Diari Més
Xavier Bosch

Autor de '32 de març' (Univers)

Libros

«No lo sabemos todo de las personas que queremos, y es una suerte»

El escritor y periodista ficciona el París ocupado por los nazis a través de la historia de una abuela y su nieta

Xavier Bosch, la setmana passada a Tarragona, on va presentar la seva novel·la.

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—Después de leer tu última novela pensé que tu obra se podría comparar a la de un pintor, en el sentido que tiene rasgos que se van repitiendo y que definen un estilo muy propio. ¿Te apetece que los repasemos?

—Sí, y tanto.

—-Pues empezamos por los escenarios. Encontramos muy a menudo ciudades europeas. En el caso de 32 de març, París, que además se hace muy evidente que la conoces muy bien.

—Me gustan las ciudades atravesadas por ríos, les dan personalidad. París la escojo por dos motivos. El primero, porque para describir una ciudad, la tengo que conocer. Con París cierro los ojos y veo los rincones y los colores, siento los olores. Y, después, porque me convenía. La protagonista de la novela es una abuela que, de joven (porque las abuelas también han sido jóvenes), la quise situar en un momento de gran conflicto. Y no hay conflicto más grande que la quiebra de Europa que es la Segunda Guerra Mundial. Por lo tanto, sitúo su descubrimiento de la vida y del amor en el momento en el que los alemanes ocupan la ciudad.

—Segundo rasgo: protagonistas con profesiones o intereses relacionados con la edición, la escritura, el periodismo o las artes.

—Me gusta hacer personajes aspiracionales, a los que admiramos un poquito por su trabajo. Todas estas profesiones ligadas al arte están relacionadas con la búsqueda de la belleza. Y a mí me hacen pensar que nuestra felicidad depende también de la manera en la que nos acercamos a las cosas bonitas de la vida. La pintura, la música, literatura, son belleza. Y por eso me gusta hacer personajes a quienes envidio un poco la vida.

—La música clásica, precisamente, tiene un papel clave en tu obra.

—Porque la música clásica me ha salvado la vida. Cuando mi madre se muere, con 46 años, yo tengo 19. Ella era muy amante de la ópera y, para mí, escuchar música clásica y ópera es reencontrarla. Y París también es ella, porque es el último viaje que hicimos con la madre y, por lo tanto, las últimas fotos de felicidad familiar, estuvieron allí.

—Antes hablabas de la belleza. En tus personajes femeninos, como pasa a menudo con algunos pintores, también veo a una mujer que se repite: femenina, muy inteligente, culta, no guapa pero sí muy atractiva...

—Básicamente, son mujeres listas, que se han valido por sí solas. En esta novela, Barbara es una mujer herida por un mal matrimonio, que se vuelca al 100% en el trabajo y desconfía de las personas, porque la han traicionado... Sí, a lo largo de mis novelas hay mujeres que se parecen mucho. Seguramente son las mujeres que me gustan, cultas, inteligentes.

—También abundan las relaciones familiares y las heridas que nos pueden dejar.

—De eso, en todas partes hay. Y por lo tanto en mis historias también. ¿Lo sabemos todo, de las personas que amamos? A mí me da la impresión que no. Y quizás es una suerte, porque cuando sabes según qué secreto te puede traquetear todo el árbol genealógico, y todo lo que dabas por cierto se vuelve removido. Y eso, para un novelista, es la salsa que ata la historia.

—Y las historias en torno al amor. ¿Te identificas como autor de novelas de amor?

—En mis historias hay emociones, magia, sentimientos... Pero de lo que sí que me he dado cuenta es que la ternura es un sustrato que está en el conjunto de las novelas. En todas las familias hay líos, secretos y conflictos, pero también hay una ternura inherente en todas las historias. —Con todos estos ingredientes, has encontrado la fórmula del éxito.

—No me lo planteo como una fórmula, cada vez es una historia nueva, la empiezo desde cero y no tengo la pretensión que las historias se parezcan entre ellas, aunque tienen el denominador común que has ido dibujando.

—¿Cómo explicarías qué es 32 de març?

—Es una novela de intriga y amor, en la que hay un homenaje muy claro a la relación entre una abuela y una nieta, que tienen un vínculo indestructible y de admiración mutua. Y nuevamente está la denuncia al periodismo que se pone al servicio de una mala causa, es decir, de la propaganda. Y la propaganda que se hizo durante la Segunda Guerra Mundial estuvo muy bien hecha, pero fue muy perversa.

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