Día Internacional del Perro Lazarillo
«Pongo mi vida en las patas de mi perro guía»
Javier Gómez recibió a su perro lazarillo, Pitt, justo 15 días antes del confinamiento por el covid
Javier Gómez y Pitt, su perro guía, son como uña y carne. Los dos han forjado un vínculo indestructible durante estos últimos años, aunque los inicios no fueron fáciles. Justo hace 15 días antes del confinamiento por la irrupción del covid, Pitt llegó a la vida de Gómez, que acababa de jubilar a su anterior perro lazarillo, que le acompañó durante 12 maravillosos años.
El hecho de no poder salir a la calle durante casi todo el primer año afectó mucho a Pitt, que cogió ciertas manías que preocupaban a Gómez: «Empezó a revolcarse con animales muertos, como ratas. Lo pasé muy mal y estuve a punto de devolverlo». Afortunadamente, una vez la situación sanitaria se relajó y empezó a relacionarse con otros perros, todo cambió. Ahora, la relación entre Gómez i Pitt, que está mucho más estable y tranquila, es «fantástica».
«Cuando pierdes la vista y empiezas a ir con el bastón, lo cierto es que te sientes solo, aunque haya gente alrededor», explica Gómez. En cambio, asegura que esta sensación desaparece cuando te guía un perro lazarillo: «Me siento acompañado, me ayuda a sentirme uno más de la sociedad». Además, reconoce que, cuando tiene algún problema en la cabeza, le explica mentalmente a Pitt. Y es que ya no se trata de una relación entre usuario y perro guía, sino que va mucho más allá: «Pongo mi vida en las patas de mi perro, que se convierte en mis ojos».
Gómez es una persona muy independiente y le gusta moverse por la ciudad. Por eso, no le gustaba ir con el bastón, ya que la gente acostumbraba a ofrecerle ayuda: «Lo agradezco mucho, pero prefiero ir con el perro guía porque, como ven que me puedo mover perfectamente por las calles, no se preocupan por mí». Gómez recuerda, entre risas, que hace un tiempo se desorientó mientras paseaba por el paseo de Gracia de Barcelona y, cuando pidió ayuda a una mujer, esta se agachó y le dio instrucciones a Pitt.
Los perros guía están entrenados para buscar pasos cebra, puertas, o asientos. «La gente cree que ellos saben por dónde tienen que ir, pero somos nosotros los que les damos instrucciones. Lo que hacen es ayudarnos a evitar los obstáculos y alejarnos del peligro». Al principio, Gómez hacía gestos con la mano a Pitt para indicarle cuál era el camino que tenía que seguir. Ahora, sólo necesita hacer toques sutiles en el arnés: «Cuando pasas tanto de tiempo con él, la comunicación se vuelve mucho más fácil».
Trabajo social de la ONCE
Actualmente, hay 13 perros guía de la ONCE dando servicio a personas ciegas en toda la provincia de Tarragona. «No diría que es nuestro servicio estrella, porque todos lo son, pero es uno que da mucha notoriedad y visibilidad a la tarea laboral que hacemos», asegura el recientemente nombrado presidente de la ONCE en Tarragona, Josep Vilaseca, quien desearía poder dar respuesta a todos los afiliados que se encuentran en la lista de espera.
La Fundación, sin embargo, no lo puede abarcar todo. Vilaseca indica que un perro lazarillo, que es entrenado en la escuela que tiene la entidad, cuesta en torno a unos 20.000 euros. Todo eso, explica, se financia con la venta de cupones. El solicitante, sin embargo, sólo se tiene que hacer cargo de la manutención del animal una vez lo recibe.
Gómez recuerda el primer perro guía que tuvo. Lo tuvo que buscar en los Estados Unidos, ya que en aquellos tiempos todavía no eran muy comunes en Tarragona. «El primero siempre es complicado porque tienes que aprender a confiar plenamente en él. La adaptación es complicada para los dos, pero cuando pasa el tiempo, os acabáis conociendo a la perfección», explica. También guarda un recuerdo bonito, y un poco triste, de los otros dos perros que tuvo. Gómez los tuvo que jubilar muy pronto, uno se quedó sordo con otitis y el otro murió por leucemia: «Cuando pasa eso te planteas si quieres tener otro... Es una experiencia realmente dura».
Aprovechando que hoy es el Día Internacional del Perro Lazarillo, la ONCE aprovecha para reclamar a la sociedad que no distraiga la atención de los animales mientras caminan al lado de una persona ciega. Desde la Fundación piden que no se les dé de comer ni se deje un perro a su lado. «Aunque ya se ha hecho un gran trabajo en este aspecto, nunca es suficiente», indica Vilaseca, quien asegura que «moriremos predicando, para concienciar a la gente».
Por su parte, Gómez indica que, últimamente, no ha tenido ningún problema para acceder al transporte público o a los restaurantes. El último incidente que sufrió fue hace 5 años, cuando no permitían la entrada de su perro en un local: «Tuve que llamar a la policía local para que les explicaran cuáles son nuestros derechos».