado, Hitler ocupaba media Europa, los aliados decían que estaría Franco por mucho tiempo... el mundo les caía encima, y los que salieron adelante tuvieron mucho mérito.
—-El protagonista es su padre. Si hubiera tenido que buscar a un personaje de ficción, no habría resultado mejor.
—La cuestión es que ya había hecho tres novelas históricas, de historia con H mayúscula. Ahora quería hacer una novela de historias, y cuando estaba intentando dibujar personajes, me di cuenta de que ya los tenía en casa. Antes de que el padre muriera lo había entrevistado, tenía 25 horas de grabaciones. Pero como la memoria es traidora, durante un par de años también me documenté y hablé con gente que le había conocido. Enseguida me di cuenta de que el padre me había hablado más de las hazañas que había protagonizado que de él mismo, y eso me llevó a hablar con una parte de la familia que había quedado un poco arrinconada en nuestra trayectoria familiar. Eso, de alguna manera, también me ha permitido hacer las paces conmigo mismo.
—¿A qué conclusiones ha llegado, una vez acabada?
—El padre me sirvió como protagonista porque no era un hombre de una sola pieza. Tenía su complejidad y sus contradicciones. Había vivido unos años difíciles en los que, además, los hombres hablaban poco de cuestiones personales. El libro me sirvió para reflexionar sobre la vida del hombre, no del héroe. En el fondo, el ejercicio consistió en eso: en transformar al héroe en hombre, porque el padre tuvo cosas de héroe.
—Ciertamente, pasó de ser el fusteret a convertirse en una persona con un firme compromiso con la República y a sobreponerse a todos los embites. Era un hombre perseverante.
—De entrada, tenía muchas ganas de salir adelante. Nació en Súria, encima de todo del pueblo, donde los días, los años y los siglos eran siempre iguales. Cuando se descubre la potasa, él lo vive como una oportunidad para conocer mundo. Llega a Manresa y empieza a conocer intelectuales y, como era un hombre muy esforzado, decide estudiar para mejorar su habla y la escritura. Siempre fue un hombre con la voluntad de salir adelante, aunque no era ni un político ni un intelectual.
—Sin embargo, cultivó amistades en estos círculos, como la de Companys o Pau Casals. El músico fue una pieza de gran influencia en su vida.
—Sí, lo admiraba por su radicalidad. No en el sentido político: Casals decidió que no tocaría el cello para los franceses ni los ingleses, porque reconocían a Franco. Al padre, eso le fascinaba, porque también era un poco así. Fue toda la vida de Esquerra Republicana, pero no era un hombre de partido, sino de personas.
—¿Qué ha significado haber ganado el Ramon Llull justamente con esta novela?
—Significa mucho. Para cualquier escritor es un honor, pero que sea con esta historia me complace especialmente, porque me ha puesto más al límite que otras. Cuando escribes, siempre hay personajes que te marean y no te dejan dormir, pero si no te gustan, los puedes tirar en la papelera. Pero al padre no lo puedes tirar a la papelera. Tuve que salir adelante, jugarme los cuartos. Que el jurado haya premiado este ejercicio me satisface mucho.