Sociedad
El Rastro Reto recauda fondos en Tarragona para la rehabilitación de drogodependientes
La Asociación Reto a la Esperanza finanza su centro de acogida vendiendo muebles de segunda mano
La avenida de Ramón y Cajal esconde una tienda con un trasfondo especial. Hace cinco años, la Asociación Reto a la Esperanza, instaló en el número 58 su Rastro Reto, donde venden muebles y electrodomésticos de segunda mano. Todos los beneficios recaudados se utilizan para ayudar a personas drogodependientes en su proceso de rehabilitación y reinserción a la sociedad.
La entidad cuenta con una casa de acogida en Valls desde hace unos 30 años y es allí donde los usuarios llevan a cabo su camino hacia la desintoxicación. «Por término medio, tenemos acogidos unos 20 chicos, que van rotando, aunque alguna vez hemos tenido 43», explica el presidente de la asociación en Tarragona, Francisco Javier Sierra, quien, junto con un equipo de voluntarios, se encargan de hacer el acompañamiento a todo el mundo que necesita de su apoyo. Siempre de manera gratuita, «una cosa impensable hace unos años».
«La asociación nació en 1985 en Cantabria, cuando una familia abrió un centro de acogida para ayudar a chicos con problemas de drogadicción», detalla Sierra, quien afirma que «se vio en la necesidad de abrir más en otros lugares». No sólo en ciudades de España como Alicante o Valladolid, sino también en otros países como Rusia, Croacia o México, donde también hay una casa para niños. «Somos una asociación con fundamento cristiano evangélico y nuestro propósito es hacer que la gente se cuide de las drogas», indica el presidente. Una vez llegan al centro, lo primero que tienen que hacer los usuarios es superar el síndrome de abstinencia, que «no es nada fácil».
Cuando superan esta fase, se pasa a la desintoxicación integral a través de recursos terapéuticos adecuados. «Damos paseos y también nos reunimos con los chicos para hablar entre todos, eso les ayuda a darse cuenta de la raíz de su problema», explica Sierra. Después, se trabaja para reinsertarlos social y laboralmente. Aquí entran en juego los talleres ocupacionales, a través de los cuales los usuarios trabajan mientras hacen un servicio para la sociedad y también ayudan a mantener económicamente la actividad de la asociación. «Tenemos la tienda de segunda mano en Ramón y Cajal, donde vendemos muebles y electrodomésticos que nos da voluntariamente la gente», detalla.
La entidad ofrece otros servicios como el de limpieza y recogida de muebles y utensilios en locales y viviendas, o el de mudanza. «Cobramos unas tarifas para poder financiarnos, ya que no contamos con ningún tipo de subvención», afirma el presidente de la asociación. Así, las personas que se están desintoxicando en el centro de acogida, son las que se encargan de llevar a cabo estos trabajos: «Es positivo que estén ocupados y que, además, aprendan a hacer cosas».
«Es difícil salir de las drogas»
Muchos de los que consiguen dejar atrás las drogas, rehacen su vida en Tarragona o Barcelona, mientras que otros deciden quedarse en el centro para ayudar a los recién llegados. Es el caso del vicepresidente de la entidad, Francisco Amado. Gallego de nacimiento, empezó a tomar drogas con 16 años e ingresó hace más de 30 años en el centro que tiene la asociación en Asturias, gracias a un amigo. «Encontré un sitio donde cuidarme», asegura Amado, quien, una vez desintoxicado, tomó la decisión de «continuar con esta obra sirviendo otras personas».
Miles de personas han pasado por el centro de acogida, sobre todo hombres de entre 25 y 30 años. Amado indica que algunos de los que se habían marchado del centro «recuperados» acababan volviendo un tiempo después. «Si quieres hacer este cambio, hace falta que tengas disciplina y orden en tu vida», asegura el vicepresidente, quien afirma que la clave está en «aprovechar el tiempo en el centro» para alcanzar el objetivo. Desde la Asociación Reto a la Esperanza son conscientes de que el problema con las drogas «si no ha empeorado, se ha mantenido». Es por eso que la entidad hace visitas a diferentes centros escolares, donde dejan claro que «es muy fácil entrar, pero también muy difícil salir».