La expedición tarraconense de ‘La sociedad de la nieve’
Sandra Pascual y Marta Vives formaron parte del equipo de la reconocida película de J.A. Bayona
Un total de ciento cuarenta días. Eso es el que duró la expedición de las dos tarraconenses que formaron parte del equipo de la película del momento, La Sociedad de la Nieve. Su recorrido empezó en diciembre de 2021. Sandra Pascual, auxiliar de vídeo en el filme, explica que «en este mundo te mueves por el boca a boca, tienes que tener suerte y estar en el lugar y el momento adecuado». Pascual había compartido proyectos con Guillem Huertas, «un foquista reconocido en la industria», el cual trabaja con el director de la película, Juan Antonio Bayona. «Fue él quien me llamó y me dijo: será un proyecto muy grande y será duro porque grabaremos en la montaña, pero creo que puedes encajar, y no me lo pensé. Cuando me dio la noticia valoré que me llamara a mí para trabajar en un proyecto tan grande». Por su parte, Marta Vives, ayudando de producción, estaba introducida en los actos de Santa Tecla cuando recibió la noticia: «La que un día fue mi jefa me llamó y me dijo: quiero que me acompañes a Granada a hacer este proyecto y que seas la mía ayudante. Tuve que salir de la plaza de la Font para digerir la noticia».
Una vez dentro, empezaron los preparativos. Para Vives fueron dos los meses que estuvo en Barcelona gestionando todo lo que se tenía que llevar a Sierra Nevada, donde se grabó gran parte del filme. En cambio, Pascual pasó un mes haciendo comprobaciones y adaptando el material para la nieve, e hizo las primeras pruebas de cámara con los actores. Pasado Fin de Año, empezaba el viaje. Les tarraconenses pusieron rumbo a Pradollano (Granada) donde vivieron cuatro meses y medio. En aquel momento, las restricciones de la covid todavía eran vigentes y, con el repunte de casos en el Estado, el virus entró en el equipo. «El día que llegábamos a Sierra Nevada los actores dieron positivo», narra Vivas. A partir de aquel momento los planes cambiaron. Durante aquella semana se buscaron dobles para poder rodar y «no perder tiempo». Pascual fue uno de los casos positivos: «Yo me incorporé dos días después. Caímos muchos, entre ellos el director, que lo tuvieron que aislar en una casita, porque no se quería perder el primer día de rodaje, y daba indicaciones a través de un micrófono».
Trabajar en alta montaña
«El frío, el clima y la nieve». Estos factores fueron los principales handicaps de las tarraconenses durante el rodaje, aunque las vivencias fueron diferentes. Por su parte, Vivas gestionaba el equipo de transportes. «Para mí comportó mucho más trabajo. En un rodaje normal, muchas veces se utilizan coches propios, aquí todos estaban de alquiler. Además, se cambiaron las ruedas y pusieron las especiales para la nieve. También tuvimos que comprar cadenas para que la gente se pudiera mover, ya que cada departamento tenía, mínimo, un coche. Aparte, están casi cinco meses que estás viviendo en un pueblo muy pequeño. Por lo tanto, también hacían falta coches para el día a día», explica.
Con respecto a la parte del rodaje, Pascual apunta que había dos sets: «Construyeron un plató a pie de pista y otro arriba de la montaña, donde trasladaron un avión». «Yo he formado parte de los dos sets, aunque mayoritariamente he estado en exteriores, donde rodábamos a 3.000 metros de altura», señala. «Los días en la montaña son duros», apunta, «incluso los días de sol, donde me llegué a quemar de la retina». Entre los meses de trabajo, Pascual destaca el mes de marzo, cuando «me tocó ir con la unidad que hacía las expediciones que los personajes llevan a cabo para cruzar la cordillera. Mientras hacía mal tiempo estábamos en plena montaña. Aquello fue muy duro, sobre todo con respecto al material. Teníamos que vigilar las cámaras, ya que no se pueden mojar. Yo creo que me he sacado un máster al cuidar la cámara haciendo la película», añade riendo. Por otra parte, también destaca los desplazamientos: «Aquí no estaba como una película normal donde llevas el material en producción y ellos lo mueven de una unidad a otra. Aquí, una vez estábamos en la montaña, no podíamos bajar. Tanto los actores como el equipo técnico subíamos juntos, y eso nunca pasa, los actores siempre llegan más tarde. Parammí lo más complicado fue la presión de no cagarla en nada, porque al final estaba en mis manos, si me dejaba alguna cosa ya no se podía montar».
Les dos caras del rodaje
Vivas relata que no fue duro el aislamiento, ya que disponía de un coche y «al principio haces excursiones y turismo para conocer la zona, pero también cansa ir arriba y abajo y al cabo de cuatro meses lo que quieres es volver a casa».
Por su parte, Pascual comenta que, al final del rodaje, «me dieron un día de fiesta porque llegué a mi límite». La tarraconense formó parte del equipo de las expediciones: «Vinieron unos noruegos especialmente para grabar estas escenas, que eran las más bestias a nivel físico. Además, venían descansados, yo llevaba cuatro meses. Hicimos rappel, descenso... Eran profesionales. Con ellos pasé dos días y golpeé», explica. «Entonces me pasaron de nuevo en exterior. Allí rodamos el rescate, donde sentía que había explotado y que, de alguna manera, el helicóptero también era un rescate para mí», apunta riendo. Al mismo tiempo, añade que aquel día «era complicado por la logística, ya que rodamos con una película antigua, pero cuando el equipo trabaja bien, todo sale bien. Con el rescate creo que todos empatizamos con aquella felicidad, todos nos marchábamos de la montaña».
El estreno y los premios
Las dos apuntan que con la magnitud del rodaje ya se auguraba una gran película. Vivas insiste en que ella vive «el síndrome del impostor. Yo le pregunté muchos golpes a mi jefa por qué me había llamado a mí. No te crees lo que está pasando y que has sido allí». Pero, por otra parte, dice que «el reconocimiento ha sido emocionante. Parece que se ha recuperado la sensación de cuándo todo el mundo iba al cine y se hablaba de una película durante mucho tiempo. La nuestra se estrenó en diciembre y ahora todavía se habla». Por otra parte, Pascual cree que es un reconocimiento al trabajo hecho. «Todo lo que hemos hecho y lo que hemos vivido ha valido la pena. Nunca piensas que te puede pasar a ti y que puedes trabajar en un filme que va a los Oscars», explica la tarraconense añadiendo que «con el proyecto crecí mucho, para mí es un antes y un después. Haber tenido la oportunidad de aprender tanto es lo que me llevo, pero el reconocimiento hace que todavía valga más la pena».